El tono pausado y la palabra exacta de María Neira (1962, La Felguera, Asturias), directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, ponen el contrapunto al tono apocalíptico del que hemos sido testigos durante las últimas semanas. Neira explica una y otra vez la importancia de mantener la calma para actuar correctamente contra la pandemia de coronavirus, que ha desatado una reacción de pánico en muchas de las poblaciones en las que se han detectado contagios. Desde su despacho de Ginebra, Neira batalla por controlar los brotes epidemiológicos, poner coto a la mortalidad infantil o prevenir el sida o la tuberculosis. También por imponer la racionalidad científica frente al miedo.
Mujerhoy ¿Se puede decir que es más peligroso el miedo que la epidemia de coronavirus en sí?
María Neira A la epidemia hay que responder, que es lo que estamos haciendo. Pero la preparación y la respuesta deben ser proporcionadas. Y eso se ha perdido en algún punto del camino. Lo que no quiere decir que esta epidemia no sea más o menos seria. Todos los problemas de salud merecen atención.
M.H. ¿Por qué se ha creado esta situación?
María N. El coronavirus es nuevo. Habría que evitar que entre en nuestra población y se quede. Por eso hay que estar alerta, a ver si lo podemos contener, pero dejando trabajar a la ciencia. Hay que desechar las medidas innecesarias, causadas por el pánico, la desinformación o el exceso de información. Todo eso ha dado lugar a una situación un poco más irracional de lo que solemos gestionar.
M.H. ¿Pero tenemos que tener miedo?
María N. No es una cuestión de miedo, sino de reaccionar con las medidas justas. Ahora a todos los virus hay que tenerles mucho respeto. Con ellos tenemos pocas armas para defendernos: no hay antibióticos, como contra las bacterias. Hay que hacer lo que hace España, que es tener un buen sistema de vigilancia y aislar los casos que aparezcan. Que la población tenga miedo no aporta nada a la lucha contra la epidemia y es un sufrimiento innecesario.
El pánico ha generado una situación irracional con el coronavirus».
M.H. ¿Habrá una vacuna dentro de poco?
María N. Habrá una vacuna, pero necesitamos un año o año y medio como mínimo para los ensayos clínicos necesarios.
M.H. ¿Ese este nuestro futuro? ¿Virus contra los que no sabemos qué hacer?
María N. Ese es nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Los virus aparecen constantemente, o se vuelven más virulentos. Son parte de nuestra civilización. Pero hay otros retos de salud pública que estamos creando, como la obesidad, el sedentarismo o la contaminación del aire. Por otra parte, hay grandes avances en las enfermedades infecciosas pero, entre el movimiento antivacunas y el uso irracional de los antibióticos, nos estamos quedando sin ese arsenal tan importante.
M.H. Entonces, los enemigos somos nosotros mismos.
María N. Seguimos siendo vulnerables y a veces parece que se nos olvida: contaminamos, llenamos de plástico los océanos… Eso se volverá en nuestra contra. Pero no quiere decir que haya un apocalipsis, quiere decir que hay que racionalizar, que hay que convivir con virus y bacterias sin dejarles volverse letales para nosotros.
Seguimos siendo vulnerables y parece que se nos olvida: contaminamos, llenamos de plástico los océanos… Eso se volverá en nuestra contra”.
M.H. ¿Qué siente como científica cuando figuras relevantes niegan que la contaminación causa muertes?
María N. Por suerte cada vez pasa menos, porque la población esta informada. Pero hay verdades que no podemos esconder bajo ningún manto político, como los niveles de contaminación en las ciudades europeas. Todo el mundo puede opinar en un bar, pero cuando tienes una responsabilidad institucional, es algo penoso decir que no hay un vínculo entre salud y contaminación. Toda la comunidad científica salió a dar los datos, que son apabullantes.
M.H. ¿Cuáles son las cifras de mortalidad en España por contaminación del aire?
María N. En casi todas las ciudades europeas es de entre 30.000 y 40.000 muertes al año. Podrían evitarse, y todo el sufrimiento en forma de asma, enfermedades respiratorias crónicas, infartos, problemas en el desarrollo del feto..
(Tal vez fuera la contaminación que asolaba su ciudad, en la cuenca minera asturiana, lo que la llevó a ser médico, aunque ella dice que entonces a todos les parecía normal que el río Nalón bajara negro y espeso. Estudió Medicina en la Universidad de Oviedo. Se especializó en Endocrinología y Enfermedades Metabólicas en la Universidad René Descartes, y en Nutrición en el Conservatoire National d’Arts et Métiers, de París. Llegó a la OMS en 1993. Fue coordinadora del Grupo Global de Trabajo del Control de Cólera. En 2009, recogió el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional a la OMS, junto a Margaret Chan, su directora. Pero lo que recuerda como decisivo fue su trabajo con Médicos Sin Fronteras. Allí entendió lo que era la salud pública).
M.H. ¿Por qué fue tan importante?
María N. Es algo irreversible, nunca vuelves a ser la misma persona. Te encuentras en un campo de refugiados donde no tienes material ni tecnología y tienes que practicar cirugía de urgencia sin dominarla. Entonces todo lo básico se vuelve fundamental, hay que ser muy eficiente con lo poco que tienes, y resuelves cuestiones de vida o muerte. De ahí viene no conformarme con esa intervención, que es muy importante: no quiero tratar al niño con malnutrición, quiero evitar que ese niño esté expuesto a la malnutrición. Y ahí empiezas a tener más ambición, quieres tener más impacto en la salud de la gente.
M.H. ¿La OMS es un lugar muy burocrático para un médico?
María N. Para mí, la OMS era un sueño desde joven. No lo perseguí, pero fue una trayectoria muy lógica. Ahora trato cuestiones de salud pública que tienen un impacto enorme en mucha gente: el plomo en la gasolina, los pesticidas, la contaminación, el tabaco…
M.H. ¿Qué diría usted a una joven aspirante a científica?
María N. Que llegue todo lo alto que quiera y se divierta en el camino. Cada día veo más chicas en ciencia, y las animaría a que no se dejen intimidar, que no les digan: “No se puede tener todo”. Eso me enfada muchísimo. ¿Cómo que no se puede ser madre, esposa y científica? Somos buenas, competentes y solidarias; las mujeres, si nos apoyamos entre nosotras, somos una bomba. Una bomba buena, claro.
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