Sin cámaras, sin alfombra roja y sin suspense: así fue la primera gala de los Oscar

En tan solo quince minutos, el 16 de mayo de 1929, en el salón Blossom del Hotel Roosevelt de Los Ángeles y ante únicamente 270 invitados, la Academia entregaba por primera vez sus premios. Por única vez en su historia fue un evento íntimo del que no hubo constancia fuera de las paredes del salón. Un año después sería retransmitido en directo a través de la radio y desde 1953 empezaría a ser uno de los eventos televisados más seguidos del mundo conquistando cifras que parecen reservadas a las citas deportivas y llegando a 130 países. En 1998, año del fenómeno Titanic la gala fue seguida por 55 millones de espectadores sólo en Estados Unidos.

Pero en 1929 nadie podía imaginarlo, porque aquellas estatuillas todavía no significaban nada. Ni siquiera se llamaban “Oscar”.

Tampoco había motivo para que ninguna estrella estuviese nerviosa y su voz se entrecortase durante los agradecimientos. La lista de premiados se había anunciado tres meses antes y el mejor actor, Emil Jennings, que se encontraba en Europa durante la ceremonia, ya tenía la estatuilla en su poder, convirtiéndose así en el primer premiado de la historia.

Una estatuilla, anónima por entonces, dibujada por el diseñador de arte de la Metro Cedric Gibbons y esculpida por George Stanley y para la que, según la rumorología habría posado el actor mexicano Emilio El Indio Fernández, íntimo amigo de la también actriz Dolores del Río, esposa de Gibbons. La figura, que mide 34 centímetros y pesa casi cuatro kilos está compuesta por un 92,5% de estaño y un 7,5% de cobre bañado en oro y el propio Gibbons llegó a ganar nueve a lo largo de su carrera.

El Premio de la Academia al Mérito nombre con el que fue concebido no recibió la denominación Oscar hasta cinco años después y hoy, todavía, seguimos sin tener claro el motivo, aunque hay tres teorías que se destacan sobre el resto y cada uno es libre de elegir la que más le guste.

Hay quien le otorga la autoría a Margaret Herrick, bibliotecaria de la Academia, quien al ver la figura por primera vez exclamó: “¡Pero si se parece a mi tío Oscar!”, por otra parte Bette Davis siempre aseguró que ella le dio el nombre por el parecido de la figura con su marido el músico Harmon Oscar Nelson y también hay quien afirma que la ocurrencia fue obra de Eleanor Lilleberg, secretaria ejecutiva de Louis B. Mayer, que encontraba una gran similitud entre el diseño de Gibbons y el rey Oscar II de Suecia. Este no, este.

En 1929 ninguno de los menos de 300 invitados que habían pagado cinco dólares por asistir a la celebración había preparado con especial esmero su atuendo, ni siquiera Janet Gaynor, la primera actriz premiada. Aquella noche nadie escudriñaba su look, no había alfombra roja ni de ningún otro color. "Si hubiera sabido lo que significaría en los próximos años, estoy segura de que me habría sentido abrumada" declaró años después al historiador Robert Osborne en 85 Years of the Oscar: The Official History of the Academy Awards.

El banquete también fue sencillo: consomé Celestine, pollo con tostadas y helado. Algo muy alejado de lo que se verá esta madrugada en la gala número 90. En 2018 no habrá unas humildes tostadas con pollo, Wolfang Puck, el chef que lleva veinticuatro años encargándose del menú de la fiesta posterior a la gala, la Governor’s ball, preparará un copioso menú que incluirá entre otras delicias caviar Parfait espolvoreado con oro de 24 kilates, ternera Wagyu de la prefectura de Miyazaki, trufas negras de Francia, langostas de Maine, 6500 Oscars de chocolate, que servirán de dulce consuelo a los perdedores y para olvidar la derrota o festejar la victoria, 1500 botellas de champán Piper-Heidsieck y 2400 botellas de vino de la bodega de Francis Ford Coppola.

Así nació la gran noche de las estrellas

A finales de los años veinte la percepción de los prebostes de Hollywood, con Louis B. Mayer a la cabeza, era que aquella incipiente industria con apenas dos décadas de vida se les estaba yendo de las manos. Tras la muerte violenta de algunos miembros del show bussiness como William Desmond Taylor o Thomas H. Ince y escándalos que sacudieron a la opinión pública como el de Fatty Arbuckle la sociedad bienpensante veía en Hollywood un moderno Babilonia en el que las drogas, el sexo y los excesos no encontraban límite. Una imagen que no casaba con lo que aquellos magnates que lideraban los estudios querían vender al público. Por ello se habían reunido con la idea de pergeñar una serie de medidas que recondujesen la industria cinematográfica. Entre ellas destacarían un código autoregulador que desembocaría en el Código Hays y mortificaría a guionistas y directores hasta finales de los sesenta y la creación de una asociación que les permitiese enfrentarse a nuevos desafíos como el sonoro.

Aunque realmente lo que se escondía detrás era la avidez de Mayer por hacerse con una especie de “anillo único” para controlarlos a todos. Los gremios de profesionales cada vez más activos empezaban a plantear demandas a los estudios y una asociación que les agrupase a todos minimizaría su incipiente poder.

En enero de 1927, Louis B. Mayer, "el león de la Metro" o el "rajá de Hollywood" como era conocido por su poder y su despotismo, convocó en Los Ángeles a 36 líderes de la industria y de esa reunión surgió la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que uniría a los líderes en las cinco ramas de la industria: actores, directores, escritores, técnicos y productores. Entre sus miembros fundadores destacaban además de Mayer, Cecil B. DeMille, Raoul Walsh, Jack L. Warner, Irving Thalberg, cuya figura se siguen honrando con el premio que lleva su nombre y los actores Harold Lloyd, Mary Pickford y Douglas Fairbanks, primer Presidente de la Academia y el diseñador de arte Cedric Gibbons.

La idea de la entrega de premios surgió de Pickford, la mujer más poderosa de la industria y una de las fundadoras de la United Artist que la imaginaba como una potente máquina publicitaria que permitiría aumentar los beneficios de los grandes estudios. Mayer estuvo de acuerdo, aunque no tanto en la idea de entregar ningún tipo de premio, no quería gastar ni un dólar, los ricos lo son por algo, pero por el bien de ia iconografía del siglo XX terminó cediendo ante la idea de la estatuilla.

En lo que no cedió fue en su idea de ver en esa Academia y esos premios una herramienta para seguir incrementando su poder. Si ahora los más de 6000 votantes de la Academia garantizan la limpieza de unos premios dificilmente manipulables, en 1929 Mayer no tuvo ningún reparo en "sugerir" a los votantes quién debería ser el ganador. A ello ayudó que esos votantes fuesen unicamente cinco personas.

En la primera gala se entregaron dos premios a la Mejor Película y dos al Mejor Director. La categoría Mejor Película premiaba por una parte a la mejor producción en términos globales que recayó en el drama bélico Alas, protagonizado por la primera it girl, Clara Bow, y por otra la película más "artística". Los jueces decidieron que The crowd fuese la ganadora de esta última categoría, pero Mayer, a cuyo estudio pertenecía la odiaba por considerarla pesimista y tras informar de ello a los cinco votantes apenas tardaron unos minutos en decidir que Amanecer de F. W. Murnau era la película ganadora.

El premio a la mejor dirección por su parte se dividió en Mejor Director, Fran Borzage y Mejor Director de Comedia, este premio se entregó por primera y única vez y acabó en manos de Lewis Milestone.

Warner Bros, por producir El cantante de jazz, la primera película del sonoro y punta de lanza de el fenómeno que se avecinaba y Charles Chaplin por protagonizar, escribir, dirigir y producir El circo se llevaron los premios especiales.

Han cambiado muchas cosas entre ese día de 1929 y la madrugada de hoy, pero la esencia perdura. "Todavía recuerdo esa noche como muy especial, una tarde cálida y una habitación llena de gente importante y buenos amigos", declaró Janet Gaynor. Y eso es lo que volveremos a vivir en el 90 aniversario de los Oscars. Aunque afortunadamente Louis B. Mayer no rondará por allí para cambiar los ganadores en el último momento, para eso se bastarán Warren Beatty y Faye Dunaway.

Artículo publicado el 23 de febrero de 2019 y actualizado.

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