Con el compromiso de la comunidad en la que se va a construir la escuela, comienza la cuenta atrás de tres meses para ejecutar el trabajo de construcción. José Antonio se pone manos a la obra e inicia la búsqueda de trabajadores y de materiales.
José Antonio pronto se da cuenta de que su entorno está rodeado de peligros: caminos llenos de guerrillas y bandidos y explotaciones de minerales como el oro y el coltán, el mineral de la muerte. A pesar del rechazo frontal de siniestros personajes, se adentra en las minas y descubre situaciones de extrema dureza: desplazados internos, niños soldado, violación y muerte.
La toma de conciencia de estas realidades refuerza su empeño y decide colocar los cimientos de la escuela. Pero antes, como dicta la tradición local, el jefe de la comunidad debe llevar a cabo un ritual para bendecir el lugar y protegerles de los muchos peligros que inevitablemente se les avecinan.
La lucha por escolarizar a niños sin recursos
Después de vivir en 11 países durante más de 22 años y tras haber recorrido el mundo, José Antonio Ruiz decidió devolverle a la vida lo que la vida le había dado a él ayudando a quienes no habían tenido la oportunidad de estudiar, apostando por la educación como herramienta de desarrollo.
Motivado por su determinación de ayudar a los niños más necesitados del este de la República Democrática del Congo, José Antonio Ruiz –con 30.000 € en el bolsillo recopilados entre sus propios ahorros y de donaciones de familiares y amigos– emprendió un peligroso viaje por lo más profundo del país y sus paupérrimas infraestructuras junto a dos operadores de cámara hasta localizar una comunidad remota sobre la que levantar los cimientos de la escuela. A lo largo de seis fascinantes entregas, José Antonio va contando las dificultades que supone intentar hacer su sueño realidad en un entorno muy complejo desde el punto de vista político, social y cultural.
Aunque su llegada fue bien recibida por una gran parte de la comunidad, la corrupción de algunas autoridades locales puso en riesgo no solo el proyecto, sino también la integridad física del equipo, que conforme avanzaba en su objetivo de levantar la escuela se vio obligado a sortear un peligroso camino de riesgos, guerrillas, bandidos y explotaciones de minerales como el oro y el coltán, conocido como ‘el mineral de la muerte’.
A pesar de los obstáculos y los contratiempos, la determinación de José Antonio le llevó a perseverar en su empeño y le permitió vivir experiencias extraordinarias a través del cariño y el esfuerzo de las personas que se implicaron en el proyecto y les iniciaron en numerosas tradiciones congoleñas; la convivencia en la selva con miembros de una tribu de pigmeos, con quienes compartieron su ancestral modo de vida; y la visita al fascinante volcán en activo de Nyiragongo y a los gorilas de montaña, entre otras situaciones.
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