Mathilde d’Udekem d’Acoz (Uccle, 20 de enero de 1973) logró que por primera vez en su historia, la prensa belga y francófona pagara y publicara una encuesta sobre la monarquía. Fue en 1998, cuando hacía cinco años que era novia del príncipe Felipe y faltaba una semana para su boda con él. El 64,4% de los encuestados contestó que preferían un rey a un presidente y las cuatro cadenas de televisión en activo esos años, dos públicas y dos privadas, anunciaron que cubrirían la ceremonia: la última vez que se habían puesto de acuerdo en cubrir algo fue el entierro del rey Balduino.
De ese modo, quedaba claro el tirón popular y mediático de la hija del conde Patrick d’Udekem d’Acoz, que a sus 20 años había conquistado a un príncipe de 34 de quien la prensa publicaba que era depresivo, homosexual y que, según sus propias palabras, no tenía ningún interés en heredar "el negocio familiar". Pero desde que empezaron su relación todo eso cambió y tanto la familia real como el pueblo belga empezaron a ver que el príncipe tenía muchas opciones de coronarse.
Esa y otras cosas se cuentan en un volumen editado por la Universidad de Lieja titulado Mathilde: regards sur un mariage princier (Matilde, miradas sobre una boda principesca), donde queda claro que en el momento de llegar a la familia, la institución pasaba por un momento delicado debido sobre todo a los muchos problemas familiares. En esas páginas también se analiza el modo en que la fascinación producida por la llegada de una mujer hermosa, joven y conciliadora no sólo acabó con algunas rencillas familiares, sino que también arrasó con buena parte del espíritu crítico de la prensa belga. De alguna manera, dicen ahí los expertos, todos se dejaron seducir por un "cuento de hadas" que traía estabilidad y ponía fin– al menos de cara a la galería– al estilo de vida disoluto que habían llevado los padres de Felipe, los reyes Alberto y Paola, y que sigue de alguna manera su hermano Lorenzo, la oveja negra.
Pero a quienes se parecen Felipe y Matilde es a los tíos de él, Balduino y Fabiola, los reyes que lo criaron, un matrimonio sin hijos y ultraconservador. Como comentó en unas jornadas celebradas en Bélgica en 2015 el historiador y experto en monarquía, Vincent Dujardin, Matilde "da la impresión de tomarse su función más como una profesión que como un papel, pero también tiene que ver con el modo en que ha evolucionado la sociedad". Lo que venía a decir el experto es que tanto ella como su marido se presentan como reyes del siglo XXI, por lo que el papel de la mujer que hoy cumple 47 años es más amplio que el de Fabiola, mera consorte, y por eso en su agenda hay sitio para tareas como la de participar en las actividades de los Jóvenes Líderes Globales, del Foro Económico Mundial,o en el Programa de Liderazgo Global y Políticas Públicas que se organiza desde Boston.
También difiere de Fabiola en que es madre de cuatro hijos ( Elisabeth (2001); Gabriel ( 2003), Emmanuel (2005) y Eléonore (2008)), cuya educación ha supervisado de cerca en el Castillo de Laeken, donde vive la familia real belga en una línea de crianza parecida a la otras reinas como Letizia o su gran amiga, Máxima de Holanda, con quien comparte la pasión por España y un gusto muy similar en cuestiones de moda. .
Lo que sí tiene en común con aquella reina española es que ambas son muy conservadoras. Matilde, que se describe a sí misma como una madre muy estricta que, como Fabiola, es una ferviente creyente que estudió pedagogía en la Universidad Católica de Lovaina. En eso estaba cuando conoció a Felipe, un rey improbable a quien ayudó a coronarse hace ahora cinco años.
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