Karl Lagerfeld era uno de esos escasos genios en los que la inspiración iba de la mano con el instinto comercial. Desde su debut como director creativo de Chanel en 1983, transformó la firma fundada por Coco Chanel en 1910 en una de las más rentables del mercado: en 2017, dos años antes de la muerte de King Karl, la casa de la camelia alcanzó una facturación de 8.300 millones de euros. Hoy, según el informe Best Global Brandsde Interbrand, Chanel ocupa el puesto 22 del ranking de las empresas más valiosas del mundo, siempre liderado por las grandes tecnológicas. Para hacernos una idea del valor de la independiente Chanel, baste decir que solo hay por delante otra firma de alta moda, Louis Vuitton con el apoyo del grupo LVMH).
Son muchos los pecados y faltas que se pueden achacar al káiser, pero es justo reconocer que supo mantener a raya su confesa megalomanía a la hora de diseñar para Chanel (y, ya que estamos, para Fendi y Chloé): en lugar de imponer una visión propia y rupturista (como hicieron Tom Ford y Alessandro Michele a sus respectivos pasos por Gucci), quiso Lagerfeld que Chanel siguiera siendo Chanel: a golpe de tweed, de blanco y negro, de perlas, acolchados y cadenas de oro, Karl Lagerfeld escribió un capítulo más, y no una nueva historia en la maison. Quiso también que la continuidad fuera más allá de su muerte, delegando en Virginie Viard («mi mano derecha, pero también mi mano izquierda», decía de ella), tras 3o años instruyéndola en las sutilezas de los engranajes de la firma gala.
Lagerfeld fue un genio, sí, pero también un provocador cuyas polémicas parece que no todo el mundo ha olvidado. La actriz y activista Jameela Jamil es una de las celebridades que ha declinado su invitación a la MET Gala 2023 por las controvertidas opiniones del alemán. Que fueron casi infinitas.
Contra sus colegas
Lagerfeld nunca tuvo reparo en criticar a otros diseñadores, incluida la propia Coco Chanel, de la que dijo que «no era lo suficientemente fea como para ser feminista”. Una de sus más polémicas entrevistas la concedía el alemán poco antes de su muerte a la revista Numéro (cabecera que ha borrado el artículo de su web, pero aún es posible leer varias de las noticias que reaccionaban a esa charla). Sobre Pierre Bergé y Azzedine Alaïa, aseguró: «El año pasado perdí a dos de mis mejores enemigos». Acerca del primero, comentó que habló con su florista de la posibilidad de enviar un cactus a su funeral. Sobre el segundo: «No le critiqué nunca, ni al final de su carrera, cuando lo único que hacía era bailarinas de ballet para víctimas de la moda menopáusicas».
De los diseñadores que seguían vivos, aseguró en Numéro que le odiaban por no quejarse constantemente como hacían ellos. Sobre a quién se llevaría a una isla desierta: a Virgil Abloh, Jacquemus o Jonathan Anderson, dijo que preferiría matarse antes de ir con cualquiera de ellos. En la misma entrevista, aseguró que prefería diseñar para mujeres que para hombres por no «tener que ponérsela a todos esos estúpidos modelos masculinos, no gracias. Por no mencionar el hecho de que sus acusaciones de acoso se han vuelto bastante tóxicas». Se refirió a esos modelos como «esos delgaduchos de dientes flojos que generalmente vemos en las pasarelas… Desde luego que no corren el riesgo de que nadie les acose. Para ser honestos, lo que necesitan es un buen dentista».
Años antes, cuando Stella McCartney fue la elegida para relevarle al frente de Chloé, aseguró que la firma había preferido un apellido ilustre al talento: “Esperemos que sea tan talentosa como su padre”, dijo, aunque más tarde reconoció su valía. Uno de los pocos diseñadores que contó con su beneplácito fue Heidi Slimane: aseguraba que poder enfundarse en sus creaciones para Dior Men había sido el revulsivo definitivo para su épica (y controvertida) pérdida de 42 kilos de peso.
Contra el Movimiento #MeToo
De hecho, en la misma entrevista se declaraba «harto» del entonces recientemente destapado caso Weinstein. «Lo que más me choca de todo esto son las famosas que han tardado 20 años en recordar lo que pasaba. Por no mencionar el hecho de que no hay testigos. Dicho esto, no soporto al señor Weinstein. Tuve un problema con él en amfAR», refiriéndose a una gala celebrada en Cannes.
Contra las celebridades
Cuando en 2017 Meryl Streep declinó llevar un vestido de Chanel, dijo de ella que era «una cutre». En 2016, cuando Kim Kardashian fue atracada, Lagerfeld la responsabilizó por hacer tanta ostentación de su riqueza. En una viral entrevista dijo que Adele estaba «un poco gorda»… Y más tarde quiso, paradójicamente, retirar sus palabras y, a la vez, también llevarse el mérito de la pérdida de peso de la británica: “Después de eso, perdió ocho kilos, así que creo que el mensaje no fue tan malo”, aseveró. Su compatriota Heidi Klum fue una de la diana favorita de sus dardos. «Pesa demasiado» y «en París no sabemos ni quién es» fueron algunas de las perlas que le dedicó.
Contra la familia real británica
Mientras que con la casa Grimaldi le unieron y unen inquebrantables lazos de fidelidad (Carolina de Mónaco fue su gran amiga y musa, una responsabilidad que ha heredado su hija Carlota), más áspera fue su relación con los Windsor. De Lady Di confesó que «era guapa y muy dulce, pero estúpida», mientras que de Pippa Middleton aseguraba: «No me gusta su cara. Solo debería mostrarse por detrás”.
Sobre religiones
En su colección de primavera de 1994 para Chanel, Lagerfeld presentó sobre la pasarela tres vestidos con un estampado de versículos del Corán. Enseguida aseguró que «no tenía ni idea de lo que significaban», pidió perdón a los musulmanes e hizo destruir todas las versiones existentes de las prendas. Un año antes, había sido blanco de las críticas de la Iglesia católica por el look de su pasarela de Alta Costura de Chanel en el que se veía un crucifijo junto al pecho descubierto de Naomi Campbell.
Sobre matrimonios del mismo sexo
En 2010, en una entrevista Vice, apuntó que “en los años 60 todos decían que teníamos derecho a la diferencia. Y ahora, de repente, los homosexuales quieren una vida burguesa. Para mí es difícil de imaginar: uno de los papás en el trabajo y el otro en casa con el bebé. ¿Cómo sería eso, para el bebé? No sé. Veo más lesbianas casadas con bebés que chicos casados con bebés. Y también creo más en la relación entre madre e hijo que en la de padre e hijo”.
Años más tarde, mostró su apoyo a la ley mediante al cual el Gobierno francés aprobaba el matrimonio entre personas del mismo sexo cerrando el desfile de Alta Costura de primavera e 2013 Chanel con dos modelos femeninas vistiendo sendos vestidos de novia. En declaraciones a los medios tras la pasarela, se mostró partidario no solo del matrimonio homosexual, sino de la importancia de que la comunidad LGBT prefiriera la adopción a los vientres de alquiler.
Contra sus musas
Se ha hablado hasta la saciedad de las mujeres que inspiraron al káiser, pero poco se ha incidido la posible naturaleza despótica de estas relaciones. En The Mysterious Mr Lagerfeld, un reciente documental de la prestigiosa cadena británica BBC, una de sus más fieles colaboradoras, Caroline Lebar, aseguraba que «en el planeta Karl todo es blanco y está hecho de lealtad». Otro antiguo trabajador, Gilles Dufour, aseguró que «todo aquel que se alejaba de él pasaba a estar fuera, como lo estuvo Claudia Schiffer en un momento», refiriéndose al hiato a finales de los 90 en la relación entre el diseñador y la top, quien en cambio solo tiene palabras de gratitud y reconocimiento para el que, según la alemana, «fue a la moda lo que Warhol fue para el arte».
Pero la mayor prueba de que era posible la reconciliación con el káiser no la dio Claudia, sino Inès de la Fressange. Tras su agria ruptura en 1989 (Karl diría entonces: “Le deseo toda la suerte del mundo, siempre que no tenga que verla ni oír hablar de ella nunca más”), rescató a su musa de los 80 para el desfile de la colección de primavera de 2011 de Chanel. «Creo que está impresionante. Tiene un aspecto genial para su edad, ¿verdad?», exclamaba entonces sobre la francesa.
Su legendaria godofobia
“Mi única ambición en la vida es llevar una talla 28 de vaqueros”, era su mantra. Tras perder más de 40 kilos en poco más de un año a principios de los 2000, no solo intentó popularizar su dieta (llegó a publicar un libro), sino que además en otro libro, The World According to Karl, escribió que «la moda es la motivación más sana para adelgazar». Cuando modelos con tallas superiores a la 2 (una 36 en España) empezaron a conquistar la pasarela, se posicionó en contra: «Nadie quiere ver desfilar a mujeres con curvas», aseguró.
En 2009, en diferentes entrevistas concedidas a la revista alemana Focus, expresó que «todas las que critican a las modelos por aparecer huesudas o anoréxicas son las típicas madres gordas que se sientan en el sofá todo el día comiendo patatas fritas».
Sobre la moda
Detractor de la tendencia athleisure, llegó a asegurar en 2001 que «el pantalón de chándal es una señal de derrota. Pierdes el control de tu vida, así que compras un chándal». También pensaba que la discusión sobre usar o no pieles en la moda era una cuestión “infantil», si bien en 2018 Chanel dejó de usar pieles de animales exóticos, como serpientes, cocodrilos, lagartos y rayas.
Es por este tipo de contradicciones por las que algunos, como la legendaria Suzy Menkes, recomiendan no tomarse demasiado en serio las controvertidas declaraciones de Lagerfeld. «Era un hombre muy ingenioso y hacía comentarios escandalosos sobre todo tipo de cosas, y luego a menudo trataba de encubrirlo y explicar que no, no quiso decir eso en absoluto», reflexionó Menkes tras la muerte del káiser. El propio Lagerfeld, que se consideraba una caricatura de sí mismo, pedía no ser tomado demasiado en serio: «Tengo los pies en la Tierra… Solo que no en esta Tierra», se excusaba.
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