La historia de cómo Estée Lauder forjó una empresa de éxito global desde la cocina de su casa

La historia de Estée Lauder puede contarse de muchas formas. Como la aventura creativa de una mujer obstinada en ayudar al resto a sentirse más bellas y mejor con ellas mismas; como la perfecta fábula del sueño americano o, también, como el increíble relato de una empresa que se gestó en la cocina de casa y acabó convirtiéndose en una de las más influyentes del mundo.

Una de las anécdotas que mejor define a la audaz empresaria cosmética tiene que ver con esta cabecera. En 1951, a causa del lanzamiento de una crema con poderes restauradores, Estée conoció a Carmel Snow, la legendaria directora de la edición americana de Harper’s Bazaar. En persona, Snow resultaba intimidante, pero nuestra protagonista no lo dudó un segundo y, antes de que la editora pudiese reaccionar, aplicó el producto en su mejilla. «La señorita Snow parecía asombrada», comentó Estée. Pero lo cierto es que quedó tan impactada con sus efectos que incluyó una crítica excelente en la revista, convirtiéndolo en un éxito.

Nacida en el neoyorquino barrio de Queens, e hija de padre checoslovaco y madre húngara, Estée descubrió de niña su vocación. Su tío, un químico húngaro propietario de una pequeña farmacia en Nueva York, la instruyó en la formulación de las cremas faciales. Sus primeros ungüentos vieron la luz en los fogones de su hogar para luego venderlos en una peluquería de barrio.

Después llegarían más salones, los grandes almacenes y la apertura de nuevos puntos de venta en otras ciudades y estados. Le sobraban agallas, entusiasmo y talento, pero su sueño no hubiese sido posible sin el apoyo de su marido, Joseph, encargado de la contabilidad y de su hijo mayor, Leonard, que pasó de repartir los pedidos en bicicleta a liderar –recién licenciado en empresariales– el plan de expansión internacional de la compañía.


En la actualidad, Estée Lauder es líder mundial en el sector de la belleza, está presente en más de 150 países y cuenta con un portfolio de marcas –tanto adquiridas como de propia creación– que incluye nombres como Clinique, Origins,Tom Ford, La Mer, M·A·C Cosmetics o Aerin, la firma de su nieta y uno de los miembros del clan más mediáticos.

Además de concebir propuestas revolucionarias de tratamiento, maquillaje y perfumería –creó el primer aceite de baño perfumado, Youth Dew, democratizando el uso de las fragancias–, fue una visionaria del marketing. Popularizó el reparto de muestras gratuitas, la promoción del regalo con compra o el famoso mailing: solía elaborar un fichero de sus clientas para permanecer en contacto con ellas.

Con sus hijos y nietas al frente, hoy la compañía continúa diferenciándose por su carácter familiar. Algo que se aprecia en los numerosos proyectos filantrópicos que apoya, como su campaña para recaudar fondos que se destinan a la investigación sobre el cáncer de mama. Da la impresión de que todos siguen rigiéndose por el lema de vida de Estée Lauder: «Hagas lo que hagas, hazlo bien».


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