El pasado 16 de febrero Ernesto de Hannover, de 66 años, anunciaba la interposición ante los tribunales de una cuantiosa demanda ante el Tribunal Regional de Hannover y acusaba a su heredero de “ingratitud”. Sus abogados pertenecen a un prestigioso despacho de Berlín. Ernst de Hannover exige a Ernst August, de 37 años, cinco millones de euros y revertir las donaciones que le hizo en 2004 y 2007 como parte de su herencia concedida en vida. Estos bienes incluyen los castillos de Marienburg, el más valioso y simbólico de todos, y de Herrenhausen.
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Esos cinco millones que reclama el todavía marido de Carolina de Mónaco es el valor de los bienes que el primogénito gestiona supuestamente sin que le pertenezcan y que Ernst le cedió en vida. El príncipe acusa a su hijo primogénito de haber obtenido además de forma irregular obras de arte y antigüedades del patrimonio familiar. Su objetivo, según el príncipe de Hannover: tratar de hacerse con el control de la fortuna de forma ilícita. Ernst de Hannover denuncia que fue destituido de la Fundación Familiar y que su hijo donó el castillo de Marienburg, la joya familiar y residencia histórica de la dinastía, al estado de Baja Sajonia en contra de su voluntad. El heredero de los Hannover tiene varias semanas para presentar alegaciones.
Ernst de Hannover, muy enfermo y con una adicción al alcohol de hace varios años, se encuentra hoy recluido en una cabaña de caza, en Grünau im Almtal, en Austria, y acusa a su hijo de “desatenderle” y negarle su ayuda. La policía se presentó, en septiembre, en su domicilio para detenerle por un altercado contra la autoridad. Se enfrenta a una pena de hasta tres años. Ernst asegura también que fue culpa de su hijo. El juicio tendrá lugar el 23 de marzo.
La historia de este desencuentro entre padre e hijo comienza cuando el Príncipe de Hannover decide cederle la gestión de su patrimonio a su hijo mayor y heredero, Ernst August, y éste vende el palacio de Marienburg, construido en el estado de Baja Sajonia en 1867 y una de las propiedades más valiosas de la Casa de Hannover, con 135 habitaciones, por el simbólico precio de un euro al Estado de Baja Sajonia, a cambio de que se hiciera cargo de su mantenimiento y reparación. Estos gastos ascienden a unos 30 millones de euros. El príncipe ya no quería seguir gastando dinero en el mantenimiento del palacio. Según él, podía acabar con su propia fortuna. De esta manera el palacio podía seguir conservándose para el público. Ernst de Hannover entró en cólera y logró que se paralizara la operación. Entonces empezó la batalla judicial entre padre e hijo.
El heredero de la casa de Hannover Ernst August Andreas Philipp Constantin Maximilian Rolf Stephan Ludwig Rudolph, Duque de Brunswick-Lüneburg y Príncipe de Gran Bretaña e Irlanda se casó, el 8 de julio de 2017, con la diseñadora Ekaterina Malysheva, en el mismo palacio que ahora es objeto del litigio. La boda también se celebró en contra de la voluntad de su padre, que no asistió. La ceremonia de su matrimonio se celebró en Hannover y a ella acudió Carolina de Mónaco con la familia Casiraghi. Por la noche se celebró una fiesta en el castillo de Marienburg. Ekaterina celebró su despedida de soltera en Sevilla con una gran fiesta flamenca a la que asistieron la princesa Alejandra de Hannover y Sassa de Osma, hoy casada con el hermano pequeño de Ernst August, Christian. Se alojaron en el hotel Trasierra, un cortijo del siglo XVI, con decenas de hectáreas de olivos y naranjas.
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Ernst de Hannover se pronunció públicamente en contra del matrimonio unos días antes, en declaraciones a un periódico, asegurando que emprendería acciones legales contra su hijo para recuperar todos los bienes que le cedió doce años atrás. Según él, el matrimonio ponía en peligro la preservación de los intereses de la casa de Hannover si había un divorcio. Se dice que la propia Carolina de Mónaco, cuya relación con los hijos de Ernst de Hannover es muy buena, sigue casada con él para evitar que vuelva a contraer matrimonio y complicar así todavía más la herencia de sus bienes.
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En declaraciones recientes a un diario alemán, Ernst August asegura que nunca recibió las cantidades de dinero que dice su padre y que tan solo le cedió “unos terrenos agrícolas y forestales”, cuyos ingresos nunca fueron suficientes para rehabilitar y mantener el castillo. Por eso decidió ponerlo a la venta. También dice que su padre ha acumulado cuantiosas deudas. En 2005, en el momento de la donación en vida, ya tuvo que realizar una subasta para hacer frente a los gastos paternos. El resto se invirtió en algunas reformas del palacio. El príncipe confía en que la situación se aclare definitivamente. “Yo soy el propietario de Marienburg”, asegura.
El heredero de los Hannover estudió en Londres y Nueva York y se ha dedicado principalmente a la gestión del patrimonio familiar. Es padre de una hija, Elisabeth, a la espera de la llegada de su segundo hijo en abril.
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