Ayer Nicolas Ghesquière celebró el desfile del otoño que viene en una escenografía de película. A priori no lo parecía pues el escenario completamente vacío era un lugar desnudo, diáfano y con una inmensa grada de madera ocupando una parte de la sala. Sin embargo, cuando esas gradas se llenaron de 200 personas vestidas con trajes creados por Milena Canonero, artífice de gran parte del vestuario de las películas de Kubrick,inspirados en todas las épocas, desde el siglo XV hasta 1950, la escenografía pasaba de ser sobria y humilde a espectacular. La idea de esta puesta en escena, según el director creativo de Louis Vuitton, es que el pasado mirara directamente al presente.
Un reflejo de lo que sería esta colección. Una amalgama de épocas y estilos que se funden en una sola temporada.
Mientras que el resto de firmas prefieren centrarse en alguna década concreta o partir de una inspiración muy clara, Nicolas Ghesquière en esta ocasión ha decidido meter todo tipo de prendas y referencias en una gran coctelera, agitarla y ver qué pasa. El resultado es una mezcla de prendas de estilo piloto de motos profesional, referencias a los primeros años del 2000, combinadas con abrigos de la mejor sastrería tradicional, botas de cowboy, anoraks deportivos, vestidos de tul con volantes, conjuntos de cuero…
Vestir sin seguir ningún protocolo es el objetivo que marca Louis Vuitton para el invierno que viene. Una moda en la que todo vale y que en España sorprende por un final inesperado.
Louis Vuitton ha cerrado su desfile con tres chaquetas que bien podríamos haber visto en la plaza de las Ventas o en cualquier corrida de toros a hombros de cualquier torero. La primera en azul añil con todos los bordados y la pasamanería típica de este traje de luces en tonos dorados, a juego con de estilo motorista.
La segunda, en blanco y negro, con un top de cuero y el mismo tipo de pantalón y, por último, un diseño en verde con bordados en negro y detalles en rojo que Ghesquière acompañaba de un minimalista vestido blanco por encima de la rodilla y unas botas de media caña.
Un final muy folclórico que sorprende en medio de una colección futurista y de marcado carácter vanguardista que, efectivamente, asienta la idea que quiere transmitir Louis Vuitton con este desfile: que todo vale y que salirse del guión establecido con una prenda inesperada es un acierto seguro.
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