Deb Greenspan piensa en el cambio climático cada día. Como vicepresidenta de la firma de comunicaciones que representa a numerosas instituciones concienciadas con el medioambiente, reflexiona más que la mayoría sobre su huella de carbono–y cuando empezó a pensar en la huella de carbono de su boda, le dio “un poco de acidez estomacal”.
Su preocupación es sincera. Es difícil medir la huella de carbono de una boda promedio estadounidense, el cual puede variar, pero no sería exagerado decir que es realmente alta. A menudo multiplica la huella de carbono anual producida por una persona. Solo considera la comida, las flores, trajes y vestidos, y el mayor y menos evitable gasto de todos: tus queridos invitados volando a la ciudad para el gran evento.
Greenspan y su mujer, Christina Cauterucci, escritora y presentadora de podcast en Slate, escogieron una ubicación que empleaba energía solar en Hudson Valley en Nueva York para su boda celebrada en junio. Además, las invitaciones estaban hechas en papel reciclado y la comida y las flores eran de proximidad. Sus 140 invitados, que viajaron desde lugares tan lejanos como México y California, seguían siendo un obstáculo. Así que decidieron incluir compensaciones de carbono en su lista de bodas, compradas por un amigo. Costó 200 dólares.
“Definitivamente, hay una parte de mí que siente que no debería ser un gesto que admirar o una forma de justificar una extensa huella de carbono”, declaró Cauterucci. “Pero creo que para la gente que dispone de un buen presupuesto para celebrar una boda de cualquier magnitud, tiene sentido gastar otros 150 o 300 dólares o la cantidad que sea en una compensación de carbono; puede ser algo que incluir en tu presupuesto de boda”.
Una compensación de carbono, en resúmen, es una inversión en un proyecto que elimina la huella de carbono del aire o apoya energías renovables. Digamos que vuelas de Toronto a Sri Lanka con una parada en el aeropuerto de Heathrow. Puedes comprar una compensación para las 3,05 toneladas de carbono generadas en los más de 29.000 kilómetros del viaje. Te costará 28 euros en total y podría apoyar a un parque eólico en Brasil o la captura de carbono en, por ejemplo, Colorado. Cuando el príncipe Harry y Meghan Markle crearon polémica en verano por viajar en el jet privado de Elton John, el cantante tuiteó que él había comprado compensaciones de carbono para contrarrestar este lujo. Dicho de manera tan cruda, en un tuit, parecía que John se estaba excusando del extravagante hábito, y comenzó a cuestionarse si esta era la forma correcta de combatir el cambio climático.
Las compensaciones de carbono son bien recibidas como herramienta en la esfera corporativa, pero todavía están entrando (muy lentamente) en la vida diaria de las personas: United Airlines ofrece una opción sencilla para compensar un vuelo individual. Proveedores como Terrapass ofrecen una suscripción anual para compensar la huella de carbono generada durante una vida. Para mucha gente, sus bodas son el día en el que disfrutan de todo tipo de lujos. ¿Deberían ser las compensaciones de carbono ser una práctica habitual para ellos también?
La industria de las bodas producen un gran gasto. De acuerdo con Terrapass, la boda estadounidense promedio genera alrededor de 180 a 270 kilos de desperdicio y 62 toneladas de dióxido de carbono (el promedio del gasto de carbono generado por un americano es de 20 toneladas al año). Y la industria continúa incrementando este gasto si lo comparamos con el de la década anterior. Pinterest, recordemos, fue creado en 2010.
Greenspan estimó que su boda tenía un tamaño y un coste promedio a otras bodas estadounidenses modernas, que se estiman en 33.000 dólares, aproximadamente 235 dólares por cabeza. El coste de compensarlo habría sido muy reducido, prácticamente el equivalente a añadir un invitado más a la boda.
Para asuntos de mayor presupuesto sería un porcentaje aún menor. Una boda típica para Emily Campbell, de Bella Event Design and Planning, por ejemplo, tiene un coste aproximado de 250.000 a 1,5 millones de dólares. Campbell ofrece lujosas ceremonias para clientes que tienen en cuenta sus preocupaciones medioambientales y que desean organizar una gran fiesta. Ha planeado eventos durante mucho tiempo con miras a reducir el uso de plásticos y a realizar otros sencillos cambios, y la intención de hacer más solo ha crecido en los últimos años. "Estoy descubriendo que hay muchas personas dentro de mi industria que también están realmente asqueadas por la cantidad de desechos que producimos. Y no digo que mi trabajo sea perfecto de ninguna manera. Todavía produzco mucho desperdicio con mis eventos", confiesa, pero "estamos a punto de crear un movimiento".
Campbell trabaja principalmente en Colorado–Aspen, Vail y Breckenridge son puntos del Estado que suponen un gran atractivo para los ecologistas y también como destinos de bodas. Organizó una boda en Knapp Ranch en Edwards (Colorado). Además de algunas tácticas para mitigar el carbono, como proporcionar transporte a los invitados para compartir el viaje y usar alimentos cultivados en el rancho, también hizo que su cliente compartiera gran parte de la infraestructura de la boda, como mesas y sillas, con otra novia, Jill Shackelford, cuya boda fue la siguiente noche. Shackelford también puso compensaciones de carbono en su registro.
Lisa Marie Blinn, de L.Marie Events en Long Island, afirma que obtuvo su certificado de organizadora de bodas sostenibles en 2010 cuando la sostenibilidad se presentaba como una importante tendencia en bodas a largo plazo, pero el interés de sus clientes por las bodas sostenibles se ha ido desvaneciendo. Y Marcy Blum, una de las organizadoras de boda de O.G. que realiza eventos por todo el mundo para gente adinerada y a menudo famosos, dice que nunca ha escuchado a uno de sus clientes sugerir compensaciones de carbono, aun cuando la sostenibilidad ha generado mucho interés los últimos años, especialmente entre las parejas jóvenes. “Se sienten un poco culpables–o muy culpables–de gastar esa cantidad de dinero en fiestas o en bodas”, asegura Blum. “Esa es una de las primeras preguntas: qué pueden hacer para reducir gastos. No quieren que parezca la boda de María Antonieta–aun cuando ese es su verdadero estilo”.
Al preguntarle si piensa que la tendencia al escoger localizaciones de boda está cambiando en favor a otras más cercanas para reducir el gasto de carbono, responde: “todavía no y espero que eso no suceda”.
En cualquier caso, las compensaciones de carbono no son una “bala de plata” como la especialista en cambio climático de las Naciones Unidas Niklas Hagelberg advirtió en junio. “El peligro al que pueden llevarnos es a la autoindulgencia”. “Es un sentimiento compartido por muchos de los proveedores de compensaciones de carbono con los que hablo, desde las grandes organizaciones como Terrapass a las más pequeñas, como Colorado Carbon Fund”. Para Greenspan y Cauterucci era un paso más. Controlan el uso de energía de su hogar, conducen un híbrido, han reducido notablemente su consumo de carne (Cauterucci come bacon; “no quiero que incluyas afirmaciones incorrectas en tu artículo”, añade ella). Si una boda es una gran fiesta que se celebra una vez en la vida, y está en consonancia con los valores de la pareja, fue, por tanto, algo obvio para ellas. Comprar compensaciones de carbono por sus invitados era un gesto más.
“El argumento que mucha gente emplea es justo ese: ‘si te preocupa el cambio climático no deberías volar’”, dice Greenspan. “Bueno, eso no es completamente cierto. Las acciones individuales importan pero necesitamos grandes cambios estructurales”.
Añade, “creo que este argumento hipócrita niega la importancia del cambio climático. Es propio de personas que creen que no deberíamos molestarnos en tratar de resolverlo y solo trata de hacer sentir mal a la gente. Les hace creer a los demás que ninguna acción que tomen puede llevarnos a ningún lado. No es el caso”.
Este artículo es parte de Covering Climate Now, una colaboración global de más de 220 medios de comunicación para fortalecer la cobertura de la problemática del clima.*Artículo originalmente publicado en la edición estadounidense de Vanity Fair y traducido. Acceda al original aquí".
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