No levanta cabeza. Poco más de un mes después de la muerte de su hijo, Ana Obregón está destrozada. Se sabe poco de ella: el par de mensajes en Instagram, dos visitas contadas a casa de sus padres y ese refugio en la fe que han mostrado las revistas esta semana en unas imágenes en las que viste de riguroso luto.
Ana «está hecha polvo». Así de rotundas se mostraban ayer sus hermanas, preguntadas por la prensa cuando regresaban en coche a casa. Bajaban la ventanilla y atendían a una prensa que nunca olvidará ese gesto de Obregón, rota a su vuelta del tanatorio, sacando fuerzas de flaqueza para agradecer el cariño y el trato.
Celia y Amalia reconocen que su hermana no está bien, pero que esperan poder ir unos días a Palma de Mallorca este verano, donde tienen una segunda residencia. Salir de Madrid en busca de ese respiro, sería un gran paso para a actriz, aunque también puede despertarle ciertos recuerdos y sentimientos que la revuelvan.
Álex Lequionos dejó el pasado 13 de mayo tras dos años de dura lucha contra el cáncer. Sin abandonar la sonrisa. Y con su madre de su mano, sin soltarle ni un minuto hasta que se precipitó el trágico desenlace que ha apagado su vida, la de su madre, tal y como ella reflexionó en esa dedicatoria en Instagram un día después de perderle.
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