Hay una razón por la que quizás ese chico que te interesa no parece especialmente emocionado contigo y no para de esquivar esa tercera cita. Hay una explicación por la que tu prima pequeña parece serincapaz de tener pareja durante más de un mes. Hay un término que te va a ayudar a comprender el que cada vez que piensas en el compromiso, te entren ganas de coger un avión y huir del país. Se llama filofobia, y se trata del miedo al compromiso.
No es extraño que en tiempos de Tinder, la filofobia sea el deporte sentimental más practicado por los ‘millennials’, pues al tener tantas opciones disponibles a la hora de ligar gracias a las ‘dating apps’, parece especialmente complicado elegir a tan solo una persona… especialmente cuando te han roto el corazón alguna vez que otra antes, claro. Que levante la mano a quien no le haya pasado.
Un estudio llevado a cabo por la plataforma digital de citas eHarmony indica que muchos de sus usuarios admiten abiertamente tenerle miedo al compromiso y preferir por ello, abogar por las relaciones más casuales. Los resultados indicaron que nueve de cada diez encuestados admitieron que las aplicaciones para encontrar pareja dificultan aún más el quedarse con únicamente una pareja. El miedo a abrirse y ser lastimado fue una de las causas por las que los encuestados señalaron también temer al compromiso. Por cierto: según un informe de Privalia, el 30% de los españoles padece filofobia.
En el caso de que no seas una ‘millennial’ y estés pensando que miedo al compromiso no puede atribuírsele a una única generación, sino que llevas años sufriendo sus estocadas (créeme: te entiendo), hemos de aclarar que es a los ‘millennials’ a quienes más afecta este pavor al girar sus vidas en torno a conceptos rápidos, desechables y repletos de altas expectativas.
La falta de tiempo también es la responsable de que al conocer a una persona, la idea de dedicarle todo el tiempo disponible resulte casi impensable, pues de no salir bien finalmente la relación, tendremos la sensación de haber estado tirando nuestro preciado tiempo por la borda. Aunque puede que estés pensando que la filofobia no es otra cosa que el claro reflejo de una dolorosa inmadurez, lo cierto es que la química es la responsable de este miedo. Mientras que al enamorarnos segregamos oxitocina, dopamina y serotonina, los que padecen filofobia liberan cortisol, que es la hormona del estrés.
Pero que no cunda el pánico: esta patología tiene cura. Buscar ayuda psicológica es fundamental y prácticas como el mindfulness nos ayudarán a la gestión del estrés provocado. Mira el lado bueno: al menos ahora podemos poner una nueva causa a nuestros estrepitosos fracasos sentimentales, que para eso existen términos como el ‘ghosting’: para darle nombre al porqué de otro bache sentimental.
Fuente: Leer Artículo Completo