Entre mi armario y el de mi madre solía haber una pared de cemento y muchos prejuicios. Ahora sé que todos absurdos, aunque durante cualquier pre y post adolescencia razonar esto es directamente imposible con hijos e hijas. Superada la época más dificíl de casi cualquiera, hoy la distancia se ha incrementado por una parte y reducido al máximo por otra. Ya no vivimos juntas y las puertas de mi armario, que casi colindaban con su vestidor, ya no se abren a diario por una cuestión de kilómetros, pero nunca antes tuve tantas ganas de querer cogerle prendas con o sin previo aviso, ni ella me consultó tantas veces si nos comprábamos algo a medias o con la intención final de compartirlo en vacaciones, viajes o mediante préstamos mensuales con contratos verbales que ambas sabemos que no siempre se cumplen.
Zara ya no tiene la sección de Trafaluc, y eso que nos pareció sorprendente el día que lo descubrimos nos acercó, sin intuirlo, a nuestras progenitoras. La zanja que separaba a las veinteñeras del resto de mujeres quedó sepultada bajo un montón de tendencias sin edad. Fue como si un día una excavadora hubiera tapado el hueco y todas hubiéramos sentido alivio tras unos primeros momentos de nervios, comprensibles en cualquier caso.
© Cortesía Zara
Haber cumplido los treinta (y pico) no significa ya nada de puertas (de Zara) para adentro. Tampoco los 50 o 60 (y pico) de mi madre, pues en esos puntos calientes que son los probadores, los burros con las novedades o los escaparates calcados en cualquier parte del mundo donde Amancio [Ortega] lo coloca todo estratégicamente, es donde se hace la magia y no hay edad que valga. Ahí es también donde ella se para con un un vestido camisero blanco con rayas verticales colgando del antebrazo que dice que es perfecto para todos los días. Tú asientes con la cabeza y mientras lo tocas con una mano te imaginas con él puesto saliendo cualquier mañana de casa para ir al trabajo.
Tú, a cambio, le enseñas una blusa con el cuello repleto de perlas y abalorios y se la muestras con cara triunfante. "Mamá, este año se llevan las mangas farol como las de esta camisa" y ella, que nos da mil vueltas como todas las madres, sonríe y te dice que sí, que tuvo una igual hace 30 años y que te la pilles, que si no te la compras tú, te la regala ella por una cuestión de nostalgia. Así, si te la pide un día, no pasa nada.
© Cortesía Zara
Si el vestidor de mi madre y mi pequeño armario de la infancia están ahora más juntos que nunca es porque Zara ha construído entre ambos uno de dos puertas lleno de prendas que nos valen a las dos. Las tendencias, tendencias son, pero entre ellas hay un mar de básicos de fondo de armario tan imbatibles que se cumplan los años que se cumplan ni pasan de moda, ni están dirigidos a una única generación. Blusas, camisas, faldas midi (para todas) y vestidos. De momento estas 10 preciosidades tienen su nombre y el mío.
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