Rocío Carrasco, Meghan Markle… ¿Por qué nos cuesta creer a las mujeres famosas cuando hablan de suicidio y en maltrato en televisión?

El año viene cargado de confesiones a pie de cámara y que no dejan indiferente a nadie. El mismo terremoto en redes sociales que sufrieron los países anglosajones cuando Meghan Markle y Enrique de Inglaterra confesaron en prime time para Oprah Winfrey que la casa real británica era racista y que Meghan pensó en el suicidio como solución a sus problemas, es el que vive desde el domingo por la noche el Twitter español con las declaraciones de Rocío Carrasco en el documental de Telecinco en el afirmaba haber sufrido violencia por parte de su ex pareja Antonio David Flores y que se había intentado suicidar.

El debate en redes sociales ha sido encarnizado entre los que creen a Rocío Carrasco y la ven como una víctima de violencia de género y los que no se creen ni una palabra. Entre los primeros coinciden dos políticas de signos muy distintos: Irene Montero y Rocío Monasterio. Pero, en general, ¿por qué cuesta creer estas declaraciones sobre dramas y tragedias cuando es una persona de renombre quien las confiesa?

La verdad de Rocío Carrasco: tendemos a negar lo que nos incomoda

“En general nos cuesta aceptar ese tipo de confesiones porque son cuestiones sobre las que uno no puede sentirse al margen. Lo que revela esa persona, las violencias invisibles que salen a la luz, nos obligan a tomar una posición e incluso reconocer que en nuestra vida nosotros mismos hemos tolerado alguna vez alguna forma de violencia. Por eso cuando el otro lo muestra de forma tan abierta como es un testimonio público, rápidamente uno de los mecanismos de defensa que se ponen en marcha es negar el hecho porque eso nos evita tomar posición e incluso enfrentarnos a aspectos de nuestra vida”, explica José Ramón Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología de la UOC.

Los personajes que hacen estas confesiones en público cuentan además con un problema añadido añadido: el de que es fácil desconfiar de ellos, y ellos mismos lo saben, muestra de ello es todas las pruebas periciales que Rocío Carrasco muestra en el documental sobre su vida para demostrar que lo que dice es cierto.

Para bien o para mal muchos de los famosos que confiesan los episodios más oscuros de su vida son los mismos que se han labrado una imagen de perfección a su alrededor, nos han vendido durante años imágenes de una vida idílica en la que no tienen cabida los problemas. Romper esa imagen tiene un precio en forma de desconfianza y trolls en las redes sociales.

En ese esquema encaja bien todo el hate que recibe Meghan Markle cuando sus haters argumentan que no se deben creer sus palabras porque vive una vida privilegiada repleta de lujos. Una vida tan alejada de la nuestra y aparentemente tan perfecta que impide que empaticemos con esa persona cuando confiesa historias de debilidad, problemas y dramas personales.

“Cuando una persona más cercana, una vecina, una amiga, cuenta ese mismo tipo de situaciones nos resulta sencillo empatizar con ellas. Si es un familiar directo también cuesta, porque eso nos obliga a tomar una posición sí o sí; pero cuando quien ha sufrido esa violencia es una persona con la que tenemos un vínculo de media distancia, por decirlo así, es fácil que empaticemos”, asegura el experto de la UOC.

Y por esa misma regla de tres cuando es un personaje público el que habla sucede todo lo contrario, nos cuesta reconocer que sus palabras sean reales porque siempre les hemos visto sonreír en las portadas de las revistas con sonrisas perfectas. Cuando una famosa que siempre ha posado en una casa preciosa habla de problemas como estos nos coloca ante un espejo ante el que no nos queremos mirar, nos confrontan hacia cuestiones de difícil respuesta del tipo “¿qué harías tú en esa situación?”… y en ocasiones responder a esa misma pregunta ya nos resulta incómodo.

Rocío Carrasco en Telecinco: la difícil línea entre el testimonio y el morbo

Morir no es sencillo, pero últimamente hemos escuchado a muchos rostros conocidos hablando de suicidio. Meghan Markle confesó a su marido que quería quitarse de en medio por culpa del acoso de la prensa, Concha Velasco explicó recientemente que un ataque de risa la salvó de un intento de suicidio. La última en hablar de intentos de suicidio en prime time ha sido Rocío Carrasco, y a pesar de enseñar su certificado médico de padecer depresión y el de su ingreso en el hospital por esta causa aún hay gente que la acusa de intentar “llamar la atención”.

La desconfianza en los testimonios de estas mujeres viene derivada, de nuevo, de su imagen pública. Cuando ellas mismas rompen esa burbuja que les suponemos de felicidad cuesta creerlas. Nos resistimos a pensar en ellas como víctimas de maltrato o mujeres abatidas por el dolor y la desesperación con tentativas de suicidio en sus vidas, porque todos alimentamos en nuestro interior prejucios acerca de cómo es la violencia de género, los abusos sexuales o el suicidio. Pero la realidad tiene poco que ver con los estereotipos que manejamos en el día a día.

Hay situaciones de desesperación que hay que escuchar, una persona que confiesa que ha estado a punto de morir por no poder afrontar su vida es una persona que ha llegado al límite de lo que le resulta soportable. Y visibilizar todas estas violencias siempre es importante. En España, la cifra oculta de la violencia de género es muy alta, según cifras del Consejo General del Poder Judicial solo una de cada cuatro víctimas denuncia.

Que alguien famoso como Rocío Carrasco hable de su experiencia es importante y ayuda a que otras personas puedan animarse a denunciar. Pero no debemos perder de vista que tanto importa lo que se dice como cómo se dice. porque el tratamiento morboso que se le puede dar a esa información puede destruir el mensaje como bien le recordó anoche Twitter a Jorge Javier Vázquez, que intentaba rifar 12.000 euros entre pausa y pausa del documental de una mujer destrozada llorando.

“Si la intención de una persona relevante, como ha pasado por ejemplo en el caso del bullying en España, es dar un testimonio sobre el problema, eso es importante. Pero si alguien lo hace por alimentar el morbo y alimentarse del morbo, al final resulta contraproducente”, advierte el experto.

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