Solo quería hacer algo diferente a todos los demás. Eso explicaba el propio Kenzo cuando algún periodista le preguntaba por qué dejó Japón para dedicarse a la moda. Y lo consiguió, porque no solo fue uno de los precursores del pêt-à-porter, también inundó París de color cuando llegó desde Japón en los años 70 con sus kimonos y sus sedas estampadas.
Todo empezó con las olimpiadas de Tokyo 64
La irrupción de Kenzo en París se la debemos a una casualidad. En el año 64, Tokyo se estaba preparando para sus juegos olímpicos y debido a las obras, el edificio en el que vivía fue demolido. Como compensación le dieron un dinero que él aprovechó para comprarse un billete de barco que, tras pasar por Singapur, Bombay y España, le hizo aterrizar en París. Una vez allí, no tardó mucho en abrir su propia tienda que pintó con los flores salvajes inspirado por Henri Rousseau. Se llamaba ‘Jungle Jap’, pero después cambió el nombre por el de Kenzo.
No tardó en hacerse famoso por sus diseños con formas y colores nunca vistos, que dejaban al cuerpo libertad absoluta. Prendas que se presentaban en desfiles llenos de movimiento y teatralidad que celebraba en sitios como Studio 54 y hasta un circo, en el que él irrumpía subido a lomos de un elefante. Era divertido en todos los sentidos de la estética.
El adiós a su firma
Los 70 y los 80 fueron sus décadas de éxito, cuando triunfaban sus desfiles espectáculo, llenos de celebrities y musas. Pero los 90 fueron los años que le vieron vender su marca a un gran grupo, LVMH. Fue en 1993, tras la murete de uno de sus socios y el bache económico que estaba pasando la empresa. Aún así,y allí estuvo durante seis años más hasta que, en 1999, dejó la dirección creativa de su marca para siempre cuando se cumplían 30 años de su creación. Lo hizo desilusionado y con la certeza de que todo había cambiado. Las cosas no eran como antes en la industria de la moda y él no estaba dispuesto a renunciar a lo que era.
Su formación le premitió dedicarse a otras artes como la pintura o la decoración, pero ninguna le hacía tan feliz como ver sus diseños sobre una pasarela. Otros grandes nombres han pasado por la dirección creativa de la marca desde entonces y todos han querido mantener la esencia del japonés a través de sus estampados de colores y sus famosas mariposas. Pero ninguno ha conseguido lo que él hizo y por lo que siempre le recordaremos: hacernos ver la moda como una expresión artística llena de color y libertad.
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