«En España no hay machismo«. Así aderezaba Sara Sálamo el tuit que ha dado la vuelta a los medios de comunicación desde el pasado domingo. La actriz mostraba cuatro pantallazos de las faltas de respeto que acaba de recibir, tras ver cómo el Real Madrid caía por 4-1 ante el Valencia, con su pareja, Isco Alarcón, en el punto de mira de las críticas por un rendimiento más bajo del que se le presupone a un futbolista de su nivel.
«Puta» y «zorra» eran las palabras que sobresalían en esos mensajes en los que se culpaba a Sara de ese bajón del mediocampista merengue, que llegó al Santiago Bernabéu en el verano de 2013 desde Málaga y su brillo se ha ido apagando, poco a poco, con el paso de las temporadas. Ahora, se señala a la canaria como responsable… como se ha hecho en ocasiones anteriores con otras parejas de futbolistas.
Decimos que esto ya ha sucedido en otras ocasiones porque, por desgracia, así ha sido. Y, al menos a corto plazo, el problema está tan arraigado en las redes sociales que no tiene pinta de cambiar. De que haya sanciones graves para quienes, como bien calificaba Juanma Castaño en ‘El Partidazo’ (COPE) el pasado lunes, son «gentuza», más allá del cariz de género que pudieran tener los mensajes contra Sálamo.
De la final del Mundial de Sudáfrica que acabó ganando España tenemos en la retina grabados el gol de Andrés Iniesta y el beso de Iker Casillas a Sara Carbonero, hoy su mujer y madre de sus dos hijos, tras la entrevista que este le acaba de realizar al capitán de La Roja para Telecinco, cadena que ofreció todos los partidos de nuestra Selección. Un gesto de cariño que quedó en una anécdota, pero que tenía un significado mayor que el triunfo del amor más allá del que acabábamos de ver sobre el césped de Johannesburgo.
¿Y si giramos la perspectiva?
Más recientes tenemos ese foco que se puso sobre la cabeza de Alba Carrillo nada más airearse que estaba manteniendo un romance con Thibout Courtois. Lo cierto es que el ‘affaire’ entre la modelo y el portero del Real Madrid no pasó de un par de noches en las que no echó raíces la pasión, pero ella quedó completamente expuesta, ya que coincidió con una bajada del rendimiento bajo palos del belga. Y en vez de buscar otras razones, se recurrió a lo fácil: ella le tenía en Babia.
«Cazarecompensas. Qué manera de joderle la vida a la gente solo por su dinero», «te salió mal la jugada económica con Courtois, un chaval más guapete del Mercadona no interesa» o «cállate que no tienes ni puta idea de fútbol, no nombres al Real Madrid» fueron algunos de los comentarios que ella misma publicó de entre todos los recibidos cuando trató de explicar que su relación con Thibaut no había pasado de un par de días en los que trataron de conocerse.
Alba se había limitado a responder a una entrevista del guardameta concedida a José Ramón de la Morena en la que dejaba a esta como poco menos que una aventurilla. Y estallaba después de que se la señalara como responsable de las cantadas de Courtois en los partidos posteriores a que aparecieran esas fotos que delataban que algo había… ¿Por qué no se pudo despistar él solo al verse en la prensa del corazón? Esa es una pregunta con la que podríamos empezar a virar el rumbo de este debate.
O, quizás, podríamos empezar a poner en valor la estabilidad que les da a los deportistas tener pareja. ¿Alguien ha escuchado valorar en las redes sociales lo bien que le vino a Cristiano Ronaldo que apareciera en su vida Georgina Rodríguez? ¿Cuánta culpa tiene Pilar Rubio, que también ha concedido entrevistas y está en el punto de mira de la prensa cada dos por tres, de que Sergio Ramos sea, a día de hoy, una pieza clave en el Madrid? ¿No ha ayudado durante sus mejores años Antonella Rocuzzo a que Leo Messi haya brillado?
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