La hija (ya reconocida) del rey de Bélgica: En Bruselas mi vida se convirtió en un infierno

Alberto II de Bélgica ha reconocido este lunes la paternidad de Delphine Boël (Bélgica, 1968), una escultra belga que ha luchado durante los últimos años para que la justicia la declarasehija del monarca emérito. “Las conclusiones científicas indican que es el padre biológico”, dijeron los abogados del rey en un comunicado que recogen los medios del país. A su vez, los letrados señalan que, aunque existen “argumentos jurídicos para justificar que una paternidad legal no es necesariamente el reflejo de una paternidad biológica” y el proceso adoptado le parece “discutible”, el rey Alberto ha decidido no plantearlos y “poner fin con honor y dignidad a este difícil proceso”. En 2017, la artista concedió una entrevista a Vanity Fair en la que compartía algunos de los muchos recuerdos que atesoraba de su infancia con el monarca.“Cuando era pequeña y salía a cenar con ellos, me quedaba dormida debajo de la mesa del restaurante. Entonces él me cogía en sus brazos y me llevaba a casa”, dijo.

Tras ocho años de lucha en los tribunales, Delphine conseguía sentar a Alberto II en el banquillo. El21 de febrero de 2017 tenía su primera comparecencia judicial, pero no acudió. “Sabíamos que inventaría una excusa para no personarse ”, explicó entonces resignada. Según su versión, Alberto y su madre, la baronesa Sybille de Selys Longchamps, fueron amantes durante 18 años: “Se conocieron en Atenas, donde mi abuelo era embajador. Los dos estaban casados, pero sus matrimonios no funcionaban”. Dos años después nació Delphine: “Alberto venía mucho a casa de visita”. Era una figura tan presente en su vida que cuando a los 17 años su madre le confesó que Alberto era su verdadero padre, no le extrañó. “Tenemos el mismo sentido del humor. Nos llevábamos muy bien. Íbamos de vacaciones a Córcega, a Saint-Tropez. Nos hacía visitas en Londres …”.

Cuando Delphine nació, su madre estaba casada con el empresario Jacques Boël, uno de los hombres más ricos de Bélgica. “No los recuerdo viviendo juntos nunca ”, cuenta la artista. Aunque el matrimonio no funcionó, jamás se divorciaron. Por eso Delphine lleva el apellido de su padrastro.

En 1976 madre e hija se instalaron en la capital británica. Entonces Alberto se había planteado en dos ocasiones divorciarse de su mujer, la princesa italiana Paola Ruffo di Calabria, con quien tenía tres hijos: Felipe, Astrid y Lorenzo. La Casa Real belga había llegado a preparar los papeles, pero una cláusula paralizó el proceso: Sybille de Selys Longchamps tendría prohibido ver a los hijos de Alberto. “Nunca podrían vivir todos juntos bajo el mismo techo. Eso dejaba a mi madre en una situación delicada. No quería romper una familia y parecer como una malvada sin escrúpulos ”. La baronesa decidió poner tierra de por medio, pero la pareja no terminó con su romance.

Delphine, como su madre, creció obsesionada por mantener la verdad en secreto. “Convirtió el asunto en una cuestión de Estado. Repetía constantemente que había que sacrificarse por Bélgica. Eran otros tiempos”. Delphine guardó silencio, pero en 2001 sus esquemas se tambalearon. “Mi madre sufrió una grave operación de corazón y llamé a Alberto para informarle. En ese momento explotó. ‘¡Deja de llamarme! ¡No eres mi hija!’, me gritó ”. Se quedó petrificada. ¿Dónde estaba aquel hombre que siempre había sido tan bueno y cariñoso con ella?

Dos años más tarde, cuando Delphine iba a dar a luz a su primogénita, decidió volver a vivir a Bélgica con su marido, el consultor empresarial James O’Hare. “Quería que mi hija tuviera raíces. Un niño no viene al mundo de la nada. Entonces empecé a pensar seriamente en mi historia”, reconoció. En el año 2008, empujada por la presión, el asombro y el enfado, decidió emprender acciones legales: “En Bruselas la gente me reconocía por la calle y mi vida se convirtió en un infierno ”. En paralelo, y como terapia, ha volcado durante este tiempo su frustración en sus cuadros. “Soy artista desde que nací”, reconoció Delphine en 206 un tiempo después de inaugurar la retrospectiva Never give up (Nunca te rindas) en el Musée d’Ixelles de Bruselas . “Mi trabajo es un cúmulo de alegres tristezas. Transformo acontecimientos negativos en algo positivo y lo plasmo en obras coloristas con un mensaje sarcástico. Como una bofetada que te devuelve bruscamente a la realidad ”. Entonces le preguntamos.

—¿Qué opina su madre?
—Está muy disgustada. Nunca pensó que Alberto me rechazaría de una forma tan cruel y poco civilizada.

—¿Qué pasará si finalmente se demuestra que es hija del rey?
—No lo he pensado… Es muy duro llevar a tu padre a juicio. Pero era necesario.

UNA CORONA INESPERADA

El príncipe Alberto llegó al trono de forma repentina. Fue en 1993, cuando su hermano –el rey Balduino– falleció súbitamente a los 62 años. El monarca, casado con la española Fabiola de Mora y Aragón , no tenía descendencia. “Cuando me contaron que mi padre iba a ser rey, me dio mucha pena. Se llevaba muy bien con su hermano y se le venía encima una responsabilidad muy grande. Le gustaba su vida. No creo que tuviera especial interés en ser coronado ”, confiesa Delphine.

Alberto II abdicó en 2013, acuciado por el escándalo sobre su relación extramatrimonial y la demanda de paternidad de Delphine Boël. Su primogénito, Felipe , es desde entonces rey de los belgas. Ni él ni su hermana Astrid se han pronunciado sobre su supuesta medio hermana. Solo Lorenzo , conocido por su rebeldía, habla con Delphine y se ha ofrecido para hacerse las pruebas de ADN.

La relación del rey con sus hijos nunca fue fácil, como relató la baronesa Sybille de Selys Longchamps en un programa de la cadena Vier, emitido en Bélgica en 2013 , y recogido en los medios. “El rey viajaba mucho debido a su cargo. Los niños estaban abandonados a su suerte. Se llevaba muy bien con Astrid, pero no tanto con sus dos hijos varones. Lorenzo, el pequeño, era de lejos el favorito de su madre, quien sin embargo era muy dura con su primogénito. Paola era una mujer insufrible e inestable. Una italiana mimada”.

_*Este artículo es una versión extendida y actualizada del publicado en el número 102. Recuerde que Vanity Fair está disponible también en versión digital para todo tipo de dispositivos. Infórmese aquí ._

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