"Va a esperar su momento", dice de Ignacio Aguado un representante de una agrupación madrileña de Ciudadanos que prefiere no identificarse.El aludido, que nada más dimitir Albert Rivera dio un paso al frente que rectificó rápidamente, asegura ahora que está centrado en su tarea como vicepresidente de la Comunidad de Madrid y que apoya a Inés Arrimadas. En su partido, sin embargo, hay ideas encontradas sobre sus aspiraciones. Juan Carlos Bermejo, que se enfrentó a él en las primarias de Madrid y lo denunció por irregularidades en una votación de la que Aguado salió vencedor entre 13 candidatos naranjas, lo ve así: "En realidad, no dio un paso al frente. Amagó con hacerlo porque a Aguado lo protegía Rivera y teme que una nueva directiva no respete esa posición. Lo que ha hecho es una demostración de fuerza, como si advirtiera a Arrimadas de que está ahí y lo va a necesitar porque ella no conoce a las bases madrileñas".
Las palabras de su rival adquieren más sentido si se tiene en cuenta que Arrimadas se ha traído a su equipo catalán casi al completo: Carlos Carrizosa y José María Espejo se perfilan como los hombres fuertes de la futura dirección. Pero las dudas sobre las intenciones de Aguado también tienen que ver con su perfil público. "En Madrid es conocido, pero en España, al menos de momento, no tiene la repercusión de Inés", declara una fuente cercana a la ejecutiva que acaba de desintegrarse tras la marcha de Rivera y de pesos pesados como Luis Villegas.
La sombra de Rivera
Aunque poco conocido a nivel nacional, Aguado no sería un candidato improbable en Ciudadanos. En 2013 se afilió, pero fue en 2015 cuando adquirió relevancia tras competir sin rivales, como candidato de la formación a la Comunidad de Madrid. Entonces, se le presentó como un doble de Rivera. Una coincidencia que también él explotó es que los dos practicaban waterpolo, un deporte poco común en los institutos españoles. En el caso del madrileño, fue pura casualidad: "En el Colegio Agustiniano todos hacíamos natación allí y a los que mejor nadaban, se los solían quedar. Éramos la cantera del Real Canoe Natación Club", informa a Vanity Fair un antiguo alumno del centro.
La casualidad deportiva es anecdótica hasta que se usa para extrapolar de ella habilidades políticas. Su gente utiliza su afición por el waterpolo para resumir cómo ha afrontado la marcha de Rivera: "Por su mentalidad de deportista, no se detiene en lamentos". Él mismo ha empleado su pasado en la piscina para resaltar que le gusta el trabajo en equipo. “En este deporte aprendes que tú puedes marcar cuatro goles, pero si el portero tiene un mal día y te meten cinco has perdido”, declaró hace unos meses a Vanity Fair. Su entorno redunda en ello: "Él no quiere el talento lejos. Él quiere a los mejores y los quiere cerca", dicen y cuesta no pensar en cómo contrasta esa visión con el hiperliderazgo del que se ha acusado a Rivera.
Ambiciones políticas
Otra de las cuestiones que apunta a que Aguado podría tener aspiraciones más altas es la opinión de unos de sus amigos de la infancia, Javier Pérez: "A mí no me extrañó cuando entró en política porque cuando éramos pequeños y los demás decíamos ‘quiero ser futbolista’, Nacho ya decía ‘yo quiero ser presidente’", cuenta Pérez, que lo conoce desde que tenía dos años, a Vanity Fair. Esa ambición choca con el plan que Aguado dice tener en política: una ocupación temporal en la que aportar a lo público el conocimiento adquirido en el ámbito profesional y luego dejar el camino libre para otros. Llegar a presidente, aunque sea de su partido, le costaría algo más.
Pérez, que estudió con él al Colegio Agustiniano y compartió aula hasta los 18 años, asegura que Aguado apenas ha cambiado. "La diferencia es que tiene menos tiempo, pero sigue siendo muy cercano, tiene mucho humor. Diría que es muy vacilón". Ya se le vio bailando en la boda de unos amigos en un vídeo que se hizo viral y donde el "ciudadano" ejecutaba un moonwalker con mucha pericia. "Le gusta bailar, pero también cantar: siempre que hemos ido a un karaoke se queda con el público, por ejemplo, cantando cualquier tema de Nino Bravo, que le encanta". Para Pérez, el orden –que aprendió de su madre y de vivir en una casa de cuatro hermanos-, la disciplina y la apertura de miras son cualidades que a sus ojos le hacen un buen político. "No es un tío radical de sus ideas, las tiene claras, pero escucha. Valora, no impone".
Su amigo, sin embargo, es consciente de que la gente lo percibe más rígido de lo que es. La periodista Ángeles Caballero, lo describía como "el líder más carismático de todos los tiempos" con retintín. Esa idea también surge entre varias fuentes consultadas dentro del entorno de su partido y Bermejo lo expresa de la siguiente manera: "Aguado es una persona correcta y educada, pero como líder tiene carencias significativas porque no crea confianza ni empatía y no tiene seguridad a la hora de transmite mensajes, divaga mucho".
Organizado y práctico
Esa descripción no cuadra con la del joven que participó en las ligas de debate universitarias, en las que también estuvo Rivera, aunque no es cierto, como se ha informado en más de una ocasión, que llegaran a enfrentarse entre ellos porque cada uno compitió en su comunidad autónoma. Tampoco con el recuerdo que tiene de él un hombre que fue su jefe en el despacho de abogados de Liverpool donde trabajó seis meses en 2007 y que asegura que era muy popular entre sus compañeros. "Y si alguna vez viene usted a Liverpool, comprenderá que el acento es muy confuso", explica a esta revista Tim Ryan, director de Irvings Law, para destacar las habilidades comunicativas y el tesón de Aguado. "Ayudó con varias tareas en varios casos, sin quejas y trabajando duro, aunque creo que su objetivo de trabajar aquí era mejorar su inglés, resume el abogado las tareas de su empleado, que siempre ha reconocido que a pesar de ser licenciado en Derecho, nunca ha ejercido.
Además de leyes, estudió Dirección de Empresas por la Universidad Pontificia de Comillas y Ciencias Políticas y de la Administración por la Autónoma de Madrid. También tiene un Máster en Negocio Energético, formación en Comunicación Política e Institucional y es titulado en Lobby & Advocacy por el Instituto de Empresa. Por eso, Aguado quizás no sea un hiperlíder, pero está hiperformado. "Es un crack, y muy ordenado. Nunca he visto a nadie con esa capacidad de organización", dice un miembro de su equipo que achaca esa virtud a su madre, que se lo inculcó y él asumió sin dificultad al haberse criado en un casa de cuatro hermanos. "Eso lo aprendió de ella, sin duda", dice Pérez, que recuerda que en la adolescencia, mientras los demás estaban haciendo una sola cosa, Aguado estaba en todo "y aun tenía tiempo para ir de cañas".
La preparación y la gestión –por encima de las ideas políticas, según rezan sus programas– son dos valores que también defienden Rivera y Arrimadas. De hecho, con la marcha del catalán, ya no queda ni rastro de aquella pátina de intelectualidad de la que dotaron, o pretendieron dotar, sus fundadores al partido. No es que Rivera lo sea, es que lo aúparon nombres como Francesc de Carreras, que le dedicó una durísima carta de despedida este verano, o Arcadi Espada, que le dio la última estocada al calificar su marcha de "frivolidad". Apenas queda nadie de ese entorno y los llamados a suceder a Rivera optan ya, sin complejos, por el pragmatismo. "Imposible es sólo una opinión", declaró Aguado en una entrevista reciente remedando el título del libro de la exdeportista Cristina Medrano, experta en coaching, que es a la empresa y los altos directivos lo que la autoayuda a la gente corriente.
Ni gurús, ni intelectuales
En esa misma entrevista, también le pidieron que escribiera algo a mano y firmara una nota: "Para que el mal triunfe basta que los buenos no hagan nada". Tampoco en esa ocasión nombró Aguado al autor de la cita, el político británico del siglo XVIII Edmund Burke, a quien se la atribuye haber hecho la primera definición de partido político y se le afeó un pragmatismo que –en parte y salvando todas las distancias– era como el Ciudadanos pues pasaba por no alinearse con ninguna de las corrientes ideológicas imperantes. "Tenemos que recuperar el centro", ha declarado Aguado, pero a nadie se le escapa que su logro, el de conseguir entrar en el gobierno madrileño, pasa por pactar por partidos como PP y Vox –como en Murcia y Andalucía– que inclinan a los naranjas a la derecha.
"Cuando lo conocí, hace casi cinco años, era más socialdemócrata. También quería cambiar las cosas y romper la dinámica de los partidos de siempre, también la corrupción. Pero en lugar de regenerar, ha perpetuado lo que había con ese gobierno", opina Bermejo. Si Aguado se acercó en su juventud al PP, tampoco lo confirman en su entorno, donde aseguran que el fichaje de Ángel Garrido, ex presidente de la Asamblea de Madrid con Cristina Cifuentes. "Él se ofreció y Nacho y César Zafra estuvieron de acuerdo", explican citando también al portavoz de Ciudadanos, a quien Aguado no conocía hace cuatro años pero con quien ha hecho buenas migas.
Hasta en cuatro agrupaciones madrileñas señalan a Zafra como la cabeza pensante de ese tándem, aunque los que trabajan codo con codo con Aguado aseguran que se llevan bien y están compenetrados, pero que el vicepresidente madrileño no tiene a nadie del tipo Iván Redondo, gurú de Pedro Sánchez. "No quiere figuras así", explica de parte de Aguado a Vanity Fairy añaden que "prefiere gente que piense más en cómo unir a los españoles en lugar de en cómo dividirlos". Una de esas personas, que lo ha apoyado hasta ahora y que se mueve en el mismo ámbito territorial que él es Begoña Villacís, a quien la docena de militantes madrileños consultados para este artículo ven con mayor proyección nacional y también con más carisma.
Vida privada
Sobre su vida privada, Ignacio Aguado mantiene un perfil intermedio. La nueva política implica una exposición y una humanización de los candidatos que a veces ocasiona dudas a los propios políticos sobre cómo mostrar lo personal sin perturbarlo. "Es vida privada", dice su equipo sobre los años trabajó en Unión Gas Fenosa, aunque el curriculum académico y profesional –se vio con Pablo Casado, con Cristina Cifuentes o con Pedro Sánchez– no lo sea en un hombre que tiene un cargo público como el de Aguado.
Lo que sí es vida privada es su familia. Se casó en 2015 con la periodista Paula Lucas Díaz, que a su vez es muy amiga de Beatriz Tajuelo, expareja de Albert Rivera. Es la madre de su hijo Guillermo, con el que Aguado sí posa en sus redes sociales. "Llevarlo cada mañana a la guardería es sagrado para él", dicen fuentes de su entorno que también informan de que ese es el motivo por el que procuran no tener actos antes de las 10 ni después de las siete de la tarde, pues otra de las tareas que no quiere perderse es bañar y acostar a Guille, como llaman al pequeño.
Aguado, cuyo colegio, que también fue su instituto no fue mixto hasta el curso 1993-94, defiende la conciliación, pero no el feminismo. Cuando le afearon que el gobierno de la Comunidad de Madrid no hubiera paridad, contestó diciendo que él no era partidario de “pajines” y “aídos”, en referencia a las exministras Leire Pajín y Bibiana Aido para explicar que no es partidario de las cuotas. “No estuvieron a la altura de sus cargos”, dijo en ABC y añadió que quería “perfiles que sean elegidos en base al mérito y la capacidad”. Eso es parte de lo que los expertos en comunicación denominan cultura buzz, ruidosa, de eslógan y frases pegadizas aunque en no pocas ocasiones de dudoso gustoso. Y no la comparte solo con Rivera, sino con su partido, también con Arrimadas, con quien habrá que ver si acabará siendo tándem o rival.
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