Entrevistamos a Camilla Läckberg en Estocolmo, el 9 de marzo; al día siguiente cerrarán los colegios en Madrid, y esa misma semana nos convertiremos en una nación confinada. Hay cierta inquietud en el ambiente, pero aún nos estrechamos la mano, aún hablamos más del #MeToo –Plácido Domingo, las memorias de Woody Allen– que del coronavirus, aún nos sentamos muy cerca para charlar. Estamos en la sala de reuniones de Invest on Her, la organización que Läckberg ha fundado para ayudar a jóvenes emprendedoras –una sala blanquísima en un edificio vetusto del centro–; y vamos a hablar de su primera novela totalmente ajena a Fjällbacka, su ciudad natal.
Camilla se hizo famosa convirtiendo Fjällbacka en el pueblo con mayor índice de criminalidad (ficticio) del país. Diez novelas y 26 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo la han convertido en una de las grandes damas del nordic noir. Pero Läckberg no quiere apoltronarse en territorio conocido y, sin abandonar su obsesión por las mentes criminales, ha decidido explorar nuevos enfoques: el 26 de mayo publica en España Mujeres que no perdonan (Planeta), una historia de venganza que se lleva la premisa de Extraños en un tren a la época del #MeToo.
¡Los españoles sois unos fans muy locos! Es el único lugar donde me siento una estrella de rock».
Mujerhoy Esta novela trata sobre mujeres que se vengan de hombres malvados. ¿Por qué?
Camilla Läckberg Para mí, la venganza es algo simbólico que tiene que ver con recuperar el poder, algo que las mujeres están haciendo ahora a través del #MeToo. Mi hija mayor, Maja, acaba de cumplir 16 años y me rompe el corazón pensar que pueda tener menos oportunidades en el mundo. Supongo que, como autora de novela negra, mi forma natural de expresar tales preocupaciones es un libro como este.
M.H. Las mujeres vengativas no suelen estar bien vistas…
C.L. Porque no se supone que debamos serlo; de hecho, nos enseñan a perdonar demasiado. Tal vez te haya pasado esto de cría, cuando un niño te tiraba del pelo y los adultos te decían con mucha dulzura: “Oh, eso es porque le gustas”. Con eso te enseñan que está bien que un chico busque llamar tu atención mediante una agresión, y que es a lo que tenemos que aspirar, a gustarle. Es importante poner freno a eso.
M.H. Con un libro repleto de hombres malvados, ¿le preocupaba la reacción de sus lectores masculinos?
C.L. Esperaba cierta reacción de ese tipo con mi anterior novela, Una jaula dorada (Maeva), que también es una historia de venganza femenina. Pero, de hecho, les gustó bastante. En general, de vez en cuando me preguntan si odio a los hombres y siempre contesto lo mismo: es evidente que los adoro, me he casado con tres de ellos. Pero el feminismo no va de amar u odiar a los hombres, sino de cambiar una estructura social en la que ellos juegan con ventaja.
M.H. ¿Por qué siente esa fascinación con el crimen?
C.L. El ser humano siempre ha disfrutado asustándose… en un entorno seguro. Antes contábamos historias de fantasmas alrededor de la hoguera. Ahora nos asustan más los asesinos y violadores, y las novelas de crímenes nos permiten lidiar con esos miedos; además, en los libros todo termina satisfactoriamente, no como en la vida real, donde no siempre pillan al asesino ni encuentran al niño perdido. Por eso nos fascinan casos como el de Madeleine McCann, porque necesitamos un final cerrado.
M.H. Y, en el caso de los autores nórdicos, puede que nos guste ver el lado oscuro de una sociedad tan pulcra.
C.L. Sí, ya sé que eso os gusta [Risas]. Y no solo en España, que es uno de los países donde más fans tengo. ¡Y sois unos fans muy locos! La primera vez que fui a la Feria del Libro de Madrid, la cola empezó a formarse cinco horas antes de llegar yo. ¡Y hacía un calor…! Había cientos de personas que me gritaban, me besaban, me abrazaban… Y luego estaba ese tipo, que siempre aparece cuando visito Madrid, que lleva mi nombre tatuado en el cuello. Al terminar la sesión me tuvieron que llevar al hotel en un coche policial, porque la gente no se quería ir. Es el único lugar del mundo donde me siento una estrella de rock. Claro, que luego llego a casa y siempre hay un pañal que cambiar y me pregunto: “¿Dónde están mis fans ahora, eh?” [Risas].
M.H. ¿Qué es lo mejor y lo peor de la fama?
C.L. Lo peor, tal vez, fue lo que pasó con Simon [su tercer marido y padre de su cuarta hija]. Como es 13 años más joven que yo, cuando empezamos a salir hubo muchos titulares en la prensa rosa, y aquello duró dos años. A mí estas cosas me resbalan, pero Simon no estaba acostumbrado. Es duro cuando ponen en el foco a gente de mi entorno. Lo mejor de la fama es que me ha abierto las puertas a gente y experiencias muy interesantes. Y que he ganado tanto dinero con la literatura que ahora puedo usarlo para hacer algo bueno, como Invest on Her. Soy una feminista tardía (aunque apasionada), pero no me sale manifestarme por las calles con una pancarta. Necesito trabajar por el feminismo a mi manera, que es esta
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