Creer en el amor es enamorarse una y mil veces, con 14 y con 35 años, de la misma escena de la película. Seguir sus miradas bastaría para entender qué pasa entre ellos, pero sus frases son tan perfectas que perdérselas sería peor.
– Si profano con mi indigna mano este sagrado santuario, pecado de amor será. Mis labios peregrinos ruborizados quisieran hacer penitencia con un dulce beso– Dice él, escondido tras una columna mientras coge su mano.
– Buen peregrino, no riñas tanto a tu mano, que demuestra un gran fervor a esto. Pues hasta las manos de los santos tocan a las de los pergrinos, y el tocar palma con palma, es el beso del palmero – Responde ella.
– ¿No tienen labios los santos y los piadosos palmeros? – Pregunta él.
– Sí, peregrino, labios para usar en la oración – Replica ella con una sonrisa.
– Entonces, querida santa, deja que los labios hagan como las manos no conviertas fe en desesperación – Añade el enamorado
– Los santos no se mueren cuando acceden a las súplicas – Explica ella.
– Entonces, quieta mientras recojo el efecto de mi oración
¡Boom! Y se hizo la magia. Y llegó el primer beso.
– Así quedan mis labios limpios de pecado por los tuyos – Dice él, satisfecho del robo.
– Entonces ¿mis labios tienen ahora el pecado? – Cuestiona ella, sabedora de la respuesta.
– ¿Pecado de mis labios? Me reprochas con dulzura. Devuélveme mi pecado.
Más besos.
-Besas como un maestro – Añade ella.
Risas. Prisas y un ascensor que se cierra. Más besos. Mucho amor.
© Cortesía Suárez
La película que protagonizaron en 1996 un jovencísimo Leonardo DiCaprio y una talentosa y bella Claire Danes, no podría envejecer mal por mil añor que pasaran. La historia es eterna, su director un maestro y la obra, de William Shakespeare, universal. Romeo y Julieta nunca pasarán de moda, y el amor, menos todavía.
Quienes vieron entonces el filme de Baz Luhrmann sentirán la necesidad de revistarlo esta noche. Él, ataviado con una armadura o en su defecto con una camisa hawaiiana de flores. Ella, con un inolvidable vestido blanco alado y una trenza mínima que replicamos mil veces en nuestra adolescencia. Romeo y Julieta. Julieta y Romeo. El amor en definitiva.
Si el diálogo te ha removido y la imagen de ambos colándose en el ascensor para darse un furtivo beso te ha dejado con ganas de más, la colección de joyas de Suárez que rinde homenaje a los enamorados de Shakespeare también te hechizará: corazones que prometen amor eterno como el suyo, piedras preciosas de colores que brillan como la mirada de Romeo y de Julieta; puñales que preciden el trágico final.
© Cortesía Suárez
Formada por anillos, colgantes y pendientes de oro blanco, rosa y amarillo, con diamantes y otras piedras engarzadas, y con formas tan mágicas como flores, corazones, Cupidos y elementos relacionados con Romeo y Julieta, escapar de las garras del amor y San Valentín es tan imposible como ver la escena del baile de disfraces y apartar la mirada por aburrimiento. Quiérete. Quiérle y celebra siempre el amor. Y si es con una joyita, mejor.
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