‘La forma del agua’: crítica y reparto de la película de Telecinco

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    La forma del agua es trabajo del maestro del terror Guillermo del Toro, y quizá su mejor obra hasta la fecha. Tras dirigir un puñado de películas de terror de menor presupuesto, la secuela centrada en vampiros Blade II y la primera película de Hellboy, el director mexicano-estadounidense empezó a dejar huella en Hollywood con el estreno de El laberinto del fauno en 2006. La película introdujo a muchos en el universo del cineasta: capricho y romance mezclados con terror. Desde entonces, el cineasta ha llevado a cabo toda una serie de proyectos, desde el gran éxito de taquilla que supuso Pacific Rim, una extravagancia de robots luchando contra kaiju, hasta su reinterpretación del género romántico gótico con Crimson Peak o su último trabajo, la película de animación de Netflix Pinocho. Del Toro volvió con otro proyecto único que seguro atraerá la atención de los cinéfilos de Telecinco. La forma del agua, de Guillermo del Toro, mezcla con elegancia un caprichoso cuento de hadas con un nuevo giro de las películas clásicas de monstruos para ofrecer una experiencia deliciosa.

    En La forma del agua, Elisa Esposito (Sally Hawkins) es una mujer muda que trabaja como conserje nocturna en el Centro de Investigación Aeroespacial Occam, en el Baltimore de principios de los años sesenta. Su rutina diaria incluye ver viejos musicales con su vecino y amigo Giles (Richard Jenkins), un homosexual que trabaja desde casa como artista comercial, y trabajar con su parlanchina amiga Zelda Fuller (Octavia Spencer). Elisa es bastante feliz en su vida, encontrando alegría en los pequeños momentos, pero su mundo cambia para siempre cuando la instalación adquiere un extraño espécimen, al que apodan el Activo (Doug Jones). El coronel Richard Strickland (Michael Shannon), el doctor Robert Hoffstetler (Michael Stuhlbarg) y varios científicos se proponen estudiar al Activo, aunque Strickland siente un particular desprecio por la criatura y Hoffstetler una particular fascinación.

    Elisa está intrigada por el Activo e intenta hacerse amiga de la criatura llevándole huevos duros y enseñándole el lenguaje de signos, que es su principal forma de comunicación. Cuando se entera de que Strickland y su superior, el general Hoyt (Nick Searcy), han decidido viviseccionar al Activo, a pesar de las protestas del Dr. Hoffstetler, empieza a planear una forma de ayudar al anfibio a escapar de las instalaciones. Para ello, recluta a Zelda y a Giles, pero sólo lo consiguen con la sorprendente ayuda del Dr. Hoffstetler, que tiene sus propias motivaciones secretas para ayudar. Una vez liberados, Elisa y la criatura se acercan aún más y ella se enamora de él, mientras planea cuándo y cómo devolverlo al mar. Con Strickland a la caza del Activo y de los que ayudaron a liberar a la criatura, Elisa y el hombre anfibio se encuentran en una situación peligrosa, aún más tensa por los sentimientos que sienten el uno por el otro.

    ‘La forma del agua’: crítica de la película

    La forma del agua fue dirigida por del Toro a partir de un guion que escribió junto a Vanessa Taylor (Divergente, Juego de tronos), aunque se basa en una historia del propio cineasta. La historia en sí es una hermosa mezcla de romance clásico de cuento de hadas similar a La Bella y la Bestia, pero con un hombre anfibio que rinde un homenaje obvio -y reverente- al monstruo de La criatura de la laguna negra. Sin embargo, La forma del agua también hace un buen uso de su ambientación en el Baltimore de los años sesenta, añadiendo un trasfondo de maccarthismo de la época de la Guerra Fría que aporta cierta profundidad al clima político, y una cierta visión de la mentalidad de Strickland, que es sin duda el villano -y verdadero monstruo- de la película. En conjunto, la mezcla de géneros y tropos confiere a La forma del agua una sensación aún más surrealista, con los elementos fantásticos en marcado contraste con los matices políticos realistas.

    Aun así, la historia de La forma del agua cobra vida de forma maravillosa gracias a del Toro en la silla del director y al director de fotografía Dan Laustsen. El tema del agua y el hecho de que el coprotagonista sea un hombre anfibio hacen que la película sea muy atractiva visualmente, y La forma del agua aprovecha todas las oportunidades posibles para jugar con el agua y la luz de una forma deslumbrante. Además, los decorados clásicos, pero no demasiado pulidos, del diseñador de producción Paul D. Austerberry (Pompeya) y el vestuario al estilo de los años 60 de Luis Sequeira (The Strain) contribuyen a aportar una rica textura a La forma del agua que resalta la dicotomía de elementos realistas y fantásticos de la película. No obstante, también hay que aplaudir a los equipos de maquillaje y efectos visuales por dar vida a la criatura de Del Toro con gran verosimilitud.


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