“Por razones de seguridad, solo dos personas saben dónde se aloja”. Así responden en su entorno cuando alguien pregunta por la agenda de Greta Thunberg. Lo mismo ocurre con su inminente llegada a Lisboa, donde tiene previsto atracar hoy a bordo de Le Vagabonde, el velero de la familia australiana que la trae desde EEUU para acudir a la Cumbre del Clima que se celebra en Madrid. Y aunque en un inicio habían pedido permiso para atracar en Doca de Alcántara, según informan a Vanity Fair desde ese puerto, ayer por la tarde cambiaron su petición para hacerlo en el de San Amaro.
Como el puerto, la agenda de Thunberg cambia sobre la marcha. El objetivo: protegerla. Por eso no es seguro que ese sea el destino final de la embarcación, como tampoco se sabe cuál será el transporte con el que la joven hará la ruta entre la capital portuguesa y la española. “No hay novedad”, informan desde la consejería de Transición Energética de la Junta de Extremadura, cuya responsable, Olga García, ofreció a la activista un coche eléctrico con el que recorrer ese trayecto.
"Llegue al puerto que llegue, tendrá seguridad garantizada porque aunque no sea jefa de Estado, ni tenga cargo es muy conocida y desata muchas pasiones. Ningún gobierno, ni el portugués ni el español se la van a jugar con la seguridad de Greta", nos explica una fuente del sector de la seguridad privada, que dice comprender las reservas de su familia al no avanzar sus planes.
Sin agenda fuera de la cumbre
De momento, lo único que tiene ubicación y hora son sus intervenciones en la Cumbre. En una de ellas, la del 7 de diciembre, hablará sobre el aumento del nivel del mar, y en la otra, compartirá escenario con, entre otras, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet. Por lo demás, su programa es más secreto que el de muchos presidentes que van a acudir al mismo acontecimiento.
"No hablo de política, hablo de ciencia", dijo recientemente en su visita a Canadá, pero no lo ven así quienes deben protegerla. Fuentes de la policía están de acuerdo en que su perfil es muy peculiar. Greta podría equipararse más a una estrella de cine o de la música que visita España si no fuera porque su mensaje toca lo político. De hecho, se codea con celebrities, sí, pero también con altos mandatarios. Por eso, y según fuentes policiales, Greta tendrá la misma protección que reciban Pedro Sánchez o la exprimera ministra de Irlanda Mary Robinson, con quien Greta conversará en la Cumbre el lunes 9 de diciembre.
A la policía tampoco le extraña el celo puesto en preservar a la chica. Tampoco a las agencias de seguridad privada consultadas, que ponen de relieve que tanto la “gretamanía” como la "gretafobia” puede generar problemas de orden público y poner en peligro a una adolescente que recibe ataques constantes en las redes: ella misma anunció que estaba pensando seriamente en salir de Facebook porque se sentía incapaz de gestionar los abusos verbales que recibía.
Ataques que no se justifican por mucha exposición a la que esté sometida Greta, que viaja con su padre, Svante Thunberg, que en septiembre denunció que alguien estaba enviando a su familia cartas amenazándolos de muerte. El responsable ya está detenido, pero ese tipo de acoso justifica la reserva de los Thunberg a la hora de dar detalles sobre lo que va a hacer Greta.
Una civil corriente
La seguridad en Ifema, donde se celebra el acontecimiento que dura hasta el 13 de diciembre, está garantizada por las fuerzas del orden. Lo que no se sabe es cómo se protegerá Greta en otros actos que no ha publicitado. Para el experto en seguridad privada, lo más probable es que la sueca cuente con sus propios escoltas, que para ejercer legalmente deberían tener una licencia española o haber pedido un permiso especial a la Policía Nacional, algo que dicho cuerpo no ha confirmado a Vanity Fair que se haya producido. Lo que sí puede traer de otro lugar es un responsable de seguridad, que es la persona que diseñaría el dispositivo, contrataría a los agentes sobre el terreno y se coordinaría con los cuerpos de seguridad del Estado.
En cuanto al pago de esa seguridad privada, corre por cuenta de Greta, aunque por su experiencia, el experto cree que lo más probable es que haya alguna empresa, fundación o entidad internacional que esté cubriendo ese como otros gastos de la joven en el año sabático que se ha tomado para luchar por el planeta. Pero en eso también es Greta una civil normal y corriente y no tiene obligación de facilitar información sobre cómo gasta su dinero ni de dónde lo obtiene.
Tampoco de dar explicaciones sobre dónde duerme y sin embargo, a veces su entorno sí desmiente informaciones. Un ejemplo tuvo lugar a inicios de este otoño cuando una persona de su equipo negó que se hubiera alojado en The Mark de Nueva York, un cinco estrellas ubicado en el Upper East Side donde sí se aloja cuando va a la ciudad Meghan Markle, seguidora de Greta y su causa. No se sabe qué les lleva a desmentir ese tipo de información, pues el dinero –en torno a los 700 dólares por noche– no ha sido nunca un problema ni un asunto en el que incida el discurso de Greta, que llegó a Nueva York en un velero no contaminante pero propiedad de un royal, Pierre Casiraghi.
Dilema mediático
Sus contradicciones, las posibles y las reales, es otro de los flancos por donde se cuelan sus ‘haters’. Las últimas, un sillón de piel animal valorado en 6.000 euros que aparece en una fotografía donde su hermana Beata posa con su madre o la propia Cumbre del Clima, patrocinada por Endesa, la empresa más contaminante de España según el Observatorio de la Sostenibilidad. Para combatir ese tipo de embates, además de con la protección externa, Greta cuenta con una natural: su edad. Como indicaba un reportaje del diario alemán Spiegel,“sus acusaciones son agresivas pero quien intentar rebatirlas agresivamente, se topa ante una chica joven”, decían los autores poniendo de manifiesto la cobertura que le supone ser menor de edad. "Es que no se puede obviar, tampoco a la hora de diseñar un plan de seguridad. Por eso tengo claro que España va a poner todos los medios necesarios para que no le pase nada a la chica", opina el experto que ha trabajado tanto en eventos políticos como del show business.
Ese amparo funciona también a otro nivel. Su paso por la ciudad canadiense de Alberta explica cómo funciona esa especie de escolta en diferido que le ha salido a Greta Thunberg. Allí, la cadena de extrema derecha, Rebel News, averiguó el hotel donde se alojaba y se acercó a hacerle unas preguntas. Al principio, tanto ella como su equipo contestaron amablemente, y dejaron de hacerlo a medida que el tono del reportero se volvió más impertinente. Más allá del estilo de las cuestiones –casi todas tendenciosas– lo que más se le afeó a la emisora fue que pusieran “en peligro a Greta” mostrando la entrada del hotel y sus pasillos. “La han acosado”, dijo en Twitter la columnista de The National Observer Sandy Garossino y otros compañeros opinaron que se la había puesto en la diana dando esa información.
Uno de los motivos por los que buena parte de la prensa le da ese trato es porque Greta ha obtenido el estatus de icono, palabra que emplean en diarios como The New York Timeso el mismo Spiegel para referirse a ella. Un icono emite un brillo o tiene un eco que traspasa su disciplina. Greta es, de momento solo activista, pero iconos del siglo XX fueron Ernesto "Che" Guevara,Nelson Mandela o John Lennon, de quien por cierto, han cogido el apellido para llamar a su hijo los patrones del velero en el que se mueve Greta. Otro rasgo común de los iconos es cierto nivel de martirio: un ejemplo es Lady Di, que sufrió el acoso de fans, detractores y la prensa. Todos esos rasgos los presenta Greta, que debe protegerse como un líder político o una estrella de cine, con la diferencia de que tiene 16 años y se ha hecho "icónica" en solo 13 meses de lucha.
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