Chaquetas, abrigos y pantalones de Saint Laurent, o cuando la perfección descarta experimentos

París, 2008. Pierre Bergé declara en la revista Beaux Arts que ha nacido en el seno de una familia de anarquistas, movimiento que frecuentó de adolescente. "En una entrevista televisiva Yves realizó unas afirmaciones chocantes al decir que detestaba a los burgueses ‘con su brochecito en la solapa del tailleur y sus peinados afectados’. Nosotros éramos antiburgueses, jamás guardamos respeto a nada salvo a la Creación. Con mayúsculas. Que no nace para complacer al burgués, sino para fastidiarlo. Todos los artistas que han cambiado la historia, de Cézanne a Duchamp, pasando por Picasso, se han caracterizado siempre por tratar de subvertir el orden establecido”.

París, finales del verano de 2020. “Quería encontrar el equilibrio entre control y dejadez, explorar la tensión entre la disciplina y el placer que define la modernidad de Saint Laurent. En Saint Laurent la elegancia es preceptiva, pero implica también cierta perversidad; launa sin la otra serían simple y llanamente aburguesamiento. O vulgaridad. Monsieur Saint Laurent tenía un punto de vista muy peculiar sobre la burguesía, podría decirse incluso que la rechazaba. Ese pulso ha sido mi estímulo para esta temporada. Me empujó a intentar romper las normas, las convenciones. Para mí, Saint Laurent significa tomar riesgos”, me dice Anthony Vaccarello.

Entre ambas reflexiones, la de Bergé y la del actual director creativo de la maison, media algo más de una década y otras tantas colecciones que no han hecho sino acrecentar la leyenda de la casa de modas parisina por antonomasia, y la que mejor ha sabido satisfacer las necesidades de la mujer moderna. Incluida, naturalmente, la burguesa. Una leyenda cuyo capítulo más reciente se escribió hace seis meses bajo un chaparrón de justicia y en el Trocadero, escenario habitual de los desfiles de la maison. El primer look, del que pueden ver un primer plano sobre estas líneas, es toda una declaración de intenciones: chaqueta de cuadros con doble botonadura dorada y cuello de terciopelo, blusa a juego con la correspondiente lazada, pendientes dorados… Todo muy correcto, salvo por un detalle en absoluto baladí: todo lo anterior se combina con un par de pantalones de vinilo.

Contaba Françoise Sagan cómo, después de la escandalosa colección de 1971 en la que Saint Laurent relanzó la moda de los años cuarenta, que las señoras “como Dios manda” huyeron del desfile despavoridas porque no querían “juntarse con las putas. Pero las otras, las inspiradas, las mujeres del mundo a quienes les gusta descubrir, aplaudir (…) se quedaron y decidieron que la colección era sublime". Efectivamente, y como le gusta decir a Bergé, "Cocó Chanel liberó a las mujeres. Yves Saint Laurent les dio poder".

La chaqueta fue una de esas prendas que, junto al esmoquin, monsieur Saint Laurent calificó como eternas. “Siempre cuento la misma historia. Amo, por encima de todo, el rigor, la simplicidad y la belleza de lo clásico”, comentó en su día el modista. “Esta no es una casa loca en la que nos guste experimentar. Sabemos lo que es una chaqueta y un abrigo y cómo deben sentar los pantalones. Cuando diseño, pienso en la calle, en las mujeres”, zanja hoy Vaccarello. Sin olvidar, eso sí, algo fundamental: épater le bourgeois.

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