Roy Galán, escritor, fotógrafo y líder de opinión en redes sociales, dedicaba a Madonna el pasado febrero un post en Instagram que decía: “Hubo un momento en el que la gente empezó sistemáticamente a ridiculizar a Madonna. Y fue cuando empezó a envejecer. Nadie le dice a Mick Jagger que es un decrépito, que lo deje ya o que se jubile. Al contrario: se le considera un héroe por llevar tanto tiempo encima de un escenario”. La publicación ronda los 16.000 likes. Madonna significa “virgen” en italiano y resume perfectamente el espíritu de Madonna Louise Veronica Ciccone (1958, Bay City, EE.UU.) cuando se dio a conocer. El mundo entero flipó. Y no, no hay otro verbo que describa mejor su irrupción que flipar, porque no había nada ni siquiera parecido.
Por un lado apareció en el panorama musical reivindicando su origen latino, esforzado y trabajador. Se proclamó virgen mientras se presentaba con ademanes de prostituta. Con 26 años y en los años 80, hacer de la vulgaridad una seña de identidad era transgresor y cosmopolita. Ella abrió la puerta con sororidad a todas las divas que vinieron detrás y, a la vez, jamás soltó las riendas de su carrera. ¿Un producto de marketing? Por supuesto, y ella es el cerebro.
Madonna nunca ha tenido la credibilidad de otros artistas, curiosamente varones siempre. En la industria musical, a ellas se les reserva tradicionalmente el puesto de fetiche sexual. Pero al sesgo de género se une ahora con especial agresividad el de edad. Hoy Madonna sigue siendo una diva, una mujer a cargo de su propia vida y, también, libre y desobediente como siempre lo ha sido, pero avalada por la experiencia.
“Ningún ser humano es igual a los 20 años, a los 30 y a los 50, ¿por qué se lo vamos a exigir a Madonna?”, se pregunta la mánager Rosa Lagarrigue.
Patricia Godes, periodista y crítica musical, apunta: “Mick Jagger tiene 77 años; Bob Dylan va a cumplir 80; B.B. King, en los últimos tiempos, actuaba sentado. No es rompedor continuar una carrera artística a partir de cierta edad. Lo que es transgresor es ser Madonna. Es ella, con su sensación de control y de poder, que cae antipática. Supone un desafío”. Quizá por eso se burlan de su relación sentimental con el bailarín Ahlamalik Williams, de 26 años, o de los problemas que le obligaron a posponer una actuación en enero antes de que se cancelara la gira de Madame X por el Covid-19. Antes también se hicieron todo tipo de chistes sobre el modelo de familia que escogió. Tiene una hija, Lourdes María (23 años) con el bailarín Carlos León. De su relación con el cineasta Guy Ritchie nació Rocco (19). Y cuatro hijos adoptivos: David Banda (14), Mercy James (14) y las gemelas Stella y Esther (7).
La veterana mánager Rosa Lagarrigue, fundadora y directora de la empresa de representación RLM, a cargo de las carreras de artistas de largo recorrido –como las de Miguel Bosé, Ana Torroja o Raphael–, tiene claro el calado de la masa anónima: “Deberíamos partir de la base de que quienes atacan desde las redes sociales son cobardes ignorantes”.
El problema llega cuando son los medios de comunicación tradicionales los que ridiculizan o invisibilizan la trayectoria y labor de una artista. “Hay un poder masculino que decide y manda sobre nuestros gustos –explica Godes–. Siempre se ha considerado mejor el gusto de los chicos. Madonna, de hecho, ha gustado primero a las chicas y a gente muy joven antes que a los críticos musicales. Emanaba esa sensación de saber lo que hacía, de diosa. Algún periódico en este país ha publicado críticas de auténtico ensañamiento con ella”.
Madonna está curtida en mil polémicas y antes las aprovechaba a su favor. Cuando apareció Lady Gaga en el panorama musical se generó una rivalidad artificial entre ellas. Los medios alimentaron esta supuesta hostilidad, a la que, sí, ambas jugaron. Pero apareció Elton John, con tratamiento de sir y sus añitos, y en una entrevista en una televisión australiana habló del conflicto refiriéndose a Madonna como una “stripper de feria”. Se retractó en sus memorias, Me, pero el agravio estaba hecho. Se abría la veda para insultar a una mujer que había roto al menos tantos esquemas como el autor de Rocket Man.
Festival de Eurovisión de 2019, Tel Aviv. El magnate canadiense de origen israelí Sylvan Adams se empeña en contratar a la reina del pop para el certamen y abona un millón de dólares que aseguran nueve minutos de actuación de Madonna. Se pacta que la cantante “recree” sobre el escenario su éxito Like a Prayer, de 1989. La actuación es pobre, como la puesta en escena. No tiene la pirotecnia que merece Eurovisión, y mucho menos los shows de Madonna. La afinación de su voz deja bastante que desear. Ella acaba compitiendo contra sí misma, contra su yo joven. Twitter se ceba y la palabra que más se repite es “bochorno”.
Al finalizar el año, Madonna se lesiona la rodilla y tiene que cancelar los primeros conciertos de su gira Madame X Tour en EE.UU., Londres y Portugal. “Por prescripción médica, debo guardar reposo unos días”, escribía. De nuevo, críticas contra ella. Mejor dicho, contra su edad.
Godes lo razona así: “Se penaliza ser mayor en general, es algo biológico. Nos queda el resquicio de desear mujeres sexy, fértiles y jóvenes para procrear. Si no, no sirves. Desde los años 60, se crean unos nuevos consumidores: los jóvenes blancos. Es entonces cuando la vejez deja de ser sabiduría y el respeto desaparece en aras de un culto exagerado a la juventud”. “Ningún ser humano es igual a los 20 años, a los 30 y a los 50, ¿por qué se lo exigimos a Madonna? Merece todo el respeto –dice Lagarrigue–. La sigo desde que llevaba a Mecano y es excepcional”.
Por estrategia de marketing o genuino interés musical, Madonna grabó hace un año el videoclip de Medellín junto a Maluma, 35 años más joven que la cantante. El tema estaba lleno de ritmo, sensualidad y moda española: Palomo Spain y Ana Locking participaron en el vestuario. En la crítica, muy favorable, que publicó la web Jenesaispop los comentarios más suaves de los usuarios decían: “A mí me da penita en lo que ha quedado su carrera”, “Qué oportunista: con Justin Timberlake, Britney Spears o Nicki Minaj”. La idea que sobrevuela ese anonimato general en la red es que está acabada.
No se acepta de Madonna que no se comporte como una mujer de su edad. Cuando aparecieron fotos en las que la cantante se mostraba en actitud cariñosa con su actual pareja, se dijo de Williams que era poco menos que “un chico de compañía para una señora mayor”.
Diana Sánchez, psicóloga y sexóloga, analiza el fenómeno del que es víctima Madonna desde una óptica profesional: “Nuestra sociedad aún tiene grabados a fuego en su inconsciente colectivo los roles de género. La masa que critica indolentemente es víctima de sus propias represiones. No ven que, al criticar a una mujer por absolutamente todo, caen en la más clara falta de coherencia con nuestro tiempo. Las mujeres podemos y debemos trabajar hasta que queramos y hacer deporte, bailar, reír y practicar sexo hasta que ya no podamos más. Ella lo hace, y si decidiese retirarse también sería un ejemplo. Por suerte, la realidad social no es equivalente al inconsciente social”.
Como resume Rosa Lagarrigue, “Madonna ha revolucionado el mundo de las mujeres en la música y todavía sigue esforzándose, lucha por su trabajo y sus fans. ¿Dónde está el problema?”.
Año 2020. Madonna tiene 61 años y seguimos sin saber cómo se tiene que comportar una artista de esa edad. Tal vez esté ella en este mundo para decírnoslo.
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