Tatiana Blatnik no nació royal pero el título de princesa no le queda grande, mucho menos en cuestiones de estilo de una princesa del siglo XXI. A sus recién cumplidos 40 años, los ha celebrado este viernes, la colombiana casada con el príncipe Nicolás de Grecia, segundo hijo del rey Constantino es una mujer, ante todo, elegante y discreta, y eso se traduce en el vestir. Se mueve entre sofisticados vestidos para ocasiones de gala de grandes diseñadores a los que elige cuidadosamente -es fiel a Carolina Herrera, la vistió de novia el venezolano Ángel Sánchez y en ocasiones se decanta por diseñadoras griegas como Celia Kritharioti, aunque también ha lucido piezas de Erdem y Gucci – y el boho cuando el momento lo permite como, por ejemplo, en su última fotografía colgada en Instagram con un precioso kaftán de flores de Mary Katrantzou.
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Tres años después de su boda con el príncipe griego en la isla de Spetses, Tatiana se instaló en 2013 en Atenas siguiendo los pasos de su marido, feliz por poder volver, como también hicieron sus padres Constantino y la reina Ana María, a su país.
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En Grecia, disfruta del mar y de un entorno que le permite estilismos relajados y bohemios como estos. Pero no siempre es posible vestir con kaftán ni con increíbles vestidos de los mejores diseñadores. Al menos, en el caso de una princesa como Tatiana. Dejó su vida en Nueva York y Londres, y su trabajo como relaciones públicas con la diseñadora Diane von Furstenberg para trasladarse a Gracia y allí tratar de ayudar a que el país superara su profunda crisis.
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Involucrada en distintas causas sociales y comprometida con el turismo y la artesanía local, ha confesado que su vida es muy normal. Tanto, contó en ABC hace unos años, que en su piso de Atenas ella tiene que abrir la puerta. Impensable para muchas otras princesas.
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Por eso, ella se pone vaqueros y camisa cuando toca, se mete en la cocina casi siempre -dice que lo que mejor le sale es la pasta, sobre todo, la que más le gusta a su marido, la pasta con calabacín- y viste mallas de hacer deporte siempre que le apetece. Y todo esto lo cuenta en Instagram donde es bastante activa, aunque menos que su cuñada Marie-Chantal Miller.
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Amante de la naturaleza, de los animales y de la vida sana, nació en Venezuela pero a seis años se mudó a la localidad suiza de Gstaad. Nieta de la condesa Ellinka Von Einsiedel, hija de un empresario esloveno afincado en Venezuela y de una aristócrata alemana criada en Málaga -por eso habla español-, ha recorrido el mundo en sus cuatro décadas de vida, aunque se sigue sintiéndose venezolana y “un poco española”, confesó al mismo medio. “Por eso me gusta tanto la paella y las sardinas de chiringuito”.
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