Es políticamente incorrecto lo que voy a decir, pero hay reacciones del cuerpo humano que son una completa ordinariez, nadie debería padecerlas. Una de ellas es sudar. Ya sé que es sano, que puede ser sexy, un modo de eliminar toxinas y que incluso sirve para refrescar el cuerpo como reacción a las altas temperaturas…
Pocas cosas hay peores que ese cerquillo en la camisa debajo del brazo, las gotas en el bigote, sentir que transpiras hasta en donde no tenías noticias o ir a dar la mano y… bueno. Encima, si les pasa como a mí, que odio el aire acondicionado, me comprenderán enseguida.
Es cierto que, como no somos iguales, los hombres sudan más y padecen peor el calor que las mujeres. Pero hoy les voy a dar una buena noticia de la que seguramente no habían oído hablar. Tenemos un arma infalible, elegante, eficaz y barata: el puñal.
Así se llama el abanico para hombres, ¿o creían que es un instrumento solo para mujeres? Que haya pocos que se animen a llevarlo por grande, difícil de guardar, afectado o que da mucho el cante, es una cosa, pero en una calurosa tarde de verano a ver quién es el guapo —lleno de prejuicios— que no se pega a la vecina que mejor mueva el aire con su abanico.
Desde siempre ha habido hombres que los usaban. En China los mandarines los llevaban dentro de su funda de marfil que colgaba del cinturón. Dos de los personajes famosos que no podían prescindir de él fueron Kruschev o Mao, y todos tenemos en mente la imagen de Christian Lacroix o de Karl Lagerfeld meneando los suyos.
En la generación del 27 los llevaban todos: Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, los más guapos —y más pijos de la época—. Porque su uso hay que reconocer que siempre fue un poco pijo y propio de los caballeros del sur —que lo exportaron a los dandis del norte—. Vaticino que va a ser uno de esos artilugios que, como el sombrero Panamá, volverán con fuerza por necesidad y relación calidad-precio.
Jaime de Marichalar, usuario habitual, me decía una vez que los utiliza porque no soporta el calor y le da igual si son o no sofisticados o del color adecuado. “No los llevo por moda, sino por pragmatismo”. Los compra en una tienda de Madrid, siempre pequeños y negros.
En Sevilla, según cuenta el anticuario Manolo Morales —otro de sus partidarios—, solo se utilizan de feria a feria —de la de abril a la de San Miguel, en septiembre—, y recuerda que lo adecuado es abanicarse con el índice y el pulgar sin hacer aspavientos como hacen las mujeres.
Pero todo puñal tiene sus normas y sus claves. Memorícenlas:
—Se llama puñal por la forma recta y decreciente de sus varillas.
—Mide entre 15 y 20 cm.
—Tiene el país (la tela) proporcionalmente más grande que el femenino, para compensar su pequeño tamaño.
—Es sobrio y liso en el color. Antes el blanco era de etiqueta y el negro no se usaba.
—Se lleva siempre en el bolsillo delantero de la chaqueta.A veces, también en el bolsillo trasero del vaquero.
—Nunca se utiliza dentro de casa, es para exterior.
—En pareja, siempre tiene prioridad el femenino.
—Los tienen en Casa Gil y en Casa de Diego (Madrid) y en Juan Foronda o Lola Ortega (Sevilla).
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