En el mundo somos más de 7.000 millones de personas, pero a ti, gustarte de verdad, sólo te gusta una. UNA. Y no hay manera de quitártela de la cabeza, de detestarla aunque sea un poquito, de cogerle manía, de olvidarla y pasar página.
Mejor lo repetimos: ¡Más de siete mil millones de personas! Sufrimos de hiperpoblación mundial, pero los caprichos de la química emocional y erótica son así de inescrutables. De hecho hay tres cosas en esta vida que no alcanzas a entender, por más vueltas que les des: las ondas gravitacionales, las raíces cuadradas y que tú te fijaras precisamente en esa única persona, tanto como para que el resto del universo se difumine en un inmenso e insípido segundo plano.
Concretemos el nivel del cuelgue emocional: desearías desayunar cada mañana un chupito de su saliva. Una hipérbole, quizá un poco repugnante, que resulta más insoportable cuando deja de ser recíproca. Y mira que has intentado reconquistarle de todas las formas posibles. Lo has intentado fuerte, tanto que ya has quemado todas tus naves: has sido la mujer superada, la comprensiva, la despechada, la celosa, la rezagada, la espía, la misteriosa… Has querido volver a seducirle en vano de tantas maneras que ya no te queda otra que asumir la cruel y espantosa realidad: ya no le gustas, aunque a ti te siga encantando.
Es hora de pasar página, de buscar la vacuna para neutralizar los estragos de este virus más resistente que el de la gripe A. Veamos unos cuantos pasos para lograr la inmunidad:
Y entonces te das cuenta de la prueba definitiva: ya te da pereza pensar él.
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