En la finca La Palomilla aún recuerdan el día en el que Cristina Onassis apareció subida a bordo de un camión. La multimillonaria, hija de Aristóteles Onassis, se encaprichó a mediados de los setenta de Carlos Falcó Fernández de Córdoba (Sevilla, 1937) . Y no dudó en coger un taxi desde el Hotel Ritz de Madrid, donde se hospedaba. Tampoco se lo pensó mucho para hacer autostop cuando el vehículo en el que viajaba se averió y la dejó tirada en medio de la carretera. Un camionero se detuvo y accedió a conducirla junto a su amor platónico. “Yo sabía que ella estaba enamorada de mí, pero no era un amor correspondido. Nunca se lo dije, pero ella entendió que no podíamos estar juntos. En cambio, fuimos grandes amigos e hicimos muchos viajes, a Los Ángeles, St. Moritz y Londres. La prensa siempre la retrató como una chica triste, pero en las distancias cortas era encantadora y tenía mucho sentido del humor. Pese a que recibió una educación internacional, era muy griega, muy cálida”, contó el marqués de Griñón al diario ABC en 2013.
Onassis, fallecida en 1988 a los 37 años, acababa de perder a toda su familia. En apenas 24 meses murieron su hermano, Alexander, en un accidente aéreo; su madre, Tina Livanos, que se suicidó meses después por el golpe, y su padre, el todopoderoso armador griego. Cristina buscó refugio en el marqués de Griñón, cuyo primer matrimonio con Jeannine Girod ya había sido anulado (en 1971) . Pero la fama de conquistador de quien, con el tiempo, se convertiría en el segundo marido de Isabel Preysler, no era en absoluto novedosa. Carlos y su hermano menor, Fernando, marqués de Cubas (Sevilla, 1939) , encabezan las listas de solteros de oro de la época desde su juventud.
En la década de los sesenta los jóvenes aristócratas protagonizaban las crónicas de la época, que dan fe de sus encuentros con Ava Gardner, Odile Rodin, viuda del playboy dominicano Porfirio Rubirosa, o la emperatriz Soraya, la princesa de los ojos tristes quien, repudiada por el sah de Persia, se refugió en España. “Es injusto que se me haya conocido más por mi faceta lúdica. Me gustan las señoras, puede ser un defecto o una cualidad, pero he trabajado toda mi vida”, le confesaba el marqués de Cubas a la periodista Ana Rivas en 1997. Entonces decía aspirar “a tener más tiempo para disfrutar del campo y la lectura. Creo que he cometido errores, aunque no borraría nada de mi vida”. Poco después, Fernando Falcó volvería al candelero por su amistad especial –que terminó en boda un año después– con una de las mujeres más ricas de España: Esther Koplowitz.
Cubas estaba divorciado de su primera mujer, Marta Chávarri, hija del diplomático Tomás Chávarri, bisnieta del conde de Romanones y, lo más importante, sobrina política de Raphael. El matrimonio, que duró entre 1982 y 1989, se rompió cuando el empresario Alberto Cortina, por entonces casado con Alicia Koplowitz, irrumpió en la vida de la bella socialité. Un romance que propició uno de los folletines más trepidantes de la historia reciente de España. El divorcio Koplowitz-Cortina, en 1990, hizo temblar el Ibex, al truncar la fusión entre el Banco Central con Banesto, y también se llevó por delante el matrimonio de su primo y cuñado, Alberto Alcocer, el otro miembro de Los Albertos, el dúo de banqueros más mediático de la época. Aunque cueste creerlo hoy, hubo un tiempo no muy lejano en el que la crónica social la protagonizaban magnates en gabardina y bellísimas aristócratas.
Fernando pasó así a copar las portadas de la prensa rosa que hasta entonces habían estado reservadas a su hermano Carlos. Quien, por cierto, para entonces ya se había repuesto de su divorcio de Isabel Presyler (la filipina, su esposa entre 1980 y 1985, le abandonó por Miguel Boyer) y había rehecho su vida con la aristócrata Fátima de la Cierva, con quien contrajo matrimonio en 1993 en el consulado español en Bayona.
De la Cierva, hija de los marqueses de Poza, antropóloga y filóloga, se instaló en El Rincón con el marqués. Tuvieron dos hijos y se separaron en 2011 después de 20 años de discretísima convivencia. En marzo del año pasado Fátima solicitó el divorcio. Despejaba así el camino para el que supuso en penúltimo capítulo de la trepidante vida sentimental de Griñón: su enlace, el cuarto, con Esther Doña.
“Somos como un matrimonio, no tenemos secretos”, contó Esther Doña en su primera entrevista como pareja del marqués de Griñón. Una exclusiva que publicó Vanity Fair. La exmodelo y el aristócrata formalizaron su relación con una ceremonia civil –y secreta– en los jardines del palacete El Rincón, la finca a las afueras de Madrid donde se encuentran las bodegas del marqués.
El de Doña supuso el cuarto matrimonio de Griñón, que deja cinco hijos de sus anteriores uniones: Manolo y Xandra Falcó Girod; Tamara Falcó Preysler y Duarte y Aldara Falcó de la Cierva.
Artículo publicado originalmente el 27 de julio de 2017 y actualizado.
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