Una de las historias más bonitas que traspasó las pantallas fue la relación de amor entre la Anna Karina y Jean-Luc Godard. Se conocieron en una campaña publicitaria, rodaron juntos siete películas y marcaron la época de la nouvelle vague con su intensa, pero corta y real historia de cuatro años de amor.
Pero ayer 14 de diciembre, la triste noticia de la muerte de la actriz sorprendía al mundo. Un cáncer terminó con sus 79 años de vida en París, ciudad por la que apostó de adolescente y en la que emprendió su trayectoria profesional en el mundo de la interpretación.
Porque aunque Karina era danesa de Copenhague, nacida el 22 de septiembre de 1840, se convirtió en un icono de la bella época libertaria de la nouvelle vague y rodó películas que han pasado a la historia del séptimo arte como ‘Una mujer es una mujer‘ (con la que ganó el premio de Berlinale de 1962, un año más tarde de separarse del director de cine), ‘Banda aparte’,‘Vivir su vida‘ o ‘Pierrot el loco‘. También trabajó con otros cineastas como George Cukor en ‘Justine‘ o Raúl Ruiz en ‘La isla del tesoro‘, entre otros muchos e infinitos nombres.
Así, paso a paso y labrando su futuro, Karina se convirtió casi sin quererlo en una de las figuras más seguidas del panorama artístico francés y, sin lugar a dudas, en una de las mujeres del momento que no dudó en hablar cuando tuvo que hacerlo y, en desempeñar hasta en sus últimos años, su vocación dejándose ver en diferentes homenajes y festivales de cine.
Un legado que será recordado y una estrella que brilla, con más luz que las de sus premios, por la que fue la propia película de la actriz. Esa que guió, sin buscarlo, con los intensos capítulos que cuentan hoy, la historia de su vida.
Como decía la película ‘El pequeño soldado’ en la que ella mismo interpretó al personaje de Veronica Dreyer: » Van Gogh dijo una vez que la muerte nos llevaría a otra estrella«.
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