Valentín Fuster, en el corazón de las mujeres

Cuenta el cardiólogo Valentín Fuster (Barcelona, 1943) que, todas las mañanas, cuando llega a las cinco de la madrugada a su despacho del Hospital Mount Sinai de Nueva York, donde dirige, desde 1994, el Instituto Cardiovascular, dedica 15 minutos a reflexionar sobre lo que es importante y lo que no, sobre lo que ha hecho y lo que tiene pendiente. “Organizo mi mente”, dice. Luego da comienzo a su jornada de casi 15 horas y al seguimiento de sus 3.000 pacientes. “Mis días son muy largos”, confiesa. Casi cada semana viaja a Madrid, donde dirige el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), desde 2006. Esa misma claridad de mente y esa pasión que le acompaña desde la universidad y que él llama motivación “son lo que hace que no caiga dormido”, comenta con humor.

Hijo y nieto de médicos, Fuster se doctoró en la Universidad de Barcelona y se trasladó a Estados Unidos en 1972 para continuar sus estudios. Comenzó como profesor de Medicina y Enfermedades Cardiovasculares en la Escuela Médica Mayo de Minnesota, antes de pasar a la del Hospital Mount Sinai y de ejercer como catedrático en la Escuela Médica Harvard de Boston. Treinta y cuatro doctorados honores causa, más de un millar de artículos científicos, el investigador español más citado de la historia… Sus estudios sobre el origen de los accidentes cardiovasculares, que han contribuido a mejorar la prevención y el tratamiento de los infartos, le valieron el Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 1996. Fuster ha puesto el foco sobre la salud cardiaca de las mujeres y sus peculiaridades, ignoradas hasta entonces, y ha divulgado un estilo de vida saludable para cuidar el corazón.

Mujerhoy Usted ha contado que su carrera cambió cuando pasó de entender la enfermedad a entender qué es salud.

Valentín Fuster Hablamos de una manera tan simplista que no es suficiente para motivar a la gente. Lo importante para un niño es entender cómo funciona el cuerpo. Entonces comprende qué es el ejercicio físico, la obesidad, qué significa cuidarse… Así se avanza.

M.H. ¿Y hemos aprendido a cuidar nuestra salud cardiovascular?

V.F. Desgraciadamente, la mortalidad, que estaba bajando, comienza a subir de nuevo. En este mundo de consumo que vivimos, tan competitivo, ha aumentado la obesidad, que provoca presión arterial alta y diabetes. Hay un conjunto de factores en los que estamos mucho peor que hace 15 o 20 años.

En lo profesional, tengo cierta predisposición hacia la mujer porque ha sido muy relegada”.

M.H. ¿Se cuidan mejor las mujeres?

V.F. Creo que las mujeres ahora están mejor preparadas para entender la enfermedad y la salud. Sus infartos son difíciles de detectar, porque son mucho más estoicas que los hombres. Tampoco aparecen tan claros en ellas los síntomas de un infarto de miocardio, como el dolor. El otro aspecto es que las mujeres no han entrado en los estudios clínicos durante muchos años. Afortunadamente, ya hay bastante equivalencia entre hombres y mujeres.

M.H. ¿Cómo lleva vivir entre Nueva York y Madrid?

V.F. Haber hecho en España que un grupo de casi 400 investigadores jóvenes esté produciendo y avanzando es muy motivador. Llevo así 12 o 13 años y he comprobado los efectos positivos.

M.H. ¿Y cómo se detecta el talento?

V.F. Es una combinación de sentido común, ética y amor por tu trabajo. He conocido a personas muy inteligentes sin prioridades que no se sentían satisfechas y a otras menos inteligentes, pero con las ideas claras y una gran ética de trabajo, que han salido adelante.

M.H. ¿Por qué decidió ser cardiólogo?

V.F. El profesor Pere Farreras Valentí, un médico muy conocido, lo decidió por mí, no me pregunte por qué. Él tuvo un infarto de miocardio de joven y me dijo: “Es la única enfermedad que no conozco bien y quiero que tú seas cardiólogo”. Cuando te lo dice una persona de tal calibre intelectual y ético, te lanzas al océano. Es importante que no haya paternalismo, porque escuchas más lo que no haces bien que a quien te dice que todo es fantástico. Ese es el verdadero mentor.

M.H. ¿Ha tenido que hacer grandes sacrificios por su carrera?

V.F. No me gusta la palabra sacrificio. Creo que la calidad de vida que uno tiene con la familia y los amigos es muchísimo más importante que la cantidad. No solo con mi esposa, con quien llevo casado 53 años, sino con mis hijos.

M.H. Su hijo es músico y su hija, arquitecta. ¿Ningún médico?

V.F. Les dejé libertad absoluta, pero con mucho consejo personal. No hay médicos, pero no es problema mientras hagan lo que les gusta.

M.H. En sus equipos, ¿se nota más la presencia de mujeres?

V.F. En el CNIC son el 75%. En EE.UU., donde tengo una organización bastante grande en el servicio de Cardiología del Mount Sinai, el número de mujeres es superior en proporción al número de las que se gradúan como cardiólogas, que es un 20%. Desde el punto de vista profesional y científico para mí no hay diferencias, pero es cierto que tengo cierta predisposición hacia la mujer porque ha sido muy relegada.

M.H. ¿Se trabaja diferente en España respecto a EE.UU.?

V.F. No en el CNIC, porque hemos incorporado la misma filosofía. En España existe un talento enorme, pero hay que dar posibilidades a la gente joven. Si en EE.UU. funcionas, no te dejan marchar; esa es la diferencia.

M.H. ¿Cómo convive con el estrés?

V.F. Todo tiene que ver con el método: si no hay método, hay estrés. Yo funciono siempre con una semana de antelación. Y de nuevo, lo fundamental es saber cuál es tu talento. El máximo estrés lo he visto en personas haciendo cosas que no querían.

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