Obama es hoy 40 veces más rico que antes de ser presidente: Michelle y un negocio dedicado al autobombo son las claves

Antes de ser elegido presidente de los Estados Unidos, Barak Obama era senador por el estado de Illinois, cargo en el que cobraba un salario anual de 60.000 dólares a los que sumaba otros 32.000 por su tarea como profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Chicago. En términos monetarios, le iba mucho mejor a Michelle, su esposa, que tras haber trabajado en una prestigiosa firma de abogados, aceptó ser vicepresidenta de asuntos comunitarios en los Hospitales de la Universidad de Chicago, un puesto por el que cobraba más de 300.000 dólares al año. También recibía una cantidad indeterminada por su puesto de directiva en Tree House Foods, una empresa privada de alimentación.

Cuando en noviembre de 2008, Obama se convertía en el primer afroamericano en ganar unas elecciones presidenciales, ambos dejaron sus ocupaciones para centrarse en la tarea de dirigir el país y la Casa Blanca, trabajo que implica una alta dosis de exposición mediática y cuidado de la imagen pública, dos facetas en la que el matrimonio Obama mostró, desde el inicio, una pericia natural.

Hoy, 12 años después y cuando están a punto de cumplirse cuatro de su retirada, Barack Obama cumple 59 años con un patrimonio neto de 40 millones de dólares, según una estimación hecha por GoBankingRates. Una cifra que contrasta con el 1,3 millones que declaró la pareja cuando llegó a la Casa Blanca. Casi la mitad de esa nueva fortuna la hizo siendo presidente de los EEUU y con ayuda de su mujer, pero la otra mitad la han conseguido ya fuera del cargo y gracias, precisamente, a la habilidad que ambos tienen para promocionarse: conferencias, libros que se convierten rápidamente en best-seller, un podcast y hasta una productora, Higher Ground Productions, con la que, además de hacer caja, siguen construyendo y manteniendo la imagen con la que se convirtieron en el matrimonio presidencial más atractivo para los medios desde que habitaron la Casa Blanca JFK y Jacqueline Kennedy.

Conferencias millonarias

Los Obama también han hecho algunas inversiones inmobiliarias en estos años. Una es la casa que compraron con vistas a cuando dejaran la residencia presidencial. Se trata de una mansión de más de 8.000 metros cuadrados ubicada en Washington DC por la que pagaron 8,1 million. Otra, de casi 7.000 metros, la adquirieron a finales de 2019 en Martha’s Vineyardy pagaron por ella casi 12 millones de dólares. Pero la compra de inmuebles no se puede comparar al beneficio obtenido por el matrimonio gracias a las conferencias. Una agencia que ha intentado contrarlos en España para varios proyectos, afirman que no hay modalidad de evento que no cobren y ellos, como el resto de fuentes consultadas, hablan de un cuarto de millón de dólares por charla. Otros aseguran que puede llegar a ser un millón, pero la agencia cree que esa cantidad, si es que la dan sus representantes, podría ser disuasoria: es decir, la pide para no hacer el encargo.

SegúnBusiness Insider: el ex presidente cobró por dos charlas en la NorthernTrust Corporation 800.000 dólares y 1,2 millones por otras tres ofrecidas a distintas firmas de Wall Street durante 2017. Es cierto que en el caso de Barack Obama, algunas conferencias las ofrece en calidad de expresidente o miembro del Partido Demócrata y no las cobra. Son los casos de todos los actos de apoyo a Joe Biden, pero también la charla que dio en mayo durante la semana de los maestros, en la que organizó una videoconferencia con tres profesores de Chicago. Sí recibe honorarios por intervenciones como la que realizó en julio de 2018 en Madrid en la Cumbre de Economía Circular.

Más libre es en su tarea como escritor, que le proporciona otra parte importante de sus ingresos. Según Forbes, de 2005 a 2016 Obama recibió 15,6 millones de dólares en anticipos y derechos de autor por La audacia de la esperanza y A ti te canto: una carta a mis hijas " y en derechos de autor de Sueños de mi padre, su primer libro de memorias. Michelle, que como ex primera dama quedó más liberada de cualquier compromiso una vez abandonado su puesto, sí cobra por todas sus conferencias y apariciones públicas: por ejemplo, cuando salió al escenario de los Premios Grammy en 2019 o su aparición como presentadora en julio de 2017 para dar uno de los premios ESPY que se otorgan cada año a los mejores deportistas. Allí, recibió una ovación de varios minutos, lo que da cuenta de la popularidad de la ex primera dama, que firmó a cuatro manos con su marido un acuerdo con Penguin Random House de 65 millones por sendos libros de memorias.

Michelle, muy cotizada

A principios de 2020, la agenda de Michelle estaba repleta de eventos parecidos que se han ido postponiendo a causa del coronavirus. Su nombre, sin embargo, sigue apareciendo en la web ticketmaster, pues no pocos de sus actos requieren una entrada de pago. Fue el caso de su comparecencia en abril de 2019 en el auditorio AccorHotels Arena de París, un recinto con capacidad para más de 20.000 personas. La abogada, sin embargo, no iba a dar una conferencia sino a hablar de su libro, pues la promoción en casos como el de los Obama no se solicita, es concedida. Y además, se cobra.

A aumentar la expectación contribuye el hecho de que cualquier periodista, programa o revista esté encantado de contar con ellos, aunque programas "amigos" como el de Ellen Degeneres u Oprah Winfrey son sus favoritos. En este último también presentó Michelle sus memorias, Becoming, publicadas en noviembre de 2018. Sólo le hicieron falta unas semanas para convertirse en el número 1 de los best-sellers del año. Pero como si toda esa atención mediática fuera poca, los Obama han creado sus propios canales de comunicación: la productora creada en 2018 es un ejemplo.

Con ella, el matrimonio anunció, en abril de 2019, un acuerdo con una de las empresas más grandes del entretenimiento en streaming, Netflix. El dinero que iban a recibir ambas partes no se conoce pero sí la audiencia que iban a tener los Obama: 148 millones de suscriptores a quienes enviar su mensaje. Desde entonces, la compañía no ha dejado de anunciar lanzamientos de diferentes títulos. Por ejemplo, Frederick Douglass: Prophet of Freedom, la adaptación a la gran pantalla del bestseller publicado por David W. Blight en 2018 y el tipo de historia, con fuerte carga social, que los Obama abanderan en todas sus apariciones. Douglass fue una de las personas que más luchó por abolir la esclavitud, de la que él mismo escapó, durante el siglo XIX.

Que se relacione la historia de Douglass con Barack y Michelle Obama es una estrategia estudiada y llevada a cabo en otras ocasiones: la ya estrenada American Factory es otro documental con su sello que denuncia la violación de derechos laborales. Para rematar la faena, Netflix consiguió los derechos de ese largometraje gracias a un acuerdo de 3 millones de dólares con el Festival de Sundance. No hay motivo para dudar del compromiso de los Obama con las causas que defienden, tampoco para obviar que todas esas historias funcionan para su imagen como un espejo.

El control del relato

A controlar el mensaje y la imagen que se da de ellos, los Obama empezaron a hacerlo en la Casa Blanca. Por ejemplo, cuando el presidente eligió a Peter Souza como fotógrafo oficial. Tal como explicó en Vanity Fair David López Canales en este reportaje, "si hasta entonces el trabajo de los fotógrafos oficiales había sido documentar la historia, con Obama se convirtió en crear la historia". Y lo hizo de una forma muy sencilla: mientras que George Bush había optado por tener un retratista oficial que daba un material limitado a la prensa, Obama inundó a los medios de imágenes fabulosas en las que siempre aparecía como un líder poderoso, un hombre atractivo, casi actor de cine y un marido siempre seductor y cariñoso con Michelle.

“Con Souza, Obama no era como es, sino como se lo mostraba”, le dijo uno de los fotógrafos que cubría la Casa Blanca durante su mandato a López Canales. Y esa es precisamente la tarea que lleva ahora el matrimonio Obama por sus propios medios. Por un lado, mantener la imagen ya construida y por el otro, recortar algunos flecos que quedaron sueltos. Este extremo lo ejemplifica bien una anécdota relacionada con el reverendo Jesse Jackson, a quien un micrófono abierto pilló haciendo un comentario sobre Obama: "Se comporta como un blanco". Jackson negó esas palabras a preguntas de los periodistas, pero su observación tenía que ver con una crítica que se le ha hecho al mandatario y que se ha pregonado poco: que Obama es un demócrata de planteamientos neoliberales, con referentes neoliberales, un demócrata en la línea de Bill Clinton, más centrado en las élites que en la clase media o en las menos favorecidas.

Conocida la crítica del reverendo y atendiendo a ellas, es normal que, además de convicción, los Obama hayan escogido la lucha por derechos civiles como caballo de batalla de todas sus producciones. Más siendo ambos los primeros afroamericanos en ocupar la Casa Blanca. Precisamente fue el tema escogido por Michelle para el primer episodio del podcast que estrenó hace unos días en Spotfy, donde el primer entrevistado fue su marido. Ambos hablaron de la discriminación sufrida cuando eran niños y ambos se han involucrado en todas las actividades del movimiento Black Lives Matter.

Trump, un aliado inesperado

Pero también hay algo que opera a favor de esa imagen casi idílica que transmite el matrimonio Obama: que su sucesor en la Casa Blanca haya sido Donald Trump. Como indicaba en The New York Times Farhad Manjoo, el contraste entre ellos y el magnate ha intensificado la nostalgia por la administración Obama, a quien no se le pueden negar sus logros, por ejemplo, el de la ley sanitaria que lleva el nombre del ex presidente: Obama Care.

La pareja ex presidencial no es la única responsable de esa pulcritud que transmiten, también algunos periodistas han contribuido a crear un relato casi perfecto de sus perfiles individuales, de pareja y profesionales. Por ejemplo, cuesta encontrar una entrevista en la que el informador haya puesto en apuros a Barack Obama. Su forma de manejarse en las ruedas de prensa era fascinante: no hay más que ver los vídeos en los que da la palabra, contesta a preguntas y sale de pequeños apuros. Pero eso no quita importancia a un hecho que destacó en Vanity Fair Eduardo Suárez, director de Comunicación del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo: "Su gobierno pidió durante años penas de cárcel para el periodista James Risen si no desvelaba sus fuentes”, explicaba el experto queriendo destacar que su actitud con la prensa –incluido el asunto de Souza– ha sido la de mantenerla a raya con buenas maneras, sonrisas permanentes y sutilmente. Es algo que todos los mandatarios intentan –Trump lo ha llevado al otro extremo– sólo que con menos soltura de la que tiene Obama.

Algunos analistas, como William F. Meehan III en Forbes, creen que Michelle debería ser la candidata demócrata en 2024 y que parte de todo esta exposición mediática tiene que ver con ese horizonte. De ser así, es obvio que la campaña de imagen que llevan a cabo ella y su marido podría resultar de mucha ayuda. Pero ella ha negado esa posibilidad en múltiples ocasiones, por lo hay que pensar que esa industria del relato que han organizado en torno a su vida y la obra de Barack tiene más que ver con algo que la politóloga Irina Berenky sitúa como una de las tareas principales tareas de todo ex presidente: reescribir las partes de la historia de su mandato que no fueron tan positivas. "Por eso dedican la mayor parte de su tiempo a preparar sus memorias o dar conferencias para lograrlo", explica la experta definiendo, sin pretenderlo, a los Obama,a quienes su propio story-telling está resultando además muy lucrativo.

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