Desde que el pasado mes de marzo la princesa Charlène de Mónaco abandonara el Principado y pusiera rumbo a Sudáfrica para participar en una serie de actividades relacionadas con su fundación, toda la maquinaria de Palacio se volcó para que la visita al país africano fuera un éxito. Estos viajes, programados con antelación y meticulosamente organizados, son difíciles de cancelar. Solo una fuerza mayor podría hacerlo y en esta ocasión no había motivo aparente para que Charlène no pudiera cumplir con su obligación como princesa de Mónaco.
Es una mujer fuerte, decidida y competitiva, así al menos nos la define una de sus personas más cercanas, que se ha puesto en contacto con este periodista para desmentir que los soberanos de Mónaco tengan intención de separarse. Todo lo contrario. Según esta misma fuente, una señora de la más alta sociedad monegasca acostumbrada a tratar muy de cerca con toda la familia Grimaldi, la princesa es feliz ejerciendo su papel de esposa del soberano y madre de los únicos vástagos de Alberto con derecho a la sucesión.
La parte más glamurosa de su papel la ha delegado, al menos por el momento, en su cuñada Carolina, con la que mantiene una relación cordial y en cuya lealtad confía. Lo mismo que con la de la princesa Estefanía. Charlène se dedica a su fundación, que le ocupa muchas horas de su tiempo, y a sus hijos. El gran susto que los Grimaldi se llevaron al ver como su princesa soberana comenzaba a sufrir terribles dolores durante su estancia en Sudáfrica puso a todos sobre aviso de lo necesaria que es en la familia principesca a día de hoy y de lo mucho que todos la quieren.
La enfermedad de Charlène, una neuralgia, provocada al parecer por una intervención en una muela hecha antes del viaje que le provocó un dolor terrible que afecta a los nervios de la cara, el cráneo o el cuello. Se considera la neuropatía más frecuente pero en el caso de la princesa se ha manifestado de forma virulenta. Los dolores que sufre la princesa, y que han provocado ya varias operaciones, al parecer la última de estas con éxito, se presentan de improviso y los genera cualquier movimiento muscular inesperado.
Es tanto el sufrimiento que ni la anestesia pinchada en la propia vena ha podido calmarlo. Es lo que el príncipe intentó para repatriar a su esposa, aconsejado por los médicos que veían en esa técnica una solución a sus problemas para volar. No salió bien, así que la vuelta en avión se descartó. Se pensó entonces en un regreso en barco, algo que también se tuvo que descartar pues la distancia que separa Mónaco de Sudáfrica es enorme. El príncipe se ha desplazado en varias ocasiones para visitar a su esposa, sin los niños, a los que se les quiere ahorrar el mal trago de ver a su madre sufrir. La emoción podría haber sido también factor de riesgo en esta enfermedad tan rara que tiene muy preocupados a todo su entorno.
Este mismo entorno que alaba la dedicación constante de Alberto hacia Charlène y sus ganas de protegerla. La boda organizada al cien por cien por la princesa Carolina fue un éxito, la llegada de los mellizos otro más. Y, aunque la exnadadora no se ha querido esforzar en suplir el papel de la princesa Grace, la que sería hoy su suegra de continuar viva, sí ha sido capaz de atraer hacia sí a sus padre y hermanos, que viven con ella en el Principado. Allí trabajan, en empresas ajenas a la familia principesca, aunque siempre cerca del palacio Grimaldi que los protege.
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