Sonriendo aparece Taylor Swift en la cocina de su madre, en Nashville. «Que alguien me ayude a teñirme el pelo de rosa«, dice. Y un rato después las puntas de su melena ya hacen juego con sus uñas, sus zapatillas y las rayas de su blusa. En realidad, todo está a juego con la estética pastel de su nuevo álbum, Lover. La Taylor combativa enfundada en cuero negro de su anterior disco ha pasado el testigo a esta otra versión más cursi. Alrededor de la isla de la elegante cocina todo está tranquilo. Su familia circula por allí con total normalidad y los dos perros de su madre se lanzan sobre los visitantes dando lengüetazos de alegría. La escena sería como la de cualquier chica visitando a sus padres. Si no fuera por la locura que se intuye a unos metros del pasillo. Porque, en la amplia terraza de la casa, 113 delirantes, extasiados, temblorosos y todavía incrédulos fans esperan el comienzo de una de sus famosas «sesiones secretas», esos rituales sagrados del Swiftmundo que Taylor inició en 2012 para el lanzamiento de su ya clásico álbum 1989. La estrella está a punto de tocarles su nuevo disco y comentarlo personalmente con ellos. También les ha hecho galletitas. Unas horas más tarde nos vemos de nuevo, pero en su propia casa, también en Nashville. Swift está descalza, lleva unos vaqueros de color claro y una blusa azul atada a la cintura, el cabello recogido y el maquillaje al mínimo.
¿Cómo resumir sus últimos tres años? En julio de 2016, después de que expresara su enfado por la letra y el vídeo de Famous, de Kanye West -en el que aparecía una estatua de ella desnuda junto a las de otras celebridades-, Kim Kardashian hizo todo lo posible por destruirla. Más tarde, ese mismo año, Swift decidió no pronunciarse a favor (ni, sobre todo, en contra) de nadie en las elecciones de 2016 que ganó Trump. No ayudó mucho a su imagen. Después lanzó Reputation, un disco de pop feroz e ingenioso. Y en algún punto de la exitosa gira del disco, conoció a su actual novio, el actor británico Joe Alwyn. A juzgar por las letras de su último trabajo, Lover, la relación va realmente en serio.
Con 2019 a punto de acabar, sus 30 años recién cumplidos y un primer puesto en la lista Forbes de artistas mejor pagados del año (justo por delante de su archienemigo Kanye West), Taylor vuelve al punto de mira por varias razones. Una de ellas es su papel protagonista en Cats, la película que se ha atrevido a dar vida cinematográfica a uno de los musicales más famosos de Broadway. La otra es su elección como Mujer de la década por la revista Billboard, que la considera el resumen vivo de lo que ha sido la música en el mundo entre 2010 y 2020.
Swift quiere hablar de sus discos, claro. Pero tampoco le hace ascos a analizar, por primera vez y en profundidad, lo que ha sucedido en su vida en estos tres años. Dice que ha perfeccionado su «armadura», pero en su rostro se puede ver cada microemoción apoderándose de ella mientras digiere las preguntas.
Mujerhoy Hace siete años, cuando las cosas le iban muy bien, usted me dijo que temía que ocurriera algo malo.
Taylor Swift Es como si lo hubiera sabido. Sentía que estaba caminando por el borde de la acera, sabiendo que la calle se abriría bajo mis pies. No puedes ganar todo el tiempo y pretender que a todo el mundo le guste. A la gente le encanta «lo nuevo», pero luego deciden que estás haciendo algo mal, o que no estás defendiendo lo que debes defender y te conviertes en un mal ejemplo. Les sucede más a las mujeres que a los hombres en el mundo de la música. Y se ve que en 2016 lo hice todo mal. Si era valiente, lo era por una causa errónea. Si me defendía, en realidad estaba montando una bronca. 2016 fue para mí como cuando eras niña y alguien se burlaba de todo lo que decías para hacerte rabiar. Así que me vi forzada a no decir nada. La gran lección fue darme cuenta de que no puedes enseñar tu vida a la gente.
M.H. Por esa época formó un equipo de chicas y la prensa se llenó de fotos del grupo.
T.S. La gente pensó que éramos una camarilla excluyente. No era lo que esperaba que ocurriera. El patriarcado permite a los tíos tener grupos de colegas. Porque si eres un artista hombre, se da por sentado que respetas a tus colegas. De las mujeres se espera que nos odiemos, que tengamos el puñal escondido.
M.H. ¿Llegó a pensar en dejar la música para siempre?
T.S. Lo pensé mucho. Las palabras son la única manera que tengo de expresarme y encontrarle un sentido al mundo. Y, de repente, cada palabra que digo o escribo la retuercen y la usan contra mí. A la gente le encantan los linchamientos. Son como pirañas. Muchos disfrutaron odiándome, aunque no tuvieran ninguna razón. No la necesitaban. No estoy segura de qué fue exactamente lo que hice mal. Soy una de esas personas que no soporta a la gente que no acepta las críticas. Así que intento entender las razones por las que puedo no gustarle a las personas. Mi propia inseguridad me ha dicho esas mismas cosas y algunas mil veces peores.
M.H. ¿Cómo se logra escapar de esa trampa mental?
T.S. Desde que tenía 15 años, si la gente me criticaba por algo, lo cambiaba. Pero entonces te das cuenta de que te has convertido en una amalgama producida por toda esa crítica y no en una persona que toma decisiones libremente. Así que decidí que necesitaba vivir una vida personal tranquila, porque eso evita la discusión, la disección, el debate. No me daba cuenta de que, en realidad, les estaba dando el poder de jugar con mi vida como con un videojuego.
M.H. En su canción «Look what you make me do» dice: «La antigua Taylor no puede ponerse en este momento porque está muerta».
T.S. Hay una parte de mí que ha cambiado. Necesitaba crecer, poner límites, descubrir lo que era mío y lo que era del público. ¿Esa vieja versión de mí que se abría sin pestañear al mundo? Se ha ido. Y así fue como empezó todo, con una estúpida llamada que no debí contestar.
M.H. ¿Hizo algo mal en esa llamada de la que habla?
T.S. El mundo no entendió el contexto y los eventos que llevaron a eso. Porque nada así surge de la nada. Pasaron algunas cosas que llevaron a que [Kanye West] me llamara perra. Y no fue solo una vez. Básicamente, me harté de la dinámica entre ese tío y yo. Y no fue algo que tuviera que ver solo con esa llamada o con la canción. Fue una especie de reacción en cadena de otras cosas. Yo había empezado a sentir que reconectábamos, lo que era genial para mí porque después de lo que pasó en 2009 [Kanye West gritó en plena entrega de los Video Music Awards que Swift no se merecía el galardón que le daban, sino Beyoncé] todo lo que quería era que él me respetara. Lo deseaba tanto que me odiaba a mí misma por ello. El tipo me hostigaba y yo solo buscaba su aprobación. Así que quedamos para cenar. Y estaba feliz de que dijera cosas muy amables sobre mi música. Después me llamó porque iban a entregarle el Vanguard Award y quería que yo presentara el premio. No grabé ilegalmente la conversación, así que no puedo ponértela ahora. Pero me dio un montón de razones por las que era importante para él. Estaba tan emocionada que escribí un discurso y fui a los premios. Pero entonces él se puso a gritar que MTV me había pedido que yo le diera el premio para subir la audiencia. Estaba allí con mi brazo alrededor de su mujer y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaba muy enfadada, pero al día siguiente me mandó unas flores para disculparse y lo dejé pasar. Entonces me hizo «la llamada». Y yo, otra vez conmovida por que se mostrara respetuoso y me hablara de esa línea en su canción.
Nadie atraviesa la vida ileso. crecí pensando que si era amable y hacía lo correcto podía superarlo todo. y resulta que no puedo».
M.H. ¿La que dice que «Taylor y yo todavía podríamos acostarnos»?
T.S. Sí. Pensé que volvíamos a estar bien. Y luego, cuando escuché la canción [West añadió la frase «yo hice famosa a esta perra»], me dije: «Se acabó. Si quieres este mal rollo, pues tendremos este mal rollo, pero seamos sinceros».
M.H. ¿Y cómo consiguió superar todo eso?
T.S. Durante la gira de Reputation encontré mi equilibrio. Ahora me pueden pasar cosas malas, pero ya no me alteran. Todo lo que me ha pasado con las discográficas con las que trabajaba hasta antes de este disco [a las que acusa de no permitirle cantar sus propios temas] me habría alterado mucho hace tres años. Y lo que es peor, me habría silenciado. Estaría demasiado asustada para hablar. Pero algo en esa gira me desenganchó de una parte de la percepción pública a la que solía ligar mi propia identidad. Ahora me doy cuenta de lo poco sano que es eso.
M.H. ¿Cómo llegó a esa conclusión?
T.S. Tengo mucho más claro que mi trabajo es ser una artista. No se trata de esa batalla masiva en la que «solo puede quedar una». No. Katy Perry va a ser una leyenda. Y Gaga. Y Beyoncé. Y Rihanna. Porque el trabajo que hacen eclipsa la miopía de esas noticias que duran 24 horas. Me di cuenta de eso mientras miraba los rostros de las personas. Solo estamos entreteniendo a la gente.
M.H. En su nuevo disco, Lover, canta sobre «historias americanas ardiendo frente de mí». ¿Se refiere a la ilusión de lo que es Estados Unidos?
T.S. Más bien a la ilusión de lo que pensé que era Estados Unidos antes de que nuestro panorama político se convirtiera en lo que es ahora. Y de lo ingenuos que fuimos. Pero también intento hablar de esos americanos que solo quieren vivir sus vidas, ganarse el pan, tener una familia, amar a quienes aman. Y de lo terrible que es ver a esas personas perder sus derechos. Ya no es solo que hayan entrado estos sesgos racistas y horribles, es que las personas que representan esas ideas y esa forma de ver el mundo lo están celebrando en nuestra cara.
M.H. Hasta que usted no expresó su apoyo explícito a algunos candidatos demócratas, la derecha asumió que estaba de su parte.
T.S. Flipé bastante con eso. No me enteré hasta tiempo después porque no tenía Internet en el móvil y mi equipo y mi familia intentaban protegerme. Y había muchas cosas que no me contaban. No es algo que suela pasar, siempre estoy en el asiento del piloto, tratando de volar el avión que es mi carrera exactamente en la dirección que quiero tomar.
M.H. ¿Se refiere a cuando un grupo de supremacistas blancos sugirió que usted estaba de su parte?
T.S. Ni siquiera lo vi. Pero si ocurrió, me parece asqueroso. No creo que haya nada peor que el supremacismo blanco. Es repulsivo. No deberían tener un lugar en el mundo. Sigo tratando de aprender todo lo que puedo sobre política, se ha convertido en algo muy prioritario para mí. Antes vivía en una especie de ambivalencia porque siempre había ganado la persona por la que votaba. No entendía la importancia de todo esto. ¡Fue un momento tan increíble cuando elegimos a Obama! Los demás países nos respetaban y nosotros estábamos emocionados de tener a esta persona digna en la Casa Blanca. Fue la primera vez que voté. La segunda fue para reelegirlo. Creo que muchas personas como yo que realmente no sabían que podía suceder algo como lo que nos ha ocurrido. Por eso ahora solo estoy concentrada en las elecciones de 2020. Estoy enfocada en cómo puedo ayudar y no obstaculizar. Tampoco quiero hacer algo que pueda resultar contraproducente, porque siento que la participación de las celebridades en la campaña de Hillary se usó contra ella.
M.H. A usted se le criticó mucho por no pronunciarse a su favor. ¿Lamenta no haber sido más específica en las pasadas elecciones?
T.S. Totalmente. Pero te juro que pensaba que mi apoyo podía ser contraproducente. Es algo muy poderoso cuando los números te demuestran que casi todo el mundo te odia. Y no estoy siendo dramática.
M.H. A medida que en su vida hay menos drama, ¿tendrá que buscar las ideas en otros lugares?
T.S. Todavía no estoy en ese punto. Puede que cuando tenga una familia. Si tengo una familia. [Hace una pausa]. ¡No sé por qué he dicho eso!
La política se ha convertido en algo prioritario para mí. Estoy concentrada en las elecciones, en cómo ayudar y no obstaculizar».
M.H. No suele hablar de su relación, pero la canta con detalles muy reveladores.
T.S. Cantar sobre algo te ayuda a enfocarlo de una manera más precisa. Existe ese extraño conflicto entre ser un compositor y luego intentar tener mi vida. Escribir canciones nunca ha sido un elemento estratégico en mi carrera. Pero ya no tengo miedo de decir que otras cosas, como la manera en que vendemos un álbum, sí son estratégicas. Estoy harta de que las mujeres no puedan decir que tienen mentes empresariales, porque los artistas masculinos tienen permiso para hacerlo. También estoy cansada de tener que fingir que no soy el cerebro detrás de mi propio negocio. Es solo que es una parte de mi cerebro distinta a la que uso para escribir.
M.H. ¿Ha sido siempre el cerebro de su negocio?
T.S. Sí, desde que era una adolescente. Pero me he esforzado por convencer a la gente de que no era yo la que pensaba en márketing o la que se sentaba en una sala de reuniones y discutía ideas. Y me arrepiento. Durante mucho tiempo sentí que la gente no quería pensar en una mujer del mundo de la música que no fuera un talento feliz y accidental. Y es injusto. Por eso la gente está conectando con las nuevas artistas femeninas, porque pueden explicar su éxito, se entiende su trayectoria.
M.H. Una canción de Bruce Springsteen dice: «Nadie se va de este mundo, amigo, sin la camisa manchada o las manos ensangrentadas».
T.S. Es cierto, nadie atraviesa la vida ileso. Creo que es difícil de entender. Al menos lo fue para mí durante mucho tiempo porque crecí pensando que si era amable y hacía lo correcto, podía superarlo todo. Y resulta que no puedo.
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