De una institución tan hermética y controlada como la monarquía es normal que existan secretos que el público general nunca llegará a conocer. Pero no por ello deja de sorprender que hoy, 68 años después de que comenzara su reinado, sigamos descubriendo detalles inéditos sobre Isabel II. Y no hablamos de las conversaciones a puerta cerrada que ha mantenido a lo largo de estas décadas con los líderes mundiales que han despachado con ella, sino de algo que lleva todo este tiempo a la vista del pueblo como su anillo de casada.
Una joya que la monarca no se ha quitado nunca de la mano desde que su marido, Felipe de Edimburgo, se lo pusiera durante su boda. Una ceremonia celebrada hace casi 73 años (su aniversario será el próximo 20 de noviembre) que, además, fue el primer enlace real retransmitido en directo por televisión en todo el mundo.
Un hito que permitió a más de 200 millones de espectadores de todos los continentes asistir al momento en el que la entonces todavía princesa y su novio se dieron el ‘sí, quiero’ sin saber que pocos años después iniciarían juntos el reinado más longevo de la historia de Inglaterra.
Aparentemente sencillo, aquel anillo de oro no le costó ni una libra al duque de Edimburgo, que pidió que lo forjaran para su esposa tomando como base una enorme pepita de oro que recibió como regalo del pueblo de Gales para la ocasión. Lo que nadie sabía es que en el momento que lo llevó al joyero, Felipe le pidió que grabara dentro una inscripción que nadie: excepto él y la propia reina, ha visto nunca.
Así lo acaba de revelar la escritora Ingrid Seward, autora de Prince Philip: A Portrait of the Duke of Edimburgo, una biografía autorizada del marido de Isabel II que acaba de publicarse en Inglaterra y que contiene datos hasta ahora desconocidos como el de este mensaje oculto.
“La reina nunca se ha quitado el anillo, de ahí que nadie haya podido ver nunca qué fue lo que el duque puso dentro del mismo”, asegura la biógrafa real en sus páginas. “Los únicos que conocen ese secreto son la reina, su maridoy el maestro que grabó la petición de Felipe”, explica Seward, que asegura también que el duque participó activamente en el anillo con el que pidió la mano de lsabel II.
Lo hizo ayudado por su madre, la princesa Alicia de Grecia y Dinamarca, que ofreció a su hijo una tiara de diamantes que le habían regalado por su boda para que, a partir de ella, creara el anillo de compromiso. Para ello, Felipe acudió a un joyero local que transformó las piedras preciosas de esa tiara en un solitario de diamantes de talla brillante con cinco diamantes pavé en cada lado y con un engaste clásico de platino. Spoiler: Isabel dijo sí. El resto, es historia.
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