Cristopher Nolan, que estrena esta semana su último filme, Tenet, es una de esas personas que parece que ha nacido con 40 años, tanto por la madurez de su filmografía como por lo reservado que es como personaje público.
Pero hace mucho tiempo, Nolan era un ambicioso estudiante de cine. Es algo que Emma Thomas sabe bien porque ella estaba allí, literalmente: vivía justo encima de Nolan en la residencia del University College de Londres a principios de los noventa. Thomas participaba activamente en el ambiente cinéfilo de la universidad, encargándose de que el personal de los cortos estuviese bien alimentado y “facilitando” –como lo llama ella– todo en general en los rodajes. Los primeros pasos de algo que terminaría convirtiéndose en una de las carreras más impresionantes del cine contemporáneo.
“Empecé a producir los cortos de Chris sin entender muy bien lo que estaba haciendo”, nos contaba Thomas en el despacho de su compañía, Syncopy Films, en las instalaciones de Warner Bros., en 2018, a pocos días de los Oscar. “Yo creía que sólo estaba echando una mano”.
Nolan es un creador de películas de una logística enorme y compleja, y al mismo tiempo depende siempre de un reducido y estrecho círculo de colaboradores; Thomas es la consigliere. También es la esposa de Nolan y la madre de los cuatro hijos que tienen en común, pero ella ha sido la encargada de producir todas y cada una de sus películas. Fue Thomas la que deslizó un ejemplar de un libro sobre la evacuación de Dunkerque ante las narices de Nolan; es ella la que puede mirar por encima de su hombro en el diminuto monitor que Nolan lleva colgando del cuello en el set de rodaje (en vez de contar con la típica instalación de pantallas frente a la que se congregan los productores) ; y es ella la que sabe cuándo intervenir o cuándo dejar que el perfeccionista director resuelva algún asunto por sí mismo. “A veces es más rápido dejar que sea él quien se encargue”, explicaba Thomas, señalando a una foto del rodaje de Dunkerque donde Nola aparece soltando panfletos de propaganda frente a las cámaras, porque el director quería que los papeles cayesen de determinada manera dentro del plano.
El detallismo fastidioso de Nolan es una cualidad que su familia ya se toma a guasa. Hace poco, el director confesaba que sus hijos –de 18, 16, 14 y 12 años– le tomaban el pelo llamándole “Sr. Woodcock”, por el diseñador con maneras de dictador que interpreta Daniel Day-Lewis en El hilo invisible. Al preguntarle por el mote, Thomas ríe y traza una distinción entre los dos hombres. “Dios, a ver cómo puedo ser diplomática con esto”, dice. “Desde luego que Chris se toma todo lo que hace muy en serio, y es muy bueno haciéndolo. Así que diría que sí… Pero es que Reynolds Woodcock es bastante capullo. Yo nunca me he sentado a cenar y he visto a Chris molestarse por cómo untamos nuestras tostadas, por ejemplo”.
Dunkerque sumergía a sus espectadores en tres localizaciones distintas durante la evacuación de Dunkerque durante la Segunda Guerra Mundial: en una fría playa francesa, a bordo de un pequeño barco civil francés y subidos en la cabina de un caza de combate. La idea original para la película surgió hace 20 años, durante un fin de semana de vacaciones de Pascua de infausto recuerdo. Nolan y Thomas pretendían cruzar el Canal de la Mancha con un amigo de la universidad. Por entonces, Nolan dirigía vídeos corporativos y Thomas era una coordinadora de producción en la compañía de cine y televisión británica Working Title. Los inexpertos marineros se encontraron con oleaje intenso, bastante tráfico marítimo y mareos. “Fue una pesadilla, pero lo conseguimos, y aquella experiencia sirvió para que nos diésemos cuentas del increíble logro que fue aquella evacuación”, dijo Thomas. “Siempre hemos oído hablar de aquello como ‘el milagro de Dunkerque’, pero creo que nunca entendimos hasta qué punto fue un milagro hasta que cruzamos el Canal”.
Después de finalizar Insterstellar, el épico filme de ciencia-ficción de 2014, el director no estaba muy seguro de qué quería hacer a continuación. Thomas les pasó un libro que había comprado durante una visita familiar al museo Churchill War Rooms de Londres: Las voces olvidadas de Dunkirk, de Joshua Levine. Inspirado por los relatos de aquel libro, Nolan pergeñó rápidamente un primer guión con una narrativa entrelazada, y Thomas y él lo lllevaron a Warner Bros., el estudio que durante tanto tiempo ha sido su hogar. “Sabíamos que no podíamos garantizar que este proyecto fuese a ser un éxtio total de taquilla, incluso aunque estrenásemos en verano y tratásemos de posicionarlo como una película de entretenimiento hasta donde fuese posible”, explica Thomas. “Así que pedí la mitad del presupuesto que habíamos tenido para Interstellar. No somos tan temerarios, No queríamos hacer una película que destrozase nuestras carreras si fracasaba y nadie iba a verla”. Aunque Dunkerque funcionó, y cómo. Con un presupuesto de unos 100 millones de dólares terminó recaudando 525,6 millones en las taquillas de todo el mundo y consiguió ocho nominaciones a los Oscar, incluyendo mejor película para Thomas y Nolan y mejor director para Nolan.
En su rol de mujer singular en proyectos predominantemente masculinos -como la mayoría de Hollywood- Thomas también ha reflexionado bastante sobre la respuesta del sector a los casos de abuso, acoso y desigualdad esgrimidos por #MeToo y Time’s Up. “Una de mis funciones como productora es ejercer de jefa, ¿no?”, se pregunta. “No soy diferente de un jefe en un banco o en una fábrica de clips. Es mi responsabilidad crear un espacio de trabajo que sea seguro para todos, donde la gente sea tratada con respeto tanto si son hombre como si son mujeres. Y, como hay una relación específica con los casos de acoso sexual, creo que cuantas más mujeres haya en un lugar de trabajo, menos posible es que sucedan estos casos. Es algo muy importante para el futuro cercano. Definitivamente, se trata de algo en lo que quiero insistir más”.
Aunque sus películas sean grandes producciones, su compañía es todo lo contrario: Syncopy emplea a cuatro personas, incluyendo a Nolan y a Thomas. “No estamos aquí para crear un imperio”, cuenta Thomas. “Sólo nos importa cada película”.
Thomas lleva su casa igual que lleva los rodajes, algo que según ella es más fácil de compaginar de lo que suena. “A veces la gente me dice, ‘Dios, ¿cómo puedes hacerlo? Tienes cuatro hijos y haces estas superproducciones’”, dice. “Pero el hecho de trabajar con el padre de mis hijos implica que puedo traer a mis hijos al trabajo. Tengo una gran ventaja ahí. La mayor parte del resto de padres trabajadores que conozco tienen trabajos mucho más estructurados. Cuando estás rodando, los horarios son absurdos… Sin embargo, siempre sabemos que es algo finito. Se acaba y volvemos a una vida mucho más normal”.
Por ahora, esa “vida mucho más normal” conlleva el visionado del resto de los competidores a los Oscar (como Lady Bird, entonces la favorita de Thomas, que como madre de una adolescente de 16 años, se vio muy identificada con el retrato de la relación madre-hija que ha llevado a cabo Greta Gerwig). En ese momento, Thomas se negó a revelarnos qué libros está dejando cada noche en la mesilla de su marido.
Artículo publicado el 20 de febrero de 2018 y actualizado.
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