Hay películas que marcaron un hito en su momento y que nos emocionaron, pero que es mejor no volver a ver. El paso del tiempo es atroz con los buenos recuerdos. Sin embargo, esto no ocurre con Ghost, cuya historia sigue haciendo vibrar a las nuevas generaciones e incluso ha tenido una segunda vida con un musical. Y eso nos lleva a analizar qué ingredientes contiene y por qué no tienen fecha de caducidad.
El amor incondicional
El banquero Sam y la escultora Molly se quieren de verdad. No un poquito o un ratito: a todas horas y para siempre. Su amor es un dogma de fe que articula la película. Y eso puede parecer cursi, pero funciona. Ahora muchas películas nos muestran a personajes que se quieren de aquella manera, con las dudas que tienen la mayoría de hijos de vecino. Eso ya lo vivimos a diario. El amor de los protagonistas es el ideal con el que todos sueñan. Tiene esa incondicionalidad de Romeo y Julieta o de Titanic. El truco de Ghost es que no busca que nos sintamos identificados si no que nos sumerge una historia que trasciende nuestro día a día.
El componente esotérico
Historias de amor se han visto en la historia del cine de todo tipos. Sin embargo, ¿con un fantasma? ¿De verdad? La idea ahora tal vez parezca la mar de normal, pues ya se ha hecho, pero en su momento normalita no parecía. La ecuación fantasmas más amor podía ser un fiasco en taquilla. Entonces, ¿por qué funcionó? La razón es que apela al imaginario del amor después de la muerte, pero en vez de dejarlo suspendido mágicamente, nos muestra a un atribulado fantasma enamorado luchando por su amada.
El erotismo icónico
Veníamos de los 80 y de un cine subido de tono con tórridas escenas esteticistas con ínfulas de perversas. No se puede decir que Nueve semanas y media y El cartero siempre llama dos veces, por ejemplo, tuvieran nada de puritanas, precisamente. Y en ese sentido Ghost no es tan explícita, pero arriesga. ¿Alguien confiaba en los poderes lúbricos de la alfarería? ¿Alguien, antes de la película, se había puesto viendo un torno? Pues esa apuesta se convirtió en una de las imágenes más icónicas de la película. Luego un videclip fino, del que nadie se acuerda, sugería el clímax de la escena, que a esas alturas era lo de menos.
La escena incónica quedó tan grabada en la memoria como la frase: “Te quiero” a lo que él responde “ídem”. Y ninguna de las dos, sobre un guión, parecían tan poderosas para influir en generaciones de enamorados como lo hicieran. Pero lo hicieron.
La mezcla de géneros
En este punto se impone hablar del director de la película: Jerry Zucker. Le abalaba un curriculum de risa y es literal: Aterriza como puedas y Top Secret. Y como gracejo no le faltaba al buen hombre, hizo de las suyas añadiendo una dosis de comedia a la historia. Y por si fuera poco, también la roció con unas gotas de miedo: el mundo fantasmagórico se lo había puesto a tiro. Aunque con el tiempo, eso se ha de reconocer, el miedo es lo único que caduca y vista por un espectador actual, ni siquiera inquieta. Pero ahí estaban juntos de la mano todos los géneros. Y la mezcolanza es un difícil arte: o es un pastiche o es un producto apañado para contentar a todo tipo de público. Y Zucker logró lo segundo. Los que se acercaban al film temerosos de ser acusados de cursis, se reconfortaban en la comedia. Y los que temían ser demasiado superficiales encontraban su coartada en la historia de amor. Y todos contentos.
La elección de los protagonistas
Cuentan que Demi Moore consiguió el papel porque le prometió al director que sabía llorar como quisiera: incluso con un ojo o con el otro. Así desbancó a la otra favorita, ni más ni menos que Nicole Kidman. Demi Moore intentó convencer a su entonces marido, Bruce Willis, que se enfangara con ella y cuenta la leyenda que siempre se arrepintió de no haber aceptado el papel. El dúo Moore-Swayze desprende una química mística, no demasiado carnal, tal vez porque ambos actores no se caían demasiado bien.
Pero una pareja de jóvenes y bellos se conseguía chasqueando los dedos en la colina de Los Angeles. Sin embargo, la diferencia la marca Whoppi Golberg, que entró en la película gracias a Swayze. Todas las actrices de color andaban locas por hacerse con el papel y Golberg fue desestimada en una audición. Pero la insistencia del actor, logró que le concedieran el papel que le valió un Oscar como actriz de reparto. Y un hito: fue la primera actriz negra en acariciar la dorada estatuilla.
Y algo más
Pero cualquier análisis olvida que hay factores que se escapan al análisis. Todos los ingredientes de Ghost aislados tienen poca chicha y juntos podrían haber resultado un esperpento. Pero hay películas que consiguen conectar con sus espectadores, con una química que siempre tiene algo de fortuito e inesperado. Y, con toda seguridad, este es el caso de Ghost.
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