“Seré presidente como Louis de Funès en El Gran Restaurante: servil con los poderosos, insoportable con los débiles”. Era febrero de 2007 cuando Nicolas Sarkozy decía estabas palabras y tres meses después ya vivía en el Palacio del Elíseo. En 2019 publicó un libro, Pasiones, en el que no recuerda esa frase ni muchas de las cosas que dijo o hizo en los años que se dedicó a la política. Tampoco el caso por el que la justicia gala acaba de condenarlo a tres años de cárcel por corrupción y tráfico de influencias.
En aquellas páginas, el exmandatario prefirió dar una imagen de sí mismo más indulgente de la que han dado analistas y escritores de todo signo sobre su tarea pública. Pasiones no era el primer libro de Sarkozy, que repitió en ese muchas de las historias que ya explicó en Testimonio, título de 2006 que publicó para darse a conocer cuando aspiraba a la presidencia francesa. “La política ha atraído todo mi interés y mi deseo desde que tengo quince años”, contaba en aquellas páginas en las que construyó el relato sobre un joven que con 28 años ya era alcalde de Neuilly-sur-Seine, localidad en la que gobernó durante dos décadas. También narraba en esas páginas, con un tono entre naif y trascendente, la fascinación que le produjo conocer a su ídolo, Jacques Chirac, a quien considera su mentor político.
Ese episodio también está en Pasiones, pero lo que no contó en él ni hace una década es la traición que cometió cuando decidió apoyar al rival de su maestro, Édouard Balladur, en las elecciones presidenciales de 1995. No es el único olvido del expresidente, que prefiere no llamar memorias a estas Pasiones sino "relato sobre la vida”. En ese cuento, también habló de sus relaciones personales, y dedicó bastante espacio a comentar su agitada vida sentimental. Eso sí, con la misma capa de glasé que el resto de los asuntos.
El mismo anillo para dos mujeres
En Pasiones, Sarkozy reconoció haber tenido una vida amorosa intensa, pero pretendía hacer creer que la decisión e su ex mujer Cecilia Attias de separarse cuando él acababa de llegar a la Presidencia le pilló por sorpresa. No citaba, claro, detalles como sus romances o aquella nota que dejó a la vista de los fotógrafos en la que una tal Madame Balkany, decía echarle mucho de menos y se despedía con un “millón de besitos”.
Como buen hagiógrafo, Nicolas Sarkozy escatimó algunos detalles de mal gusto, esos rasgos minúsculos que dan volumen a cualquier retrato. Uno es el que le llevó a regalarle el mismo anillo a Cecilia y a Carla Bruni: un modelo de Dior con forma de corazón muy llamativo confeccionado con oro blanco, diamantes y rubíes diseñado por Victoire de Castellane. De ese modo, ex y novia, lucieron aquel 2007 una joya que pertenecía a la colección llamada “La novia del vampiro”.
El bling-bling y la escoria
En Pasiones, Sarkozy se retrató como un hombre afectivo y enamorado, que explica que lo que le une a Bruni es “un amor profundo”. Pero no solo en lo personal se dibujó como un hombre más dulce de lo que parece, también políticamente ha edulcorado su figura Sarkozy. Poreso prefirió hablar de de su asistencia con Bruni al Festival de Bayreuth, que de aquella imagen de presidente bling-bling con la que la prensa lo machacó por su ostentación y su gusto un tanto hortera.
Pero aquella estampa de político desacomplejado, en muchas cosas heredera del estilo Silvio Berlusconi, se trasladaba también a los asuntos serios. Así lo vio alguien que lo retrató desde la distancia: el filósofo Alain Badiou que en su libro ¿Qué representa el nombre de Sarkozy? lo llamó “el hombre rata” y lo colocó en el espectro de lo que denominó el “cretinismo parlamentario”. En esas páginas, el pensador anticipaba el presente de la democracia liberal que hoy abunda, basada en el miedo, y en la que ubicaba a “Sarko”, un tipo de servidor público que en lugar de prometer diálogo y soluciones (es decir, política) garantizaba limpiar “de escoria” el suburbio de Argenteuil durante los disturbios que tuvieron lugar en 2005.
Lo más curioso es que la mirada de Baidou coincidía con la definición que había hecho de sí mismo el todavía candidato Sarkozy en 2007. Ya presidente, no solo se dejó fotografiar algo bebido celebrando sus victorias, también paseando en el yate del millonario Vincent Bolloré. Es lo que el filósofo calificó como“actos de pleitesía ante sus padrinos de las altas finanzas”, una denominación menos inofensiva que la comedia de Funés con la que el político había descrito su futuro mandato.
El hiperpresidente herido
Nick Hewett, de la Universidad de Warwick y experto en política francesa también le dedicó un libro: El fenómeno Sarkozy, en el que analizaba su modo de gobernar: cerrado, autoritario, personalista. Nada de eso recuerda el hoy escritor, que engorda la lista de mandatarios que escriben libros benevolentes sobre sí mismos. En los suyos, apenas hay referencias a sus verdaderos defectos o a sus errores y por eso en Pasiones se pinta como una víctima de François Fillon, el que fuera su primer ministro. Lo describe como frágil y rencoroso y aunque lo elogia por su formación, también le reprocha “su arrogancia de clase.” En todo ese relato, Sarkozy obvia algo que desgrana el libro de Hewett: la manera en que arrumbó a Fillon, acaparó todo el poder y acabó apocando a su primer ministro para convertirse él en lo que los analistas denominaron un “hiperpresidente”.
De lo que tampoco cuenta nada es de los dos procesos judiciales que ya tenía abiertos: uno para investigar si recibió dinero del régimen de Muamar el Gadafi en 2007 cuando aspiraba a ser presidente y el de Bygmalion, también relacionado con la financiación de una campaña electoral, la de 2012, en la que perdió la presidencia ante François Hollande.
La segunda parte de Pasiones que anunció cuando salió la primera, aún no ha llegado. Se habló en su día de que estas no-memorias podían augurar un regreso a la politica, pues cuando lanzósu primer libro lo hizo de cara a su primera campaña presidencial. Los otros dos salieron en 2015 y 2016, años en los que su partido, Unión por un Movimiento Popular, cambió su nombre por el de Los Republicanos. Entonces escribió Todo por la vida y Todo por Francia, en un intento, fallido en este caso, por volver a la primera línea de la política. ¿Ocurrirá lo mismo tras la sentencia?
Sarkozy negó a .los comentaristas y aseguró en la presentación de Pasiones que tuviera intención de volver a la política. Que sólo lo hacía para evitar que sean otros los que cuenten su vida. Ya lo permitió una vez y salió escarmentado. Fue con la dramaturga Yasmina Reza, a quien abrió las puertas de su campaña electoral de 2007. El resultado fue El alba, el anochecer o la noche y en él, la autora de Un dios salvaje, lo definía como un hombre “que quiere a no importa qué precio, aunque sea al de los mayores sacrificios”. Un político interesado en gustar, en el presente y que celebra como victorias haber conseguido un "la mejor cuota de audiencia de un canal de televisión”. Sobre esa experiencia, Sarkozy explicó así por qué había accedido: “Incluso si me destruye, saldré engrandecido”, dijo, pero nada más salir el libro se dio cuenta de que una mirada externa nunca eleva tanto como usar alzas o hacerse un selfie.
*Artículo publicado el 4 de julio de 2019 y actualizado.
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