El emperador Naruhito confesó ayer que su consorte, la emperatriz Masako, “todavía tiene altibajos” y sigue luchando contra la depresión que sufre desde hace casi dos décadas.
Según declaró en la rueda de prensa con la que ayer celebró su primer cumpleaños como emperador, “la fatiga de Masako tiene a prolongarse después de un gran evento, o cuando varios de sus compromisos públicos coinciden en el tiempo”. Por ello, y a pesar de que el emperador Naruhito reconoció que su mujer ha demostrado ser “una buena consejera tanto en asuntos públicos como privados”, él nunca ha querido “que se canse demasiado, sino que trabaje en lo que pueda”.
“Todavía se está recuperando”, aseguró el emperador a los periodistas reunidos con motivo de su 60º cumpleaños, el cual aprovechó para confirmar que no pudo festejar en público y por todo lo alto, tal y como estaba previsto y es tradición en Japón, por culpa de la alarma del coronavirus.
Fue en 2004 cuando la casa imperial confirmó que la entonces princesa Masako sufría una depresión por estrés que la había mantenido apartada de la vida pública durante ocho meses. Aunque el comunicado no aclaraba las causas de esa enfermedad, la prensa japonesa dio por hecho que se debía a la presión que en esa época sufría la princesa para dar a luz a un varón. Sin embargo, cuando finalmente Masako tuvo un bebé este resultó ser una niña, la princesa Aiko, lo que al estar vedado el trono a las mujeres representaba una complicación para la sucesión e, indirectamente, para la tranquilidad de la princesa Masako, casi invisible durante los últimos años por su enfermedad.
Al convertirse en emperatriz en 2019, Masako dio sin embargo muestras de una gran mejoría, y el pasado octubre consiguió asistir a todas las ceremonias relativas a la entronización de su marido. El problema de cómo asegurar la continuidad de la casa imperial japonesa, no obstante, sigue sin una solución completa y depende ahora solamente del príncipe Hisahito, el sobrino de 14 años del actual emperador. Cuando el próximo 19 de abril su padre, el príncipe Akishino, sea proclamado príncipe heredero, será él quien represente la única esperanza de continuidad de la casa imperial japonesa, pues es el único descendiente varón con el que por ahora cuenta la familia del emperador Naruhito.
Esa continuidad, no obstante, dependerá de que en el futuro el joven príncipe Hisahito tenga a su vez hijos varones, y por el contrario quedará arruinada si, al igual que lo que ha sucedido con sus tíos, Hisahito solo tiene descendencia femenina. Se trata de un problema que el gobierno japonés ya ha calificado de “urgente” y que podría solucionarse cambiando la ley para que las princesas tengan los mismos derechos sucesorios que los príncipes. De esta manera, la hija de Masako o sus posibles descendientes mujeres podrían acceder al Trono del Crisantemo. Una posibilidad que cuenta con el respaldo de una mayoría del 70% de los japoneses, pero a la que por el momento se opone la facción conservadora del gobierno a la que pertenece el actual primer ministro japonés, Shinzo Abe.
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