Que levante la mano la que no sueñe muchos días con poder darse un capricho a la hora de merendar de esos que te hacen poner los ojos en blanco. Algo de picoteo que esté rico de verdad, que tenga el beneplácito de los extremistas de la alimentación saludable y casero si es posible. Pues hay dos recetas que cumplen todos los requisitos y cuyo nivel de dificultad es de parvulitos de cocina. Ideal para las que ni siquiera saben dónde se enciende el horno o cómo se maneja la vitrocerámica. Mírate la mano: si tienes pulgar oponible para poder darle al “play” en el botón de encendido de la batidora, estas recetas son para ti.
Crema de cacao y avellanas
Cada vez que voy a Asturias –que es con bastante frecuencia– me traigo un frasco de Asturcilla, la versión local, ecológica y “neopaisana” de la crema de cacao con avellanas que recuerda a las meriendas de cuando éramos pequeños y continúa siendo ese guilty pleasure, esa indulgencia que hay que concederse de vez en cuando… Por nuestra salud mental. Y aunque las cremas de cacao industriales son un vicio, me gustan mucho más las caseras, con sus imperfecciones, sus grumitos y su fecha de caducidad al acecho. Me parecen más “de verdad”, cero empalagosas, su textura es menos pegajosa (las industriales, tan elásticas, me dan qué pensar…). Y el sabor a cacao y a fruto seco auténtico es un PLACER. Por si acaso paso una temporada larga sin ir a Asturias he aprendido una receta bastante fiel a la original y que se hace en casa en un plis.
Ingredientes:
100 gramos de avellanas peladas
125 ml de leche
80 gramos de panela
50 gramos de aceite de girasol
25 gramos de cacao puro en polvo sin azúcar
Pon las avellanas en el vaso de la batidora o de la Thermomix y muélelas lo más finas posible. Añade el aceite, la leche, la panela y el cacao en polvo y bátelo hasta que todos los ingredientes estén integrados y se forme una pasta cremosa. ¡Tachán! No hay que explicar cómo está untada en una rebanada de pan de hogaza calentito o con fresas y plátano en trocitos.
Hummus
Hace unos años, esta crema de garbanzos tan popular en Oriente Medio era un exotismo, una rareza. Hoy casi todo el mundo la ha probado e incluso la ha hecho en casa alguna vez, porque es facilísima y súper resultona. Incluso los abuelos de hoy en día saben qué es el hummus. Puede acompañarse de tiras de pan de pita tostado o –si quieres quitarle calorías– de crudités de verduras. La base son garbanzos cocidos con pasta de sésamo (tahini) y un buen aceite de oliva virgen. Es un snack súper nutritivo que aporta un montón de proteínas vegetales saludables, muy pocas grasas saturadas, nada de colesterol malo y cero azúcar. Si le sumas las vitaminas, los antioxidantes y el betacaroteno de los crudités, el resultado es una quiniela ganadora sí o sí.
Ingredientes:
Un bote de garbanzos cocidos
3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
40 gramos de semillas de sésamo tostadas
Media cucharadita de comino
1 cucharada de pasta de sésamo o tahini
El zumo de medio limón
Medio vaso de agua
Un diente de ajo
Sal y pimentón de la Vera
Pon los garbanzos en un colador, acláralos bajo el grifo y escúrrelos. En un mortero, muele los cominos y las semillas de sésamo. Echa en el vaso de la batidora o la Thermomix los garbanzos, el aceite, el sésamo y comino molidos, el tahini, el ajo, el zumo de limón y la sal. Tritura hasta que se forme una pasta sin grumos. Añade agua poco a poco mientras remueves hasta lograr una textura cremosa. Sírvelo en un cuenco, espolvorea por encima una cucharadita de pimentón de la Vera y decora con un hilo de aceite de oliva virgen extra. Sírvelo con crudités de zanahoria, apio y pimiento rojo cortados en bastones de 1 x 10 cm o con tiras de pan de pita (tuesta un pan entero en la tostadora para que se dore por ambos lados y luego córtalo en tiras).
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