«¿Por qué huiste?», le pregunta una psicóloga a Jules (Hunter Schafer) en los primeros segundos de ‘Euphoria: Los perfectos a m*marla (Parte 2: Jules)‘, una de las grandes preguntas que quedaron pendientes en el final de la primera temporada de ‘Euphoria‘. Su respuesta llegará en forma de 55 minutos de reflexiones, fantasías y pesadillas dentro de la psique del personaje, pero, primero, la cámara se queda paralizada en un plano detalle del ojo azulado de Jules, en el que se proyectan al ritmo de ‘Liability’ de Lorde todos los momentos que ha compartido con Rue (Zendaya).
Es una imagen que no solo funciona como suerte de resumen acelerado y nostálgico, sino también como declaración de intenciones: este segundo episodio especial es una vía de entrada hacia un mundo interior creado por la protagonista, que ha proyectado tantas fantasías imaginarias que, a la hora de la verdad, la realidad ha sido una completa decepción.
La serie de HBO, creada por Sam Levinson, empezó contándonos las luchas de Rue para encontrar una razón por la que desintoxicarse y vivir en un mundo lleno de dolor del que no quiere formar parte (‘Euphoria: Las rayadas no son eternas (Parte 1: Rue)‘), y sigue ahora con la perspectiva de Jules en ‘Euphoria: Los perfectos a m*marla (Parte 2: Jules)’, que no ofrece realmente nuevas revelaciones en términos narrativos, sino que elabora un estudio de un personaje que, a pesar de haber tenido grandes momentos en el pasado, ha vivido a la sombra de la protagonista de la historia. Ahora es su turno de abrirse en canal y confesar qué hay detrás de ese miedo y confusión que la llevó a huir. Pero contestar a esa pregunta que le hacía la doctora Mandy Nichols (Lauren Weedman) al inicio del episodio es más complicado de lo que parece.
Jules habla aquí de sus miedos más profundos, como la obsesión por ajustarse a un tipo específico de feminidad canónica. «En algún punto del camino, creo que la feminidad me conquistó a mí», dice, sintiéndose «un fraude» por cómo su transición ha sido definida por los estándares de belleza femeninos y, también, el anhelo del deseo masculino. «Creo que he definido toda mi feminidad alrededor de los hombres, cuando, en el fondo, ya no me interesan los tíos, así, como concepto», dice en otro momento. El episodio nos muestra una crisis de identidad profunda en Jules, que está pensando en dejar de tomar hormonas. En la intimidad y honestidad de sus monólogos sobre la experiencia trans vemos la mano de la propia Schafer, que ejerce como co-guionista del episodio junto a Levison.
Pero lo que más encontramos en ‘Euphoria: Los perfectos a m*marla’ no son solo sus problemas, sino también cómo se ha escondido de ellos durante tanto tiempo. Jules se confiesa enamoradiza y fantasiosa. Cuando vives en una realidad en la que apenas puedes respirar, a veces la única bolsa de oxígeno posible es tu propia imaginación. Así, el personaje nos deja entrar en una mente llena de ilusiones, donde, por ejemplo, las relaciones virtuales son mejores que las que se experimentan en persona. Porque no te decepcionan tanto, porque el 50% lo pone tu cabeza. Hay cierto retrato de la Gen Z como generación que entiende las redes sociales como refugio, como tapadera de miedos y, al mismo tiempo, como canalizador de los mismos. Al final, de eso va ‘Euphoria’ en su conjunto: de ponernos frente a una nueva juventud donde la incertidumbre y la desesperanza se antojan más pronunciadas que nunca.
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Los dos episodios que ejercen de puente entre la primera y segunda temporada de la serie tienen el mismo objetivo de mirar con lupa a una de sus principales protagonistas, pero, aun así, son muy diferentes en forma. El primero tenía más peso discursivo, su reflexión era tan potente que no necesitaba nada más que una mesa en un bar y una conversación, pero este segundo episodio se muestra más en sintonía con la puesta en escena del resto de la serie, a través de insertos pesadillescos y momentos musicales. Medios como Variety han criticado que Levinson recurra a más golpes de efecto para enmascarar un episodio que no tiene nada nuevo que decir. Sin embargo, también podría argumentarse que cada uno responde al estado de su protagonista: Rue está estancada y es incapaz de avanzar con su rehabilitación (de ahí que la acción esté atrapada en una localización, que rinde homenaje a ‘Nighthawks’ de Edward Hopper), mientras que en el centro del episodio de Jules se sitúa su imaginación desbordada, las fantasías que proyecta constantemente en su cabeza. Para retratar ese estado entre la crisis y la catarsis, necesitábamos salir de esa charla con la psicóloga, teníamos que volar con ella en sus ilusiones e imágenes autoconstruidas, vivir la espiral de imágenes que conviven mano a mano con la realidad en su mente. Cada episodio responde directamente a la personalidad y estado vital de sus protagonistas.
Si la industria de Hollywood fuese justa, Hunter Schafer debería ser una de las próximas grandes estrellas de la pantalla. La forma en la que proyecta su discurso con una mezcla compleja entre fortaleza y fragilidad, determinación y duda, orgullo y vergüenza… Es arrebatadora. Un talento que lleva sobre sus hombros no solo la carga emocional de este episodio, sino también de una parte importante de ‘Euphoria’, que ha supuesto su debut en la interpretación.
No sabemos qué le deparará en la segunda temporada que llegará previsiblemente a finales de este 2021, pero su Jules (pues le pertenece tanto como a Levinson) es uno de los personajes más fascinantes del momento.
Vía: Fotogramas ES
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