La fotografía ha servido de crónica de un romance anunciado: hacía meses que los rumores de una relación sentimental entre Begoña Villacís, primera teniente de alcalde de la ciudad de Madrid, y Rubén Amón, periodista, tertuliano y aficionado a la ópera (es el biógrafo oficial de Plácido Domingo y su defensor contra las acusaciones de abuso sexual que han realizado 27 mujeres), estaban disparados. De hecho, ambos negaron que existiera relación más allá de la amistad cuando el río comenzó a sonar.
«Begoña es muy amiga mía. Me sorprenden mucho las noticias que se están publicando. No compartimos la vida como se está diciendo», comunicó entonces Amón. En aquel momento la confirmación era inviable:, pues Villacís aún no había soltado totalmente amarras en su matrimonio de 15 años con Antonio Suárez-Valdés, con el que tiene tres hijas.
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«Ni Begoña ni yo descartamos darnos una segunda oportunidad y lo que vaya a suceder, sólo el tiempo lo sabe. No obstante veo muy complicada la viabilidad de la pareja mientras ella siga en política», declaró Suárez-Valdés a la revista ‘Loc’. Villacís se limitó a decir: «Estoy un poco agobiada, pero es algo que hay que pasar. No hay que dar más vueltas».
A pocos meses de estas palabras, ya podemos dar por sentado que el triángulo se resolvió a favor de Rubén Amón y la nueva relación va viento en popa. Y también la complicada estrategia de comunicación con la que Begoña Villacís tiene que enfrentar el cambio en su estado sentimental. Ahora no solo quedan desmentidos sus desmentidos, sino que ha logrado que la captura de su intimidad se convierta en presa apetecible para la prensa rosa. Un espacio que las mujeres de la política deberían evitar a toda costa.
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Los asesores de comunicación e imagen y los expertos en gestión de crisis están de acuerdo en algo: la vida sentimental tiene que ser invisible a los ojos de los electores. Se recomienda absolutamente el matrimonio lo más convencional posible, de manera que no sirva de distracción o de arma arrojadiza para el enemigo. Esto es clave para las mujeres de la política, pues son ellas las que suelen ser más atacadas por asuntos de su vida privada, sobre todo, si no pueden controlar cuándo y cómo se hacen públicas sus relaciones.
En este caso, la forma en la que Albert Rivera hizo pública su relacion con Malú (ella acudió a recogerle a la salida del hospital, donde él había ingresado por una gastroenteritis) y cómo lo ha hecho Begoña Villacís es muy distinta. ¿Dejar que sea una foto de paparazzi en una revista rosa la que confirma un romance podría ser un error?
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En la actualidad, con la vigilancia constante que suponen las redes sociales, resulta una ingenuidad pensar que nadie va a capturar escenas como la que hemos visto en las revistas. Lo ideal habría sido orquestar una aparición en unas circunstancias más favorables. Porque las políticas que hoy tratan de acceder a los puestos de poder se enfrentan a unas estructuras partidistas con mayoría de hombres y a un electorado que no suele votar a las mujeres: subsiste la misoginia que las etiqueta como carentes de autoridad. De ahí que muchas opten por ‘masculinizarse’ para que las tomen en serio, lo que incluye rebajar la feminidad en el aspecto, como hace Kamala Harris, candidata a la vicepresidencia norteamericana, para evitar la sexualización (cosa que Villacís jamás ha hecho) o invisibilizar la vida sentimental y familiar.
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Que la intimidad amorosa de una mujer con poder entre como contenido rosa en el espacio público abre la puerta a que los votantes pasan de percibirla como una posible buena gestora a centrarse en su peripecia sentimental. De ahí que poco o nada sepamos de la mayoría de las parejas de las ministras. ¿Le pasará factura este romance a Begoña Villacís, candidata a alcaldesa de Madrid en las pasadas elecciones? Depende de cómo maneje el interés que ella misma ha provocado. ¿Influirá en la percepción que tengan de su potencial para atraer votos sus compañeros de partido y sus votantes? Veremos.
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