Tiaras, diademas, grandes colgantes, pendientes formidables, broches apoteósicos… todas esas alhajas y muchas más se encuentran entre la infinidad de joyas con mayúscula que podríamos contemplar si tuviéramos la oportunidad de abrir uno de los infinitos joyeros de alguna de las casas reales del mundo. Lo que no asociamos directamente con la realeza son los piercings, convertidos en nuestros tiempos en pequeñas joyas a menudo minimalistas, pero lujosas, que empiezan a adornar las orejas de mujeres que son símbolo de la elegancia, como Rania de Jordania, o de otras que lo son de la modernidad, como Lady Amelia Windsor. Ambas pertenecen a la realeza y ambas lucen con orgullo múltiples pequeñas piezas adornadas con diamantes.
La historia de los piercings en las orejas y en el resto del cuerpo se remonta a épocas remotas como el Antiguo Egipto o la de los Mayas. Miles de años atrás, ya se insertaban en la piel pequeñas piezas de metal, piedra o hueso talladas, que simbolizaban estatus u otras distinciones sociales. Los gladiadores romanos y muchas tribus africanas también han hecho uso desde tiempos inmemorables de los pendientes corporales. En los años setenta, el movimiento punk se adueñó de los piercings como una forma de demostrar rebeldía y descontento con lo establecido; incluso pasaron a formar parte de grupos marginales de la sociedad. Con el paso de los años y la influencia de internet, su uso se ha ido normalizando y sofisticando. Estrellas como Madonna contribuyeron a su popularización.
Ahora, es habitual ver estas piezas colarse cada vez en más ocasiones entre las orejas de mujeres que pertenecen a la alta sociedad. Otro gran ejemplo de ello es Sienna Miller, la actriz ha lucido en innumerables alfombras rojas sus orejas decoradas con un gusto exquisito: con grandes pendientes llamativos, acompañados de discretos piercings que las adornan.
Con lujo y elegancia
Para saber cómo lucirlos con estilo, hemos hablado con Juan Suárez, director artístico de una de las pocas casas de joyería especializadas en el sector de los piercings, Aristocrazy, que celebra supiercing week hasta el 20 de septiembre. “Depende de la persona, de dónde lo lleve, qué tipo de pendiente sea y cómo lo lleve”, pero sí, la respuesta de Juan Suárez es que sí se puede ser elegante. Incluso en alfombras rojas. “A mí me encanta. Me parece que se puede llevar un pendiente enorme muy elegante y de repente llevar dos aritos de diamante pequeños y delicados arriba en el cartílago”, comenta. Un ejemplo que coincide precisamente con el de Miller, que en el estreno londinense del filme Live by Night lució orgullosa un exquisito pendiente de oro blanco y diamantes con forma de espiral y lo acompañó con un discreto aro en el hélix.
Otros ejemplos de ello son dos actrices españolas: Blanca Suárez y María Pedraza. Afines a la firma y con más de dos agujeros por oreja, que lucen con orgullo en cada alfombra roja. “También vemos en alfombras gente que lleva dos pendientes más pequeños y luego un septum más sofisticado”, afirma Suárez. Las opciones son infinitas y se está normalizando el uso de piercings -siempre joya y elegantes- en los entornos más sofisticados.
Las tendencias
Los lugares más comunes a la hora de hacer un piercing, según confirma Juan Suárez, "dependen de la anatomía del cliente y de sus gustos", pero últimamente el equipo de Wonderland está viendo una tendencia en los gustos de los clientes por agujerearse en dos lugares determinados: el lóbulo y el hélix. Este último es el de la parte con cartílago y semicircular del borde de la oreja y "donde según la anatomía lucen mejor las joyas". Aunque el conch y el tragus son de los favoritos del equipo y cada vez más son las personas que se atreven con esas zonas.
Los más demandados son los de oro y diamantes. Los hay de aro, estilo pavé, en forma de pequeños motivos como triángulos dorados u otros mucho más llamativos con forma de flor, que combinan capas de oro blanco o amarillo con otras de diamantes, para un resultado espectacular.
Si por el contrario, el minimalismo es el gusto que impera, hay opciones adecuadas para este tipo de personas, como pequeños aros lisos o pequeñas figuras de oro blanco, amarillo o rosa pulidas y sin artificios. Para las más atrevidas, las opciones con zafiros, rubíes o esmeraldas –que en ocasiones también incluyen diamantes– son perfectas para añadir un toque de color al estilismo.
La forma de curarlo
Uno de los quebraderos de cabeza a la hora de hacerse un piercing y una de las razones para evitarlo es la posibilidad de que la herida se infecte, una posible y temida consecuencia, que sin embargo podemos evitar siguiendo las recomendaciones adecuadas. No tocarlo y no cambiarlo hasta que cicatrice. Desinfectar con alcohol al menos un par de veces al día es otra de las indicaciones básicas. “Hay que moverlo lo más mínimo posible, porque el movimiento del metal en la herida provoca el conocido efecto cuchillo en la piel”, dice Suárez, desmontando el mito que asegura que debemos girar los pendientes después de hacerlos para la cicatrización, un error también porque puede entrar suciedad de las manos en la herida. Hay que evitar el contacto con cremas o productos capilares y se debe lavar con el mismo jabón de ducha. El tiempo que hay que esperar antes de poner otro pendiente varía de persona a persona, normalmente se necesita alrededor de un mes y otras veces más tiempo.
La técnica
El grosor de los piercings es muy específico y la forma en la que se hacen influirá directamente sobre el resultado final y el tiempo que tarde la herida en curar. “Para que la oreja cicatrice bien, se utiliza un grosor de 1,1 mm, hay que ser preciso y hacer los tubos de ese tamaño, porque 1mm a ellos (los piercers) les parece insuficiente”, explica Suárez. “Si no se alcanza el grosor que queremos el efecto que puede hacer el metal es el de un cuchillo, como comentaba antes”, continúa. Y expone también la necesidad de perforar con agujas, puesto que retiran parte de la carne, en lugar de hacerlo con pistola, herramienta con la que el resultado consiste en “aglutinar la carne” y complicando más la posterior cicatrización.
Para crear el pendiente en sí, el equipo profesional de piercers ha trabajado codo con codo con el de diseño, consiguiendo hacer piercings de primera puesta fabricados en oro de 18 quilates. “Así conseguimos saltarnos el paso del pendiente de acero, que en muchas personas provoca rechazo a la hora de hacerse un piercing, porque saben que van a tener que estar una temporada con una bola de acero. Nosotros somos una de las únicas casas de joyerías del mundo que conseguimos hacer un piercing de primera puesta. Un piercing joya que atrae estéticamente por su diseño”. Según la zona de la oreja donde queramos el piercing (hélix, conch, tragus, lóbulo…), la joya de primera puesta será diferente, puesto que cada una se adapta con su tubo a las medidas anatómicas de las diferentes partes de la oreja.
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