Hay películas que convencen más y películas que convencen menos, pero también las hay que deberían llevar una advertencia al inicio para ahorrarnos el mal trago. Y es ese el caso de ‘365 días‘, la polémica película polaca que ha llegado hoy a Netflix con la intención de convertirse en una nueva ’50 sombras de Grey’. Pero, ay, más de uno echará de menos a Anastasia Steele y el Señor Grey cuando le echen un vistazo a esta mediocridad tóxica tan insultantemente machista que hace que las novelas de E.L. James parezcan secuelas de ‘Mujercitas’.
Éxito de taquilla en Polonia, esta película de Barbara Bialowas basada en la novela de Blanka Lipinska nos presenta la siguiente historia: Massimo, un jefazo de la mafia siciliana, se encapricha de una mujer que ha visto en el aeropuerto, Laura, y decide secuestrarla porque su novio no la merece y él puede darle lo que necesita. Ella, como es normal, se resiste al encierro, pero el mafioso no está dispuesto a recular. Es más, le propone un trato: le da 365 días en cautiverio para que se enamore de él. Así de seguro está (y los espectadores también) de que sucederá. Enamoramiento forzoso por Síndrome de Estocolmo. Un punto de partida cuanto menos irrisorio, que irá tejiendo un anti-manual de todos los comportamientos sexistas que hay que desterrar de las relaciones amorosas, y que en esta historia se elevan a la épica romántica.
El romanticismo mal entendido da como resultado una película de ‘soft porn’ de baratillo donde es importante, para todos aquellos que se aventuren a visionarla, detectar la manipulación extrema de su directora. Bialowas se asegura de hacernos entender que Laura no es ninguna santa, y que le va la marcha. También que Massimo es un obseso del control, pero parece que a todas las mujeres a su alrededor les encanta porque está muy bueno y es muy rico. Mención especial a la vergonzosa sonrisa que asoma en la boca de una azafata después de que el protagonista le haya obligado a hacerle una felación extremadamente agresiva que la deja con lágrimas en los ojos. Esa representación de la violencia sexual como algo que, en el fondo, esas mujeres quieren es un mensaje que no puede dejarse sin respuesta.
Las agresiones se irán continuando. Por supuesto, Massimo le asegura a Laura que no hará nada sin su consentimiento, porque ella no es la azafata de usar y tirar, sino la mujer que quiere tener de florero a su lado durante toda la vida. Un respeto. Y a pesar de esa promesa, el nivel de violencia que infringe en ella (cogerla del cuello, colarse en su cama, controlar cada uno de sus movimientos…) es un retrato de una relación de maltrato en toda regla. El problema es que la película nunca lo entiende así, sus dinámicas no son representadas en pantalla como la tortura física y psicológica que son, sino como un juego del gato y el ratón que acabará implosionando en una larga escena sexual en un yate e incluso en una relación formal. Porque, claro, ¿quién podría resistirse a ese cuerpo y ese lujo?
¿Un elemento clave? El dinero. Por supuesto. Hay tanta atracción hacia el cuerpo escultural del actor protagonista como a los números de su cuenta bancaria. La película se marca un ‘Pretty woman’ cuando se van de compras, mostrando a una Laura completamente en su salsa, disfrutando de cada euro gastado en ese traje blanco divino y esos zapatos de tacón. La casa en la que vive y el yate y el avión privado en los que viajan son de infarto. Esta relación entre lo material y lo romántico, siempre con el hombre poseyendo los bienes y la mujer queriendo disfrutar de ellos, es el motor del viejo (viejísimo) estereotipo de que las mujeres solo van detrás del dinero. Otra mentira tóxica más que sumar a su lista.
‘365 días’ es una película a evitar ya no por mala, sino por peligrosa. Quizás en muchas otras historias románticas pueden detectarse comentarios, subtramas o momentos cargados de machismo, porque aún hay mucho trabajo por hacer en nuestra sociedad patriarcal, pero lo de esta película es un no parar. Romantiza el abuso hasta la extenuación, del mismo modo que una gran cantidad del porno online marca unas pautas sexuales problemáticas que los espectadores adoptan y reproducen en sus relaciones. Y ni lo uno ni lo otro merece un solo segundo de nuestra atención. Mejor ver un capítulo de la brillante ‘Podría destruirte’ en HBO y aprender sobre lo que de verdad es el consentimiento, y no la idealización glamurosa de la violencia y el maltrato.
Vía: Fotogramas ES
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