QUÉ HA PASADO
• Pelayo revela a Socorro que Maica tiene un hijo.
• Guillermo se va del bufete.
• Virginia encuentra una carta de su madre.
Si no era suficiente con que Emma se avergonzara de él, ahora Manolín se encuentra con la desconfianza de Abel. “¡Estás espiando tras la puerta! Vergüenza debía de darte mirar a las chicas”, le humilla, dejándolo abatido. Al menos, su esposa le pide perdón: “Tú eres muy bueno. El problema es cómo me han criado”.
Juan, el marido de Maica, llama para avisar que va a Barcelona y quiere verla. Al sentirla inquieta, Gorka la pregunta que por qué se casó: “Ni yo lo entiendo. Quizá para olvidar lo mal que lo pasé contigo”.
Una vez que Manolita ha tirado la toalla, la calma regresa a la casa de los Gómez.
A lo que no renuncia es a limpiar la tumba de su hija y se acerca al cementerio cuando alguien la sorprende.
“Manuela, Manuela, ¡qué sé que me has visto!”, le grita Benigna por detrás. “Al menos, contéstame…”, sigue reprochando hasta que la cocinera se da la vuelta
“¿Y cómo quieres que te trate si me has dejado sola en el peor momento de mi vida?”, le reprocha. “Te considero mi hermana y tenía que advertirte de que te estabas metiendo en un camino hacia la frustración”, explica la mujer.
Poco a poco, le saca una medio sonrisa al recordar buenosmomentos y planeando otros futuros: “Si sigues enfadada, ¿con quién vas a irte una semana a Benidorm a bailar pasodobles? Anda, dame un abrazo”.
Las amigas terminan fundiéndose en un reparador abrazo que les hace saltar las lágrimas.
Después de esto, las amigas limpian las tumbas de Marisol y Benito y repasan fotos de la chica, que su madre guarda en la cartera, para poner una en la lápida. Allí, se percatan de que hay una nota en la lápida: “Es de Paco. La quería tanto… Tengo que llamarlo y quedar”.
Mientras, Socorro está convencida de que el bebé que le quitaron a Maica al nacer fue entregado en un convento fuera de Madrid. “Llamaré a una monja amiga de la familia de Santander para intentar localizarlo”, comenta a Pelayo.
Abel va a la reunión de militares descontentos con el nuevo régimen. “Me alegro de verte por aquí”, le recibe Beltrán. Atenta, Estefanía se ofrece a servirles bebida, pero se niegan: “No entres. Tratamos temas demasiado delicados”.
Ante el fracaso para recabar información, Miguel da un paso más. “Tendrás que quedar tú sola con Beltrán y hacer lo que te pida”, la amedrenta una vez más y ella no sabe qué debe cumplir.
Arrepentida, Benigna da con Virginia. “Te perdono si me dices quién es mi padre”, dice la joven. Para lograrlo, se pone a recopilar datos de Goyita: “Si su hija nació en agosto de 1958, solo hay que averiguar con quién se veía por esas fechas”. A su lado, Justo parece nervioso y hace todo lo posible por cambiar de tema: él fue su cliente y cree que podría ser el padre.
Cristina se debate entre coger un caso que pondría a Guillermo, ahora en otro despacho, contra las cuerdas. Todo cambia cuando su excompañero se presenta en son de paz: “Tengo dudas de si debo volver”.
En el obrador, Virginia empieza a sentirse atraída por Fabián, algo malo para ella y se confiesa con Gorka: “Siento deseo carnal por él”. Sin embargo, se siente ilusionada y prepara con Maica una fiesta al joven por su cumpleaños. En ella, Fabián se niega a revelar el secreto que le ha llevado a ser tan rudo: un cura abusó de él cuando era niño.
Días después, Manolita queda con Paco y este le comenta que es incapaz de dejar a su mujer. Al marcharse, deja un reguero de barro en el suelo, lo que hace a la cocinera recordar las palabras de la portera donde apareció el cuerpo de su hija: “Cuando la policía se fue, quedaban huellas de hombre y mucho barro en el suelo…”.
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