Carlos Falcó fue uno de los grandes amigos del rey Juan Carlos. Se conocieron de pequeños. Los padres del marqués de Griñón, don Manuel Falcó y Escandón, duque de Montellano y ayudante del rey Alfonso XIII, y Hilda Fernández de Córdova, descendiente del Gran Capitán, tenían una relación muy cercana con Don Juan. El matrimonio fue uno de sus grandes apoyos durante el exilio de la familia real en Estoril (Portugal). Carlos y sus otros tres hermanos pasaban los veranos con los hijos de los condes de Barcelona en un hotel muy cercano a Villa Giralda, su residencia lusa. De hecho, Fernando, marqués de Cubas y hermano menor de Carlos, fue reclutado para estudiar junto a Don Juan Carlos en Las Jarillas cuando Franco y Don Juan pactaron que la educación del príncipe sería España.
En esta finca propiedad del marqués de Mondéjar a unos kilómetros de Madrid, el joven heredero solo estudió durante solo un curso académico, el de 1948 a 1949. El deterioro de las relaciones entre Franco y don Juan llevarían a este último a decidir que su hijo no volviera por el momento a nuestro país. Tras un año en Estoril (Lisboa), Juan de Borbón accedió a que Juan Carlos regresara a España en el otoño de 1950 para continuar su formación, en esta ocasión acompañado de su hermano menor Alfonso.
Fue entonces cuando los Montellano, padres de Carlos Falcó, ofrecieron su palacio a don Juan Carlos para que lo convirtiera en su residencia en Madrid. Ellos se trasladaron a un piso de la calle Ventura Rodríguez. La mansión, ubicada en el Paseo de la Castellana y conocida anteriormente como palacio de Indo, era conocida por su magnífica colección de arte, que, según Ignacio González-Varas en Los palacios de la Castellana, incluía varios cuadros de Goya, tapices del famoso pintor veneciano Francesco Guardi, así como retratos de Boldini y Zuloaga.
En cambio, la habitación del rey era la más sobria de todas, tal y como narra el escritor Paul Preston en Juan Carlos: rey de un pueblo. El único toque personal era un diminuto tríptico de Cristo y una imagen fosforescente de Nuestra Señora de Fátima. Antes de ir a clases en el colegio de Huérfanos de la Armada de Madrid para preparar el examen de entrada en la Academia militar de Zaragoza, el hoy emérito asistía a misa en la capilla del palacio. Cuando acababa jugaba al golf o quedaba con amigos que vivían cerca como Miguel Primo de Rivera.
Era la segunda vez que los duques de Montellano abandonaron el palacio. Durante la guerra Civil, se vieron obligados a instalarse en otro lugar y este lugar sirvió como sede de la embajada de Estados Unidos. Finalmente, la familia lo pudo recuperar. En 1957, ese mismo palacio fue donde Don Juan Carlos fue presentado en sociedad como príncipe de España entre numerosos aristócratas, diplomáticos y su hermana, la infanta Margarita. En 1966, este palacio fue reducido a escombros y hoy es la sede de la Mutua Madrileña. Lo que siguió fue la amistad entre los hermanos Falcó y el rey Juan Carlos. Era habitual que Carlos organizase catas en honor del emérito en su finca de Toledo, la Quinta Casa de Vacas.
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