Cuando el 10 de mayo de 2020 la presidenta de la Comunidad de Madrid apareció en portada de El Mundo con gesto beato y las dos manos cruzadas sobre el pecho sugiriendo la silueta de una paloma de la paz, se nos quedó cara de idiotas a todos los periodistas. Isabel Díaz Ayuso (IDA) no era un personaje fuera de pronóstico, pero por lo insólito de su eclesiástica pose devino en icono instantáneo.
Se planteaba un debate moral entre la consecución de algo que nadie tiene y el cierto rubor de haber focalizado el centro informativo de una manera polarizante. De que a IDA le gusta copar titulares no me cabe duda. Por ello, pese a que aquella portada pudo computar como pifia en términos absolutos, imagino a su jefe de gabinete y al de prensa parcialmente complacidos por ser imbatibles en la manchainformativa del día.
Como cada vez que alguien de la competencia se apunta un tanto de ese calibre, el resto de editores nos pusimos furiosos. Intentamos sobrerreaccionar y buscar enfoques con energía extra para no quedar fuera de la conversación. Cuando te pillan con el pie cambiado, lo más justo es hacerse eco del éxito de los compañeros y pelear por hacerlo mejor a la siguiente, pero aquel 11 de mayo fue un poco distinto. Nuestra compañera Eva Lamarca, curiosa porque Ayuso siguiera hospedada en un apartahotel aún días después de haber negativizado su infección por COVID-19, pensó que aquel era un cabo suelto prometedor. Queríamos saber cuánto costaba esa habitación al día y quién la estaba pagando. El proceso de investigación fue tan artesanal como fijarnos en los muebles de las fotos publicadas por la presidenta, chequear los de las distintas webs hoteleras de la zona y llamar a todas las recepciones que parecieran compatibles para que nos conectaran con ella… hasta que hubo suerte en una: la del Be Mate de Plaza España.
Sabíamos que había sonado la flauta muy fuerte cuando descubrimos que el propietario de aquel edificio era Kike Sarasola, empresario que había cedido varias de sus instalaciones a la Comunidad de Madrid para combatir la pandemia. Al preguntar quién costearía la factura de la estancia, la gente de Ayuso nos aseguró que no serían los contribuyentes, pero poco más. Le pedimos entrevista tanto a ella como a Sarasola, y otra vez más cuando en el portal de contratación regional apareció una concesión de más de medio millón de euros para el empresario madrileño, un acta que desapareció a las dos horas, proceso atribuido a un error, según voces del PP. Aquellas ofertas para que la presidenta apareciera en nuestras páginas y se explicara fueron rechazada hasta hoy.
Desde mayo, Ayuso ha sido objeto de estudio por toda la prensa extranjera. Primero, por su desacomplejada y frontal resistencia al gobierno de Pedro Sánchez; y segundo, por mantener a la baja los contagios de la segunda ola con la actividad comercial funcionando a máxima intensidad durante el último cuatrimestre de 2020. Hoy la situación es distinta. La entrevista que este mes nos sirve de portada tuvo lugar el pasado 19 de diciembre y en ella se desprendía que los contactos navideños entre familiares y allegados posiblemente cristalizarían en la presente tercera ola. Se suma al pesar de IDA una campaña de vacunación que no va tan rápido como prometió (“En Madrid se vacunará mañana, tarde y noche, e incluso en festivos”) por falta de personal sanitario, pero también por aquel confinamiento extra al que nos obligó la borrasca Filomena en la segunda semana de enero.
De cualquier manera, ella resiste. Hay veces que parece que busca el trending topic y otras, como en el número que ahora leen, que se muestra relajada, autoconsciente y sobria. Defiende a capa y espada que está en el lugar que quiere. Que no se plantea el salto a la contienda nacional y que no pretende ocupar su actual despacho más de ocho años, es decir, hasta dentro de seis. Puede ser verdad o todo lo contrario, como algunos de los titulares que se le vuelven en contra en la hemeroteca, y entonces quizá Casado deba temer la competencia de la líder regional más conocida de España.
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