Compartir mirada. Retratar a celebridades para que seamos nosotros los que podamos sentirles más cerca, conocer sus parcelas más íntimas o acompañarlos en sus aventuras. Si tuviéramos que enumerar una lista de fotógrafos de renombre que nos han permitido traspasar las imágenes y conocer más a grandes personalidades del panorama artístico, más allá de Avedon o Lindbergh, encontraríamos el nombre de Steve Schapiro, que falleció este sábado a los 87 años en su casa de Chicago por cáncer de páncreas.
El fotoperiodista neoyorquino mostró siempre su generosidad desde la discreción más acentuada. Una discreción que puede que fuera la que le permitió, precisamente, compartir con el público instantáneas que jamás habríamos podido ver. Su maestría con el objetivo y su empatía le llevaron a desarrollar la amplia capacidad que consiguió ganar para entrar en el universo de nombres de la talla de David Bowie, Andy Warhol, Barbara Streisand o Muhammad Ali. También para convertirse en uno de los fotógrafos más válidos para cubrir el movimiento por los derechos civiles, pues fotografió la Marcha en Washington en 1963, la de Selma a Montgomery en 1965, el asesinato de Martin Luther King Jr. y la campaña presidencial de Robert F. Kennedy en 1968.
Decían que Schapiro comenzó su andadura tan solo a los nueve años, cuando desarrolló su pasión por la fotografía, pero fue la primera fotografía que recuerda con cariño una que realizó en España en 1955, a unos niños en unas colinas.
Tras ser después acompañante de otros reputados profesionales como Eugene Smith, que fue uno de sus mentores en 1960, mejoró su técnica y logró hacerse hueco como fotoperiodista independiente para grandes y prestigiosas editoriales internacionales, y fue ahí cuando su fama alcanzó la cumbre.
La fotografía intimista y humana de Schapiro
Acompañó a muchos de los rostros más afamados y creó grandes reportajes fotográficos de sus trayectorias, pero también de sus vidas. El séptimo arte también le debe mérito: fue responsable de muchos de los fotogramas que conocemos de más de 200 grandes producciones cinematográficas como El padrino (1972) o Taxi Driver (1976).
Pocos como él pudieron hacerse conocer. Fue su habilidad emocional y su arte para documentar historias los factores que llevaron a Steve Schapiro a ser Steve Schapiro. Desde el extremo que supone coger distancia, pero acercarse al mismo tiempo, Schapiro se esforzó por conocer a los personajes que se situaban frente a él, por capturar su espíritu y por darlo a conocer. Se hizo con la condición humana y la bañó en curiosidad e interrogaciones. Así trabajaba Steve Schapiro. No habría sabido sostener la cámara bajo ningún otro parámetro.
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