El 10 de marzo de 1997, Buffy cazavampiros se estrenó beneficiándose de la resurrección del slasher. Casualmente, la película Scream había entusiasmado unos meses antes a millones de adolescentes que por fin sentían que la cultura pop (Fuera de onda, Spice Girls) les prestaba atención. La propuesta era simple pero subversiva: la rubia jefa de las animadoras, harta de ser la primera en morir en todas las películas de terror, respondía poniendo la otra mejilla primero y arrancándole la cabeza al monstruo después. La todavía marginal cultura friki, una fortaleza tradicionalmente masculina, reivindicaba el poder de una mujer heredando la Tierra. La serie atrajo un culto inmediato, pero siempre estigmatizada por tres características teóricamente vergonzosas de las que sin embargo Buffy cazavampiros siempre se enorgulleció: era de género fantástico, era para adolescentes y era televisión. Buffy era, a ojos de los académicos, baja cultura. Consumo rápido. Más de 23 años después, la serie es uno de los productos televisivos más analizados y estudiados de la Historia, y acaba de incorporarse al catálogo de Amazon Prime Video. ¿Qué ha pasado en estas dos décadas para que se transforme radicalmente la percepción colectiva de Buffy cazavampiros?
No existe un fan de Buffy que no haya tenido que escuchar durante años comparaciones despectivas con Embrujadas. Pero si alguien mete en el mismo saco a ambas series es porque solo ha visto capítulos sueltos. El equipo de Buffy, liderado por Joss Whedon, sacó petroleo de la marginación a la que fue recluida la serie por su concepto: como nadie les estaba prestando atención, podían hacer lo que quisieran. Puede que lo que nos enganchase fuese el culebrón entre Buffy y Angel, pero nos quedamos por todo lo demás. Su fusión de géneros no se ponía límites. Tenía comedia (desde tontorrona hasta incómoda) , tenía ciencia-ficción (Adam, el robofrankenstein de la temporada 4, a quien Buffy vencía convirtiendo Sunnydale en Matrix) , tenía acción, tenía terror (la muerte, o los perturbadores caballeros burtonianos de Silencio) , tenía romance, tenía familias disfuncionales, tenía aventuras adolescentes, tenía gore (Warren despellejado al final de la temporada 6) , tenía melodrama, tenía surrealismo (el episodio de ensoñaciones Inquietud, con el dichoso hombre del queso) tenía tragedia (Buffy teniendo que matar a Angel segundos después de que recuperase su alma) , y hasta tenía un musical. Y todo funcionaba por dos motivos esenciales: los guionistas se tomaban completamente en serio lo que contaban (sin condescendencia hacia la serie B o hacia los adolescentes) , y los personajes siempre eran el corazón de cada aventura. Por rocambolesca que fuera.
Buffy cazavampiros conectó con los espectadores adolescentes porque había algo muy auténtico en el tratamiento de sus personajes. Todos sufren un conflicto entre lo que son y lo que desean, y esa es una sensación que cualquier adolescente sabe reconocer: el demonio vengativo Anianka, enamorada de un mortal; la pija cabezahueca Cordelia, más sensible de lo que le haría falta; la hacker-bruja Willow, incapaz de controlar sus poderes porque por fin ha conseguido ser alguien especial tras una vida como rata de biblioteca. Y por encima de todos, Buffy, la salvadora de la Humanidad a pesar de sí misma. Que a Buffy no le hace ninguna gracia llevar el peso del mundo sobre sus hombros es un conflicto que aparece desde el piloto hasta el final. La rubia en apuros de toda la vida había mutado de víctima a antiheroína sin pasar por la gloria del héroe. Cuando en 2008 millones de personas alucinaron con el giro nihilista de Batman en El caballero oscuro (no es el héroe que queremos, pero sí el que necesitamos, etc) , y de repente todos los héroes de acción se rebelaron contra su destino, unos cuantos miles de espectadores nos sorprendimos bastante menos: ese es un conflicto que ya habíamos visto en Buffy cazavampiros.
No, Buffy no era baja cultura para consumo basura. Era una historia sofisticada con posos emocionales y psicológicos que además no tenía ningún miedo a la hora de abordar asuntos escabrosos: escarceos sexuales de los que avergonzarse (Buffy y Spike) , adicciones (la Willow yonki de la "magia supernegra") , fracaso mal asimilado (Xander convertido en obrero porque no vale para otra cosa) , abusos sexuales (dos robots femeninas creadas para el placer de los villanos, y un intento de violación en el suelo del baño de Spike contra Buffy que denunció que "no" no siempre significa "un poco sí") , descubrimiento de la homosexualidad (Willow y Tara) o la gestión de la pérdida. La muerte de la madre de Buffy, Joyce, no solo desencadenó el episodio que llamó la atención de miles de críticos, filósofos y demás gente respetada (El cuerpo) , sino que aportó una capa de complejidad a la textura de la serie. Que lo más difícil de este mundo es vivir en él.
Algunas de las mayores desgracias de la serie no están entrañadas en lo sobrenatural, sino que son dramas cotidianos. Tragedias vulgares. Joyce muere por un aneurisma, por mucho que su hija busque inevitablemente una explicación sobrenatural. Un monstruo contra el que vengarse. El trío de pringaos (los humanos Warren, Adam y Andrew) acaba siendo el villano más salvaje cuando dispara y asesina con una corriente pistola a Tara. Buffy tiene que ponerse a trabajar en un restaurante de comida rápida (donde las hamburguesas son carne humana) para pagar las facturas. Y su mayor trauma sentimental no es haber matado a su primer novio, sino ser utilizada por Parker, un aliado feminista de manual que deja de llamarla a la mañana siguiente. El peor villano de Buffy cazavampiros es, por encima de todos, la vida real.
Incluso cuando Buffy intenta echarse un novio normal (Riley, cuya cara es la quintaesencia del chico guapo de los noventa) , se aburre como una ostra y acaba demoliendo una casa entera a polvos con Spike. Para los que conectamos con Buffy, su influencia en nuestra educación sentimental adolescente la convirtió en algo especial. Casi en un secreto que no todo el mundo entendía, y que sinceramente no teníamos ganas de defender. Ellos se lo perdían. Y entonces llegó internet. Y Buffy cavampiros se transformó en un fenómeno cultural.
Los foros y los chats pusieron en contacto a millones de fans que llevaban años disfrutando de Buffy en silencio. Esos fans crecieron, y empezaron a escribir sobre ella. Empezaron a reivindicarla. Quizá somos la primera generación que no ha renegado de sus referentes adolescentes al cumplir los 18, sino que ha intentado encontrar una explicación a esos fenómenos: los fans de Buffy no la dejaron atrás, se la llevaron con ellos a la vida adulta. De este modo, la serie nunca perdió admiradores, sino que fue captando nuevos adeptos. Reivindicar Buffy pasó, en cuestión de un par de años (2006-2008) , de ser una extravagancia pop a un topicazo mainstream. Empezó a ser apuntada como la verdadera pionera de la llamada "edad de oro de la televisión", al saber aprovechar su estructura serializada para contar complejos y enormes arcos narrativos: de repente a todo el mundo le gustaba, con carácter retroactivo, y apreciaba su audacia para derribar las barreras de género (del género femenino y del género fantástico) , sin dejar de ser buena televisión. Sin dejar de ser para adolescentes.
Cuando Buffy asiste a terapia, el orientador le pide que le cuente sus problemas. "No es tan sencillo", zanja la cazavampiros. Su relación con Angel, un hombre mayor que ella (en concreto, 225 años mayor) , ha desencadenado una maldición gitana ancestral: Angelus ahora quiere asesinarla, a ella y a todo el planeta. Y ha empezado partiéndole el cuello a su profesora de informática, la señorita Calendar, en el que probablemente ha sido el mejor plano de toda la serie. No, no es un trauma sencillo de explicar. "Déjame adivinar" tantea el orientador, "¿te acostaste con un chico y ahora él ya no es el mismo?". Buffy se queda sin palabras. El espectador también. Resulta que los problemas provocados por la boca del infierno no son tan distintos de los problemas de la vida real.
Porque todos recordamos perfectamente esa sensación de que el instituto era un infierno. Los populares no, pero ellos no son quienes escriben la historia. Todos tuvimos una amiga del lado oscuro como Faith, todos empezamos con un Angel y acabamos con un Spike, y todos la liamos parda cuando se nos perdió un disquete (en un disquete es donde la señorita Calendar guardaba, en el gesto más puramente noventero de la serie, el hechizo para devolverle el alma a Angel) . Esta cazadora de vampiros, salvadora de la humanidad y aficionada a las galletas (junto a todas las cazadoras alrededor del mundo) reclamó un empoderamiento femenino dos décadas antes de que nadie utilizase el término empoderamiento femenino. Y después de Buffy, eso de "peleas como una chica" no volvió a significar lo mismo.
Joss Whedon popularizaría hasta la estratosfera la cultura friki mediante Los Vengadores. Los que han visto Buffy, reconocen ese humor pardillo, esa tragedia generada por la presión de tener poderes y esa reivindicación de que un equipo es más fuerte que la suma de sus integrantes. Los que han visto Buffy, ya creen en la doctrina de Joss Whedon. En un episodio de la sexta temporada, Normal otra vez, Buffy sufre alucinaciones que sugieren que está internada en un psiquiátrico. Que todas sus aventuras fantásticas son fruto de su imaginación. Que sigue siendo hija única, su madre sigue viva y está aún casada con su padre. Una alucinación que, en realidad, parece mucho más real que todo lo que nos ha contado la serie hasta entonces. Y sin embargo, nos encontramos a nosotros mismos deseando que Buffy regrese al mundo de fantasía. Necesitando que ese universo sobrenatural, por doloroso que resulte a veces, sea el real. Porque Buffy cazavampiros nos enseñó a creer en él. Y lo hizo sin alardes, sin pretensiones y hablando nuestro idioma. Por eso hoy, veinte años después, el mundo entero rinde homenaje a esta serie: nadie tiene ya prejuicios contra ella, ni ironía, ni condescendencia. 23 años después, los raros han ganado.
Artículo publicado originalmente el 10 de marzo de 2017 y actualizado.
Fuente: Leer Artículo Completo