Cuando Marilyn Monroe era una estrella en los 50 no existían los hashtags ni Twitter; lo que desde luego sí existía era el racismo. Por aquel entonces, la diva del jazz Ella Fitzgerald también era una estrella, pero el mundo se empeñaba en no reconocérselo porque era negra. Décadas antes del #BlackLivesMatter, Monroe nos dio una lección sobre cómo contribuir en las luchas que no hay que protagonizar: ceder parte de tu privilegio para que las personas discriminadas avancen donde les corresponde.
Marilyn Monroe ha pasado a la historia como un símbolo trágico de Hollywood. Para muchos una actriz mediocre, una mujer poco inteligente que solo funcionaba como icono sexual en las películas. Para otros, una mujer herida, difícil de tratar e inestable. Sin embargo, anécdotas como la que protagonizó junto a Ella Fitzgerald demuestran lo que la cantante una vez dijo de ella: «Era una mujer inusual, un poco adelantada a su tiempo. Y ella no era consciente».
Ella Fitzgerald, la estrella que tenía que entrar por la puerta de atrás
El manager de Ella Fitzgerald era Norman Granz, una leyenda de la industria musical que se empeñaba en que todos sus músicos fueran tratados por igual en hoteles, locales y restaurantes, independientemente de su raza. Este espíritu chocaba con las políticas de muchos estados… Y con su policía. Fitzgerald cuenta como una vez ella y sus músicos fueron detenidos y en el calabozo los agentes que los habían apresado osaron pedirles un autógrafo.
Aunque era una cantante de éxito (hasta los policías racistas le pedían una firma), tenía que entrar por la puerta de atrás en muchos locales «para no molestar a la clientela blanca» y en otros, como el Mocambo, the-place-to-be por aquel entonces en Hollywood, ni siquiera le estaba permitido actuar.
Sin embargo, entre toda esa clientela de VIPS (de Frank Sinatra a Humphrey Bogart y Lauren Bacall), la diva contaba con una fan de excepción que se quejó de la política del Mocambo… Y decidió cambiarla: Marilyn Monroe.
Marilyn Monroe en primera fila
Marilyn intentaba por aquel entonces convertirse en lo que en la industria se conocía como una triple amenaza (una artista que supiera cantar, bailar y actuar). Para que educara su voz, le dieron discos de Ella Fitzgerald, y además de aprender quedó maravillada por su talento.
La cantante contó cómo su ilustre fan consiguió que Ella tocase en el Mocambo y le ayudó a que por fin su talento llegara a los escenarios más grandes e importantes del país: «Le debo una grande a Marilyn Monroe. Ella llamó personalmente al dueño del Mocambo y le dijo que quería que me contratara de inmediato. Si lo hacía, ella reservaría la primera mesa todas las noches. Le explicó, y era cierto, porque Marilyn era una superestrella, que la prensa se volvería loca. El dueño dijo que sí y Marilyn estuvo en esa mesa todas las noches. Y la prensa se volvió loca. Después de eso, nunca más tuve que tocar en un club de jazz pequeño«.
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