Eterna aprendiz

El gran error de la naturaleza humana es adaptarse. La verdadera felicidad estaría constituida por un perpetuo estado de iniciación , de sucesivo descubrimiento, de entusiasmo constante. Y aquella sensación solo lo producen las cosas nuevas que nos ofrecen resistencias que aún no hemos asimilado. El matrimonio destruye el amor, la posesión mata el deseo, el conocimiento aniquila el placer, el hábito la novedad, la destreza, la conciencia. Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante, he allí una fórmula para ser feliz.” Julio Ramón Ribeyro

Me va a perdonar el gran Ángel Sánchez Harguindey que le tome prestada esta cita de Ribeyro de su muro de Facebook. Me la ha recordado y me ha dado el hilo del que tirar hoy para escribir.

Se comenta que las influencers de más de 50 son la crema de la crema, que están de moda. “Estamos”, corrijo, porque a mí me queda un cuarto de hora (na, unos días) para llegar al medio siglo, y aunque no pongo mi rostro, me habéis aupado a ese escaloncillo inestable, efímero (y un poquito absurdo), de la influencia.

La cita de Ribeyro siempre me hace pensar en mi vida, que a veces recorro mentalmente de sus inicios hasta ahora. No en la totalidad de sus detalles, obviamente, sino en base a los hitos, los menhires, los mojones de carretera que he ido poniendo en mi memoria para distinguir una etapa de otra. Y así, he ido etiquetando periodos de mi vida según con quien la compartiera en ese momento.

Pero al volver a leer esa cita, me doy cuenta de que nunca me había parado a pensar que de cada una de mis relaciones había pretendido cosas distintas, y conforme fui madurando busqué lo que me faltaba en ese momento: aprendizaje, emoción, aventura, consuelo… hasta seguridad. Seguridad, ya ves tú qué ilusa, si no hay nada seguro en este mundo.

Gracias a esos hitos, a esas “necesidades” que asociaba a cada relación, fui conociéndome a mí misma, y a comprender que la decepción terminaba apareciendo más pronto que tarde, porque nada ni nadie podía darme lo que buscaba, que únicamente yo podía tapar esas grietas.

Me ha costado toda una vida de aprendizaje constante -como decía Ribeyro-, pero llegar a los 50 con esa conciencia de ti misma, joder, no está nada mal, me parece. Hay quien no se entera en la puta vida.

Influencer para otros no sé si seré, pero con ser influencer de mí misma… con eso ya me doy con un canto en los dientes.

Pd (preferiría ser “referente”, como dice Bob Pop, pero eso ya me parece mucha tela)

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