Era una de las mujeres más buscadas del mundo desde el pasado mes de julio, cuando Jeffrey Epstein, poco antes de tener que ponerse delante de la justicia para rendir cuentas por sus abusos sexuales, aparecía muerto en su celda. Ghislaine Maxwell, su amante y ‘madame’ del pedófilo, era arrestada por el FBI hace un par de semanas. Y todas las precauciones con ella, son pocas.
Nos referimos al cuidado y a las medidas de seguridad que se han establecido en torno a ella en la prisión neoyorquina del barrio de Brooklyn donde está encerrada a la espera de prestar declaración judicial. Tanto la policía como los responsables de instituciones penitenciarias quieren evitar lo mismo que pasó con Epstein: que se quite la vida para llevarse su secreto a la tumba.
Así que han optado por quitarle de su vista todo lo que pudiera ser potencialmente utilizado para suicidarse. Para empezar, toda la ropa que se le ha proporcionado, tal y como ha revelado un funcionario de la cárcel, está confeccionada con papel. Nada de tela a su alcance. Ni siquiera sábanas para cubrirse en la cama.
Además, cuenta con una compañera de celda que ejerce de vigilancia permanente de Maxwell, las 24 horas del día sin separarse de ella, y que debe avisar de cualquier movimiento sospechoso. Así mismo, se han designado unos funcionarios específicos que velen por la vida de la ‘socialité’, para conseguir que llegue ante el juez y tratar de sacarle una confesión que empiece a esclarecer las aristas de uno de los escándalos más sonados en materia de abusos sexuales y violaciones a menores de la historia.
Una vista que esta fijada para mañana, 14 de julio, y con la que hay numerosos rostros muy importantes y con mucho poder que deben estar temblando. Entre ellos, el príncipe Andrés, amigo íntimo de Epstein y al que la Justicia de Estados Unidos ha acusado, en repetidas ocasiones estos meses de no querer colaborar.
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